Una señal: la única vez que la selección ganó en Quito, se clasificó para el Mundial
Aquel equipo, dirigido por Bielsa, venció por 2-0 a Ecuador en 2001, con cuatro fechas de antelación al final de la eliminatoria para el certamen de Japón-Corea del Sur; también hubo casos traumáticos
Sólo sonrió cuando el presentador anunció al capitán argentino como Celso Ayala, en lugar de Roberto Ayala. Siempre con las emociones bajo llave, Marcelo Bielsa ni con la clasificación asegurada al Mundial de Corea-Japón con cuatro fechas de antelación se permitió un desborde. “Tengo un sentimiento de alegría”, se limitó a responder cuando se intentó rasgar la coraza de siempre. En la cancha se había concedido cierta efusividad cuando José Pekerman, por entonces director general de los seleccionados, se le colgó en un emotivo abrazo y juntos se perdieron por el túnel del estadio Atahualpa. El 15 de agosto de 2001, la Argentina ganó por única vez en los 2856 metros de Quito y ese día aseguró su pasaje a una Copa del Mundo. El antecedente no puede ser más prometedor.
En la altura siempre traumática de Quito, la Argentina no la había pasado bien en los dos desembarcos anteriores. En el primero, en el debut de la Copa América de 1983, rescató un empate. En el segundo ‘ascenso’, por las eliminatorias para el Mundial de Francia 98, se acentuó esa sensación de misión imposible. Provocador, Daniel Passarella patentó la inolvidable frase “la pelota no dobla” antes de caer 2 a 0 ante el “Tri” que dirigía Pacho Maturana. Futbolistas como Batistuta y Caniggia sumaron sus quejas y agregaron nuevos lamentos.
Bielsa estudió la situación y eliminó las excusas. Es cierto que su selección aterrizó holgada en Quito, ya que lideraba las posiciones después de diez triunfos, dos empates y apenas una derrota. Nunca subestimó a la altura –hizo escala un día antes en Guayaquil–, pero tampoco la dimensionó. De su discurso eliminó las quejas. En las escalas anteriores le había ido bien de esa manera: ganó 3-1 en Bogotá y consiguió un 3-3 en La Paz, pero sólo providencial, ya que a minutos del final la selección caída 3-1. No se engañó ese plantel, que respetaba la altura pero no se escondía detrás de sus efectos. Reales, pero no paralizantes.
Bielsa comprendió que no podría imponer el habitual ritmo avasallante de su selección, pero de ninguna manera aceptó ceder el protagonismo. “Perder profundidad irá contra la naturaleza de este equipo, pero ahora debemos ser más pensantes. Manejar los ritmos, ser un equipo corto y resignarnos a que por momentos tendremos que meternos atrás”, le confesaba Diego Simeone a la nación. Y el entrenador, además de Zanetti y Sorin por las bandas, alineó a Pablo Aimar, Verón, Kily González y Crespo. Un latigazo de Sebastián Verón puso en ventaja a la selección y amplió Hernán Crespo, de penal. Por esa infracción –mano de Chalá ante un cabezazo de Simeone que iba al gol–, los locales se quedaron con diez futbolistas. Todo en el primer tiempo. Luego ingresaron Ortega y el Piojo López. Sin perder la iniciativa, aunque sí intensidad, la Argentina mantuvo el control para sellar el 2 a 0 final.
Aquel Ecuador dirigido por el Bolillo Gómez, con Agustín Delgado e Iván Kaviedes, había transformado al estadio Atahualpa en una blindada caja de seguridad. Antes de recibir a la selección, lucía seis éxitos –incluido, Brasil– y apenas había cedido un empate 0-0 con Colombia entre tantos golpes de autoridad. De todos modos, el técnico, que tres meses antes había recibido un disparo por parte de un dirigente que le recriminó haber excluido del Sub 20 a Abdalá Bucaram, hijo del ex presidente ecuatoriano, pedía calma. La fortaleza de ese equipo tricolor era tal que finalmente alcanzaría un logro histórico: dos fechas más tarde, por primera vez iba a desembarcar en una Copa del Mundo.
Pero la Argentina de Bielsa desafió la historia y ganó en Quito. No había sucedido hasta entonces y nunca más ocurrió. Ni con Pekerman (0-2, en 2005), ni con Diego Maradona (0-2, en 2009) ni con Alejandro Sabella (1-1, en 2013). Con las nieves eternas del volcán Pichincha como testigo, esa tarde la selección se convirtió en el noveno clasificado al Mundial que se jugaría en el Lejano Oriente. “La Argentina se divierte en la altura, no todos los días se juega contra el mejor del mundo”, se leyó al día siguiente en el diario El Comercio. Una victoria con rentabilidad inmediata, un buen recuerdo para espantar fantasmas.
El plantel viaja hoy hacia Guayaquil; a Quito irá el día del partido
La cuenta regresiva hacia el decisivo partido del martes comenzará a intensificarse. Por la mañana, Sampaoli entregará las primeras pistas del equipo. Luego del almuerzo, el plantel viajará a Guayaquil y a última hora de la tarde se alojará en el Hotel Hilton Colón. Mañana tiene previsto un entrenamiento en el estadio de Emelec y el mismo día del partido “subirá” a los 2856 metros de Quito, apenas unas horas antes.
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