Independiente prolonga su larga sequía: sin terminar de hacerse fuerte en el medio campo, llegó hasta donde le dio el temple

Colón demostró que los partidos definitorios, de esos que determinan la continuidad o la conclusión de un sueño, también se pueden ganar exponiendo un muy buen nivel de fútbol. El conjunto santafesino jugó un excelente partido, venció 2-0 a Independiente y se metió en la final de la Copa de la Liga, la primera de su historia en torneos locales. Pero sobre todo, dejó una imagen que, después de varios encuentros gobernados por el aburrimiento, reivindica el juego por encima de las tensiones, los miedos y las angustias que suelen rodear a una semifinal.

El encuentro tuvo una sola dirección desde el primer minuto. Por mérito de uno y por déficits del otro. La zona del mediocampo ha sido un punto débil del conjunto de Julio César Falcioni durante todo el torneo. Ya sea por falta de piezas (muchas veces solo dos hombres ocuparon el sector), o por discontinuidad en los rendimientos, solo en los últimos partidos el equipo pareció encontrar un modo de rellenar esa línea y encontrar un funcionamiento más armónico. Las carencias, sin embargo, volvieron a aparecer en el momento más inadecuado.

Sin peso ofensivo ante Colón

A partir de la precisión de Lértora, insólitamente sin marcas que lo molesten, el equipo de Eduardo Domínguez fue tejiendo desde el arranque un dominio basado en la superioridad numérica en el medio y prolongado a través de la movilidad de Bernardi, los apoyos de Farías y el Pulga Rodríguez y las trepadas de Mura y Piovi por afuera.

A los 11, una acrobática tijera de Lértora a la salida de un córner pegó en el pecho y el brazo de Insaurralde. Pidieron penal los santafesinos, Abal correctamente no lo concedió, pero la acción sería un anticipo. Ocho minutos después y tras una buena combinación por derecha, remató Farías y el defensor chaqueño fue al suelo con un brazo extendido. Penal claro y gol del Pulga.

Pudo igualar Silvio Romero a los 21 cabeceando en soledad un centro de Roa que Burián acabó desviando, pero aunque Colón perdió algo de fuelle más allá de la media hora, siempre ejerció el control del choque.

Consciente de que le costaba horrores enhebrar un circuito de juego para progresar en el campo de manera coordinada y sintiéndose inferior en lo futbolístico, a Independiente no le quedó otra que apretar los dientes para tratar de emparejar la partida. Neutralizados por los volantes sabaleros Blanco y Asís (su ubicación por izquierda resultó difícil de comprender); aislado Roa sobre la raya zurda, nadie fue rueda de auxilio para la salida de Lucas Romero, y de ese modo la maquinaria de ataque casi nunca logró superar el movimiento inicial.

Al temperamento que enseñó el Rojo para mejorar su imagen en los tramos finales de la etapa inicial, Falcioni intentó añadirle una modificación táctica: tras el descanso Asís y Blanco cambiaron sus perfiles en la mitad de la cancha y de esa manera el equipo tuvo un mínimo de fluidez. El travesaño devolvió entonces un tiro libre de Lucas Rodríguez a los 50 y Burián le ahogó el grito de gol a Roa a los 56 con una tapada espectacular ante un cabezazo abajo del colombiano. Ahí se acabó todo para el Rojo.

Independiente comenzó a ir con más necesidad y orgullo que ideas. El sabalero fue respondiendo por convicción. El Pulga empardó los disparos a la madera con un remate de tiro libre que devolvió el poste izquierdo de Sosa. Y a los 66, quedó descompensado atrás el Rojo, enlazaron Rodríguez y Castro, y Pierotti definió con clase sobre la salida del arquero.

Con el 2-0, la melodía de Colón empezó a sonar más acompasada que nunca hasta completar una actuación redondita, sin duda la mejor de lo visto en la etapa decisiva del torneo..

Los sabaleros disputarán la final con absoluto merecimiento. Independiente prolongará su larga sequía. Llegó hasta donde le dio el temple. Para ir más lejos sabe que en el futuro también necesitará mucho, pero mucho más juego.