Deporte y religión: el fútbol también cree en Dios

Joseph Ratzinger, cuando era cardenal, escribió en la década del 80: "Con su periodicidad de cuatro años, el Campeonato Mundial de fútbol demuestra ser un acontecimiento que cautiva a cientos de millones de personas. No hay casi ningún otro acontecimiento en la Tierra que alcance una repercusión de vastedad semejante. Lo que demuestra que con ello está tocándose algo radicalmente humano, y cabe preguntarse dónde se encuentra el fundamento de este poder en juego".

Eduardo Galeano se preguntó: "¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales". Y añadió que el fútbol es la única religión que no tiene ateos. Otra aseveración que suele esgrimirse cada tanto sostiene que un hombre puede separarse o serle infiel a su esposa, pero nunca a su club favorito.

Desde la tradicional devoción de los jugadores por la virgen de Luján, hasta las últimas invocaciones del DT Alejandro Sabella a Dios, el fútbol siempre estuvo ligado a la religión. Fueron los sacerdotes encargados de los colegios, en muchos casos, los que impulsaban a los jóvenes a practicar deportes. En América del Sur varios equipos fueron fundados por los propios religiosos. En la Argentina se dan cuatro casos emblemáticos: San Lorenzo de Almagro nació por el impulso del religioso salesiano Lorenzo Massa; Juventud Antoniana, en Salta, por los padres franciscanos; el Instituto Leonardo Murialdo, de Mendoza, por los padres josefinos de Murialdo, y Patronato, de Paraná, cuyo nombre completo es Patronato de la Juventud Católica, fue fundado por el padre Bartolomé Grella.

El fútbol es un espectáculo total a escala planetaria y uno de los negocios más lucrativos en nivel internacional. Por su enorme impacto en los medios de comunicación se constituye en el "pan y circo" de la era global.

Millones de dólares se mueven en torno a este deporte. No importa de dónde proviene el dinero. Multimillonarios rusos compran clubes ingleses, jeques árabes contratan figuras seduciéndolas con sus petrodólares, instituciones futbolísticas rompen récords de inversiones en jugadores de elite, sociedades anónimas gerencian clubes con exclusivo fin de lucro… para configurar un escenario inédito y preocupante.

La mayoría de los seguidores del fútbol proviene de sectores populares y de recursos muy escasos. Las grandes injusticias sociales y problemas familiares, entre otros, hacen que los hinchas encuentren en el fútbol las sensaciones que la sociedad no puede contener. Así se explican interminables peregrinajes detrás de los colores de sus equipos.

El Mundial se sigue con mucha atención en el Vaticano. El papa emérito Benedicto XVI, reconocido simpatizante de Bayern Munich, en medio de sus innumerables responsabilidades y tareas, se daba un tiempo para ver algunos pasajes, como lo hizo durante el partido entre Alemania y la Argentina 2006. "Con mucho suspenso el Papa asistió a la definición por penales, tanto así que tuvo que ser retrasado el horario de la cena", reveló su secretario, el padre Georg Gänswein.

Juan Pablo II fue conocido como aficionado al esquí. Durante 115 martes se escapó del Vaticano en forma reservada para practicar ese deporte. Pero el fútbol figuró también entre sus hábitos. Existen testimonios de amigos de sus años mozos en Wadowice, su ciudad natal, como el del médico hebreo Jerzy Kluger, compañero de escuela del papa polaco, que destaca que Karol Wojtyla jugaba habitualmente como arquero y era bueno en ese puesto.

En más de una ocasión Juan Pablo II alertó sobre el riesgo que el materialismo que ha invadido el mundo del fútbol promueva una cultura de codicia y egoísmo, en detrimento del valor deportivo. "En el fútbol, como en el resto de los deportes, debe prevalecer el ser sobre el tener", señaló en referencia a las enormes sumas de dinero que se mueven en torno a una pelota, en una audiencia con directivos de la UEFA en mayo de 2000.

A diferencia de los papas europeos que fueron simpatizantes de un equipo, pero que no lo manifestaron públicamente por cierto pudor, Francisco fue conocido en todo el mundo a poco de su elección por su abierta simpatía por San Lorenzo.

Su relación se remonta a su infancia, cuando tenía 10 años y con el padre iba al Gasómetro, un hábito familiar que era frecuente en aquellos años y que actualmente se ha perdido por la aparición de grupos violentos. Ya como arzobispo de Buenos Aires no perdió la relación con el club. En 2008, en el oratorio de San Antonio, lugar donde nació San Lorenzo, Bergoglio celebró la misa por el centenario del club con la presencia de sus dirigentes.

Apenas fue elegido papa, las autoridades del Ciclón, en nombre de todos los hinchas, le enviaron un mensaje de felicitación. El Papa contestó el 20 de marzo con una carta con su emblema. "Al leer estas palabras han venido a mi memoria bellos recuerdos, comenzando desde mi infancia. Seguí, a los diez años, la gloriosa campaña del 46: ¡aquel gol de Pontoni!", escribió. "Sepan ustedes que no los olvido. Y además de la afición al fútbol les pido que cultiven la amistad con Jesús, verdadero Amigo, que siempre estará con ustedes en los momentos felices y también cuando haya dificultades", agregó.

Como buen admirador del fútbol no quiso estar ausente de Brasil 2014 y envió un mensaje en portugués en el que señaló: "Deseo a todos un espléndido Mundial de fútbol, jugado con espíritu de verdadera fraternidad. Es mi deseo que pueda desarrollarse con serenidad y tranquilidad, siempre con respeto recíproco, con la solidaridad y fraternidad entre hombres y mujeres que se reconocen miembros de una única familia". El Papa espera que "además de ser una fiesta del deporte" el Mundial de Brasil se convierta en "una fiesta de solidaridad entre los pueblos".

El Pontífice indicó tres lecciones de la práctica deportiva, tres comportamientos esenciales en favor de la paz: la necesidad de "entrenarse", el "juego limpio" y "el respeto a los adversarios".

Si para ganar es necesario entrenarnos, "podemos ver, en esta práctica deportiva, una metáfora de nuestra vida". "En la vida es necesario luchar, «entrenarse», empeñarse para obtener resultados importantes. El espíritu deportivo nos demuestra esto, una imagen de sacrificios necesarios para crecer en la virtud que construyen el carácter de una persona. Si para mejorar es necesario un entrenamiento intenso y continuo –afirmó–, todavía más empeño deberá ser invertido para llegar al encuentro de la paz entre individuos y pueblos «mejorados»".

También es importante el "fair play", el juego limpio, porque "el fútbol puede ser una escuela para la formación de una cultura del encuentro, que lleve a la armonía y a la paz entre los pueblos". "Para ganar –aseguró Francisco– es necesario superar el individualismo, el egoísmo, todas las formas de racismo, de intolerancia y de instrumentalización de las personas. Por lo tanto, ser «individualistas» en el fútbol representa un obstáculo al éxito del equipo; pero si somos «individualistas» en la vida, ignorando las personas que nos rodean, perjudicamos a la sociedad entera".

Por último el papa Francisco destacó: "El secreto de la victoria en el campo, y también en la vida, se basa en saber respetar tanto a mi compañero de equipo como a mi adversario. Ninguno gana solo ni en el campo ni en la vida. ¡Que nadie se aísle o se sienta excluido! Y, si es verdad que al final de este Mundial solamente un equipo podrá alzar la copa como ganador, aprendiendo las lecciones que el deporte nos enseña, todos seremos ganadores reforzando los vínculos que nos unen".