La íntima revancha de los DT que se afirman sin el respaldo del sentimiento
Marcelo Gallardo es el mejor técnico de la historia de River, con títulos de todos los colores y una identificación imposible de replicar. Guillermo Barros Schelotto logró los dos últimos torneos locales en Boca con números impactantes. Edgardo Bauza consiguió la Copa Argentina en Rosario Central, un título luego de 23 años. El Muñeco era querido como jugador, pero se convirtió en ídolo como DT. El Mellizo era ídolo como jugador y perdió algo de ese aura en los dolores internacionales, sobre todo, luego de la final de todos los tiempos. El Patón es un símbolo canalla en las dos plataformas. Barros Schelotto y Bauza, por esos vaivenes en los que suele tropezar el fútbol, se despidieron por la puerta de atrás. Tal vez, ahora, es el tiempo de los técnicos que se destacan –un liderazgo claro, estrategias ganadoras, potenciar el plantel– sin las ventajas del sentimiento pasado. Lejos de los latidos del corazón.
Gustavo Alfaro es el caso estelar, pero no es el único. En Huracán creó una pequeña gran revolución –en juego, en números–, a pesar de que no era, en la teoría, del paladar de los fanáticos que suelen poblar el Palacio. Lo extrañan, más allá del rechazo por haberlos abandonado a mitad del río. Los maliciosos decían que no "era un técnico para Boca" y su respuesta es eficaz. Y hasta lo comparan con Carlos Bianchi, el mejor entrenador de la historia xeneize, que no tenía una pizca de sangre xeneize. Eduardo Coudet, el DT de Racing, el líder de la Superliga, es otro caso: los hinchas lo admiran –y admiran la forma de juego de la Academia, a pesar de los nervios de los últimos encuentros–, más allá de su simpatía por River y Rosario Central.
Son tiempos, éstos, de conductores sin afinidad con el pasado, más allá del caso Gallardo, que juega en otra liga. Ariel Holan, tal vez, es la contracara: por su estirpe roja, se mantiene en escena en una situación incómoda. Lo mismo le ocurre a Antonio Mohamed, en un breve ciclo en Huracán y hasta Paulo Ferrari, un hombre de Central, sufre los estragos de la indiferencia al sentimiento: duró 22 días. "Quiero un equipo que se identifique con la historia de Boca", fue una de las primeras reflexiones de Alfaro, apenas pisó la Bombonera. Tal vez, es el mismo pensamiento de tantos otros: que la identidad se consolide desde un ámbito nuevo, sin el afecto de otros tiempos.
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