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Rosario de emociones: el homenaje de Newell's, las lágrimas de Diego Maradona y el trono autografiado
ROSARIO.– Newell’s le dio un recibimiento que lo hizo emocionarse hasta las lágrimas y su Gimnasia, un día antes de que cumpla 59 años, le regaló una goleada como para ilusionarse con que la salvación del descenso, si bien aun está lejana, no es una utopía. Pasado y presente se conjugaron para que Diego Maradona viviera uno de sus mejores días desde que asumió la conducción del Lobo.
Desde que cerca de 5000 hinchas de Newell’s habían ido a vitorearlo el día previo al hotel, Maradona podía imaginarse que en el estadio Marcelo Bielsa le esperaba una recepción que le iba a llegar al corazón. Los cuatro meses que estuvo y los cinco partidos que disputó vestido de rojinegro en 1993 pueden ser interpretados como una fugacidad, pero para Newell’s representan un recuerdo imborrable, un vínculo arraigado por la fuerza de los sentimientos.
Desde unas tribunas colmadas, nadie vio en Maradona al director técnico del equipo visitante. Todos abrieron los brazos para cobijar a un personaje entrañable.
Si bien los agasajos que recibe en cada cancha se convirtieron en una rutina, el que le organizó Newell’s fue especial. Desde que su figura asomó por la boca del vestuario, el ambiente fue de pura celebración y gratitud. "El mas grande eligió al más popular", era la inscripción de una bandera colgada en una platea. Un pasillo de jugadores, ubicado desde el córner del arco de la tribuna que lleva su nombre, flanqueó su paso, mientras una ovación bajaba de los cuatro costados.
Lo recibieron el vicepresidente de Newell’s, Cristian Damico, y exfutbolistas representativos del club (algunos que compartieron con él el seleccionado argentino), como Roberto Sensini, Ricardo Giusti, Ruben "Yaya" Rossi, Fabián Basualdo, Alfredo Berti, Ivan Gabrich, Gustavo Raggio, Roque Alfaro y Fabián Garfagnoli, entre otros. Le entregaron un retrato grafiti del artista plástico rosarino Andrés Mariani. El momento más emocionante fue el sentido y prolongado abrazo entre Diego y el capitán y símbolo local Maxi Rodríguez, a quien dirigió en el seleccionado argentino y fue autor del gol del 1-0 a Escocia en el amistoso que debutó como entrenador del equipo nacional. Cuando fue el turno de tomar el micrófono y hablarle el estadio, a Maradona se le hizo un nudo en la garganta y los ojos se le llenaron de lágrimas: "Estuve hablando con la gente de Newell’s, algún día nos veremos. Yo no hablo por hablar. No quiero poner calientes a los de enfrente. Yo soy leproso y a mí no me compra nadie. Gracias por venir, gracias por el recibimiento, gracias por todo esto. Gracias por este amor. Mañana cumplo años y lo voy a compartir con ustedes. A todos ustedes los voy a tener grabado en mi memoria. Y a lo mejor algún día vuelvo a esta cancha".
Antes de que comenzara el partido, Newell’s hizo algo más para que Maradona se sintiera como un rey, literalmente. Delante del banco de suplentes le pusieron un sillón, con formato de trono con los colores rojo y negro, con un respaldo en el que Maradona estampó un autográfo antes de sentarse.
Si hasta ese momento Maradona la había pasado bien, con su Gimnasia disfrutó más. El Lobo consiguió un impensado 4-0 ante un rival que, desde la llegada de Frank Kudelka, se había destacado por ser sólido y compacto. También había obtenido la suficiente cantidad de puntos como para alejarse de la zona del descenso y pelear por los puestos clasificatorios para las copas. Fue como si la ceremonia previa hubiera desconcentrado y ablandado a Newell’s, y estimulado a Gimnasia. Hasta aquí, la gestión de Maradona tenía cuatro derrotas y un solo triunfo, casualmente de visitante y también tras convertir cuatro tantos (4-2 a Godoy Cruz).
Hasta la fortuna se alió con Gimnasia, ya que la apertura del marcador llegó con un remate de media distancia de Contín que se desvió en Gentiletti y desacomodó al arquero Aguerre.
El otro golpe de Gimnasia fue al comienzo del segundo tiempo, con la definición del lateral Caire. Newell’s se fue resignando a su destino de derrota y Gimnasia jugó cada vez más cómodo y confiado, lejos de las angustias y ansiedades que lo vienen persiguiendo. Fue como un recreo en medio de este vía crucis que es la campaña para tratar mantener la categoría.
En cada gol de Gimnasia, el ayudante de campo Sebastián Méndez y otros integrantes del cuerpo técnico se abrazaban con un Maradona que no abandonaba su trono. En otras circunstancias, los hinchas de Newell’s hubieran reprobado a su equipo. Ayer se imponía ser respetuosos testigos de la goleada que Maradona recibió como una bendición de cara al clásico del sábado ante Estudiantes.
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