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La final de la Libertadores: los argumentos de Atlético Mineiro, con Gabriel Milito como DT y varios argentinos en el plantel, para ser campeón de América
El Galo se prepara para un partido que puede darle su segunda estrella continental; en la primera, en 2013, contó con Ronaldinho
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Después de una larga carrera que comenzó en Huracán hace más de una década, hizo varias escalas en clubes de Portugal y España y hasta se detuvo un par de veces en la Selección Argentina en el comienzo del ciclo de Lionel Scaloni, Rodrigo Battaglia recaló en Atlético Mineiro en abril de 2023. Los responsables del club de Belo Horizonte buscaban un futbolista con oficio y experiencia para cubrir el puesto de volante central que llevaba desempeñando en el Mallorca y por la relación precio/calidad (pagaron 1,5 millones de euros por el pase) pensaron que el hombre nacido en Morón sería una buena inversión. Seguramente, no habrán imaginado que 19 meses más tarde ese mismo jugador sería el líder de la defensa que este sábado intentará controlar la peligrosidad de delanteros como Igor Jesús, Luiz Henrique o Thiago Almada para darle al Galo su segunda estrella como campeón de América.
El experimento comenzó a tomar forma en un partido del Brasileirao contra el Corinthians. Acabó mal, con Battaglia viendo la tarjeta roja al filo de la primera mitad, pero su flamante técnico, Gabriel Milito, decidió insistir con la fórmula y con el paso del tiempo la perfeccionó. La capacidad para achicar espacios y ganar en el anticipo, la buena pegada para darle salida clara al equipo desde el fondo y la firmeza en el juego aéreo lo convencieron de cambiar el sistema táctico: armó una línea de tres centrales y le dio el papel de líbero al hombre que simuló inflar un globo cuando un cabezazo suyo valió para eliminar a San Lorenzo en octavos de final de la Libertadores. Desde ese momento, se hizo dueño de un entramado defensivo que, al menos en la competición continental, viene demostrando su eficacia.
“La Libertadores es distinta a todo. Lo sentimos en el vestuario, en el ambiente. El sueño de todos era estar en esta final y dentro de mí siento que vamos a conseguir el objetivo de ganarla”, señala el jugador que en Europa vivió sus mejores momentos con la camiseta del Sporting de Lisboa. Lo ratifica otro de los muchos argentinos que comparten el vestuario del Galo: “Para el hincha de este club la Libertadores es casi una obsesión, se percibe un clima diferente en los partidos de Copa”, comenta el cordobés Renzo Saravia, otro integrante de esa triple zaga que no nació ni llegó a Minas Gerais como central sino, en su caso, como lateral derecho.
“Milito es un entrenador muy táctico que pone un énfasis especial en que los jugadores cumplamos varias funciones, con y sin la pelota. Nos muestra videos para enseñarlo y hay que prestar mucha atención para entender lo que quiere”, afirma el hombre que surgió en Belgrano y fue campeón con Racing en 2019. El nombre del técnico que se incorporó esta temporada al Mineiro aparece en cualquier charla que se tenga con alguno de sus dirigidos. “Estoy seguro de que tendrá una buena idea para encarar esta final. Cada uno de nosotros solo tiene que despertarse en su mejor día para cumplir con lo que nos pida para volver a casa con el título”, resume el poderoso Hulk, la estrella indiscutida del equipo que fue dueño del continente en 2013 con un tal Ronaldinho como figura.
“Tenemos el sueño y la ilusión, pero también un equipo con calidad y mentalidad fuerte. Es cierto que ellos tienen muy buenos jugadores y un muy buen funcionamiento, pero estamos convencidos de que es posible superarlos”, se entusiasma el entrenador del Galo, para quien la final tiene un sabor muy particular. “Yo nací, crecí y me formé en Independiente, el Rey de Copas, un club donde en cada pasillo hay referencias a la Libertadores. Me fui muy pronto a Europa, nunca pude jugarla con mi club, y me encantaría ganar esa copa para sentir el sabor tan especial que debe tener el hecho de levantarla”, reconoce Milito.
Ni siquiera el andar desparejo en la temporada ha logrado desteñir la labor llevada a cabo por el Mariscal, apodo con el que se lo recuerda en la vereda roja de Avellaneda. El Atlético, además de alcanzar su segunda final de Libertadores, conquistó este año el campeonato mineiro venciendo al Cruzeiro en el encuentro decisivo; y llegó también a la final de la Copa de Brasil, que perdió ante Flamengo. Su punto flojo lo tiene en el torneo local, donde navega por la mitad de la tabla, a 29 puntos de distancia del Botafogo, su rival del sábado, y aunque es remoto, todavía no disipó por completo el riesgo de verse comprometido con el descenso. Peor aún, un mes y diez partidos después del 3-0 sobre River en la ida de las semifinales no ha vuelto a ganar.
Tal vez por estas circunstancias, Hulk aceptó días atrás que Botafogo es el favorito en la final: “Hay que ser realistas. Tienen jugadores que están en un muy buen momento, jugando en selecciones nacionales, defendiendo a sus países. Es el equipo que comete menos errores, el que está más concentrado. En teoría es el mejor”, dijo sin sonrojarse, y más allá de que el último choque entre ambos fue un 0 a 0 con pocas ocasiones de gol, pese a que el conjunto mineiro disputó todo el segundo tiempo con 10 hombres.
La sensación es que el equipo de Minas Gerais llega extenuado al cierre de temporada luego de disputar 70 partidos desde el 24 de enero hasta ahora. “En Argentina, normalmente a las 48 horas después de un partido se suele recuperar o comenzar el proceso de recuperación. Nosotros a las 48 horas ya estamos jugando otro partido”, cuenta Fausto Vera, el volante central que Milito pidió contratar porque lo conoce de su paso por Argentinos Juniors y es su referencia dentro del campo. “El cuerpo se acostumbra a otro ritmo. Ahora cuando veo que los equipos argentinos cambian todos los titulares para cuidar el físico si tiene que jugar con cuatro días de diferencia me parece raro. Para nosotros cuatro días es un montón de tiempo”.
Sin embargo, en el partido del martes pasado ante Juventude, el Mineiro salió a la cancha con once suplentes. Le costó una nueva derrota sobre la hora y perder la posibilidad de alejarse definitivamente del descenso, pero todos coinciden que en esta semana la prioridad es la Copa. Fundado por un grupo de estudiantes en 1908, el club fue en sus comienzos representativo de la clase selecta de Belo Horizonte. El viejo estadio Antonio Carlos, que se utilizó hasta 1969, se ubicaba en el barrio de Lourdes, zona noble de la ciudad. Allí se levanta ahora un shopping de alto standing, y a su lado, la lujosa sede actual del Atlético, que incluye en su interior un Memorial y un moderno auditorio. La anécdota de que Aníbal Machado, uno de los grandes escritores de la literatura brasileña, fue el autor del primer gol registrado en la historia de la entidad, se repite como orgullosa carta de presentación de un estilo de vida que, como ocurre con todos los clubes del mundo, pertenece al pasado.
Pero tal como ocurre con su adversario en la definición del sábado, los trofeos que decoran las vitrinas del Atlético Mineiro no coinciden en número con la grandeza de su estructura, su trascendencia y su enorme torçida. Los títulos internacionales escasean -apenas una Recopa en 2014 y dos Copas Conmebol en 1992 y 1997, además de la mencionada Libertadores-, y los nacionales tampoco le sobran: el último título, en 2021, llegó luego de 50 años de sequía.
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Por todo esto, el trofeo por el que luchará en el Monumental es una obsesión. Enciende a los hinchas; hace soñar a Battaglia, Vera, Saravia, Hulk, y hasta a Matías Zaracho, que se lesionó y no podrá jugar. Pero sobre todo, devuelve a Gabriel Milito a su infancia y su juventud, a los tiempos en que casi cada día escuchaba hablar de esta Copa que quiere darse el gusto de levantar, aunque lo haga con un color diferente al rojo en la camiseta.
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