Gimnasia-Boca y la noche del horror en el Bosque platense: tres historias de sobrevivientes
Testimonios en primera persona de hinchas del Lobo que sintieron las consecuencias físicas producto de la acción policial
“Che, esto está llenísimo y todavía falta una hora”, le comenta Débora a su marido, Nicolás. Son las 20.35 de ayer. Están en la popular de la cancha de Gimnasia con sus tres nenes, que tienen entre 4 y 11 años. Están juntos y por ver a su Lobo. Están felices. Ni se imaginan lo que están a punto de vivir. Cuando comienza el partido, los cinco sienten un disparo: el primero de tantos que escucharán esta noche. De repente, la mujer observa una lata de gas lacrimógeno que cae a unos metros. Las consecuencias físicas son inmediatas: ardor en los ojos y dificultad para respirar. Mucho ardor. Mucha dificultad. Malena, de 10 años, empieza a llorar. No entiende lo que sucede. La familia baja algunos escalones de la tribuna para intentar resguardarse, pero se dan cuenta que el malestar aumenta. Vuelven a subir. Esperan y consiguen agua. Se abrazan. Los disparos se multiplican. El miedo, también. Toman coraje y descienden otra vez. Los cinco saltan al campo de juego. Al fin, encuentran un poco de oxígeno y algo de tranquilidad. Se abrazan de nuevo. Están vivos.
Apenas una historia. Un caso testigo del horror. Era un partido de fútbol importante, se transformó en una tragedia inolvidable. Una muerte es un montón. Podrían haber sido muchas más. Los testimonios dan escalofríos.
“Hicimos la misma rutina de siempre y llegamos temprano para encontrar un lugar cómodo para los nenes. Nos llamó la atención la cantidad de gente que había con tanta anticipación. De golpe, se empezaron a oír disparos y nuestros hijos empezaron a preguntar qué pasaba. Después sentimos los gases. En un momento se escuchaban tiros desde los cuatro costados. Estuvimos cerca de 40 minutos en la tribuna porque abajo todo era peor y al final entramos a la cancha. En ese momento me fui comunicando con amigos y conocidos para ver qué hacer”, le cuenta Débora a LA NACIÓN, todavía angustiada, y agrega: “Mi marido tiene más de 20 años de cancha y jamás en la vida vivió algo así. Fue horrible, una locura”. En su voz se percibe una mezcla entre alivio, bronca y tristeza.
En otro sector de la popular, Zunilda vivió algo similar. También estaba en familia y con una nena chiquita. Otra historia, el mismo padecimiento. “Fue terrible ver cómo la gente saltaba al campo de juego para encontrar un poco de aire. Fue lo peor que me tocó vivir hasta ahora: la desesperación de todos y de los nenes fue algo tremendo”, asegura Zunilda. Otra sobreviviente.
Los que estaban en las plateas también la pasaron mal. Muy mal. Como todos. La noche del Bosque, la trágica noche del 6 de octubre de 2022, atravesó a cada uno de los presentes. Demasiados gases, demasiados tiros.
Eduardo y Diego –padre e hijo– llegaron temprano. Se ubicaron en la platea H, saludaron a los conocidos y comenzaron a charlar. Un poco de la campaña, un poco del partido que se estaba por disputar, un poco de la vida. Lo de siempre. A esa hora todo parecía normal. Sólo parecía. La venta de generales, la enorme cantidad de gente que se acercó al estadio y –sobre todo– el lamentable operativo de (in)seguridad conformaron un combo letal. Y lo de letal es literal. No se trata de una frase hecha. César Regueiro fue a la cancha y falleció. Eduardo y Diego, en cambio, volvieron a sus casas.
“Fue impresionante lo que sufrimos. Tuvimos que meter las cabezas adentro de los buzos porque no se podía abrir los ojos ni respirar. El ardor y la dificultad para encontrar algo de aire fueron terribles. Estuvimos diez minutos enteros todos con las caras tapadas porque no se podía estar. Y después, cuando pasó un poco el malestar, no nos podíamos ir: afuera se escuchaban tiros por todos lados y entonces nos quedamos una hora esperando en la platea. Hasta el último tiro nos quedamos ahí porque la verdad es que teníamos miedo. Fue todo una locura y la tragedia pudo haber sido mucho peor”, afirma Diego, aún perplejo por lo vivido. Por lo sufrido.
Tres historias, apenas, de una noche trágica. Los hinchas se prepararon para disfrutar una fiesta y, de repente, se dedicaron a lo básico: sobrevivir.
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