Leo Fernández y su presente en Rosario Central: "Esta realidad superó cualquier sueño"
ROSARIO.– Habla de Central y se emociona. Corre por sus venas un sentimiento profundo, que tiene que ver con la pasión que representa la camiseta para un hincha. En su caso, el recuerdo lo devuelve a la niñez: una familia trabajadora, que vivía con lo justo, pero a la que Rosario Central le aceleraba el corazón. Ir con sus padres, su hermano y el abuelo a la cancha era el viaje más maravilloso durante aquella infancia. Esta es la faceta emotiva de Leonardo Fernández , el entrenador canalla; un desconocido para muchos.
Este miércoles, en Avellaneda, ante Independiente, tendrá su bautismo como DT oficial. Atrás quedó el tiempo de los interinatos con una estadística demoledora: ganó los cuatro partidos que dirigió. A Belgrano, cuando reemplazó a Coudet, y los últimos tres juegos del año pasado ante rivales encumbrados: Talleres, en Córdoba, y los triunfos memorables en el Gigante de Arroyito sobre el puntero Boca y el clásico a Newell’s. Todos festejos de marcador ajustado, por 1 a 0. “Hablar de Central y de la familia es algo hermoso, un sentimiento muy fuerte y por eso a veces me emociono. En eso soy un tipo muy sensible. A mis viejos les dedico cada triunfo, es un agradecimiento por lo que aún me siguen dando. En casa somos de la época del por favor, permiso y muchas gracias”, resalta para quien la sangre es el capital más profundo.
Leo Fernández se define como un “tipo común que vive cosas intensas”. Repite como un mantra la palabra tranquilidad y no esconde su amor por Juan Domingo Perón. Es un fanático que tiene que tomar decisiones racionales todo el tiempo, porque el club, el equipo, los colores, la camiseta, es la bandera que hay que levantar y sostener. “Estaba el temor de que ser hincha nos jugara una mala pasada, de querer ganar el partido a cualquier precio, pero trabajamos a conciencia, con orden. Con Pirulo y el Cuis [Germán Rivarola y Cristian Daniele, sus ayudantes de campo] buscamos ser meticulosos y claros en el mensaje. Después, esto es fútbol y hay circunstancias o situaciones que rompen el molde. Ahí es donde no te podés desbordar. Si trabajaste con orden, el equipo va a responder de manera ordenada y eso es lo que te tiene que dar tranquilidad”, destaca, y expone cuál es el rumbo: “Nosotros debemos imperiosamente reacomodarnos en la tabla de posiciones, escalar para lograr un lugar en un torneo internacional. Ese era la responsabilidad cuando tomé el equipo y es la misma ahora, porque yo no sentía que era un interinato, de que después de esos partidos me lavaba las manos y listo”.
Los pies sobre la tierra, la actitud positiva, la predisposición y el esfuerzo permanente para aprender y superarse, un hilo que arrastra desde sus días de futbolista. Fue un zurdo defensor forjado en Renato Cesarini y escaló hasta la reserva de River que dirigía Alejandro Sabella y que tenía a Marcelo Gallardo como jugador estrella. Las lesiones, cinco operaciones de rodilla, dinamitaron su sueño; dejó Núñez y empezó un raid que incluyó a Ferro, Central Córdoba, Gimnasia y Tiro de Salta, Aldosivi y Tiro Federal. El jugador empezó a darle espacio al entrenador y a los 28 años hizo su primera experiencia en Oliveros, a 55 kilómetros de Rosario, en el club Sportivo Belgrano. “Cuando jugaba no tenía claramente ser entrenador, aunque en las pretemporadas anotaba los trabajos que hacíamos. Esta realidad superó cualquier sueño”, comenta quien en 2013 arribó a Rosario Central. Fue campeón en la sexta; de ahí trepó a la cuarta y luego a la reserva, con la que ganó la Copa Santa Fe 2017.
Se maneja con naturalidad y sencillez dentro de un ambiente en el que las presiones y las exigencias por los resultados marcan el escenario. Pero no se confunde. “Me manejo igual que cuando dirigía en la Liga de Casilda o en Coronel Aguirre. No porque ahora estoy en Rosario Central tengo que ser diferente. Soy un laburante, no tuve un nombre de peso como jugador y a veces eso motiva que la lupa con la que te analicen sea más grande. Hoy disfruto de las comodidades y de disponer de materiales para trabajar, pero también dirigí en condiciones adversas y eso fue un aprendizaje invalorable. En algunos clubes le poníamos nosotros la leña a la caldera para que los jugadores se bañaran con agua caliente, sacábamos las piedras de la cancha... Entonces, si ahora tengo que llevar los conos o una bolsa de pelotas también hay que hacerlo, porque el trabajo es el mismo. Cambia el entorno, la repercusión; ahora te piden una foto o una firma por la calle cuando antes pasabas desapercibido... Soy un agradecido y busco devolver toda esa amabilidad y cariño que recibo”, dice con franqueza, quien junto a su hermano Germán cada vez que puede se hace una escapada para mirar partidos de las categorías de ascenso: “Voy a ver a Central Córdoba, analizo y miro cómo funcionan los equipos, no voy a despejarme. Un día mi hermano se levantó y se fue, sos insoportable me dijo”, relata con una sonrisa.
Es parte de un recambio. En 2017, 84 directores técnicos pasaron por los equipos de primera y a la rueda ahora se subieron Biaggio, Esmerado, Ledesma, Carboni... “Son saludables las apariciones, aunque es difícil frenar la locura y el exitismo. Sólo vale lo que hacés hoy y se olvida lo que se logró ayer. Deberíamos reformular eso”, dice Leo Fernández, un hombre común que levanta la bandera de los trabajadores.
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