Ni el despertar ofensivo ni los goles alcanzaron a despejar las viejas dudas
La victoria de 3 a 2 frente a los nigerianos demostró que el equipo dirigido por Sabella todavía ofrece grietas y no termina de consolidarse defensivamente, situación que complica el panorama de cara al futuro
PORTO ALEGRE.– Lejos de despejar dudas, el seleccionado las agiganta. Porque ni siquiera el triunfo ante Nigeria por 3 a 2, el despertar ofensivo de algunos de sus intérpretes ni la confirmación de que jugará octavos de final en San Pablo, por terminar como primera en el Grupo F con puntaje ideal, acortan la brecha entre el descontento general y la producción del plantel. Porque se podría destacar a Messi como factor decisivo (una vez más), la vitamina "M" que le aportó Lavezzi cuando ingresó, para inyectarles a los avances la tan pedida movilidad de Alejandro Sabella para los cuatro de arriba, la entrega de Mascherano, los remates al arco de Ángel Di María. Pero algo no cierra en este equipo que aun generando doce situaciones en el arco de enfrente (muchas de ellas de pelota parada o con disparos desde fuera del área) nunca dio garantías de que iba a ganar el partido.
Quizá para explicar lo que fue el funcionamiento de la Argentina haya que arrancar por el final, con Sabella a punto de hacer ingresar a Rodrigo Palacio por Higuaín, ya con sólo cinco minutos por jugarse. Pero no. La pelota no se iba, el cambio se demoró y algo hizo modificar la decisión del DT, ya que terminó ingresando Biglia (un volante) y el seleccionado se paró 4-1-4-1, con Mascherano por delante de la línea de 4; un escalón más arriba Di María, Gago, Biglia y Ricky Álvarez; Lavezzi de punta. Quizás este cambio sea un mensaje al futuro inmediato.
El entrenador se moría de ganas de poner un defensor, porque atrás el equipo jugó muy mal. Ofreció grietas ante un rival que no será de los más peligrosos a los que va a enfrentar si pretende llegar lejos en la Copa del Mundo. Y el partido le estaba pidiendo, más allá del recambio ofensivo ante la lesión de Agüero y la baja performance de Higuaín, solucionar una faceta defensiva que había recibido dos goles con idéntica cantidad de llegadas de Nigeria. Demasiado frágil el fondo. El equipo africano vulneró a la selección con dos contraataques en donde el medio campo quedó pasado de la línea de la pelota; en el primero, Mascherano; en el segundo, Gago, que en su afán por marcar de atrás terminó punteando la pelota y le generó una asistencia a Musa. Pero Sabella ya había quedado en el centro de la tormenta ante los jugadores con el esquema 5-3-2 del debut ante Bosnia. Si eso habrá jugado en su cabeza a la hora de resolver ese último cambio, sólo él lo sabrá. Es cierto que Nigeria tiene delanteros potentes como Emenike y Musa, autor de los dos tantos y más desequilibrios individuales, pero más allá de la oposición rival lo que falló en la Argentina fue su propia estructura.
En ataque, porque más allá de algunos ímpetus individuales, al equipo lo volvió a salvar la figura de Messi, como ante Bosnia e Irán. Los cuatro de arriba siguen yendo a una velocidad que el resto no puede acompañar, sobre todo Di María. Eso genera desequilibrio arriba, pero rompe al equipo atrás. Y el 3-2 llegó con un recurso de la pelota parada. Válido, por cierto, pero en el funcionamiento ofensivo no todo fue tan positivo como marcan los festejos ni las llegadas. Porque la movilidad de los delanteros, sosteniendo el 4-3-3 por el entrenador pero con la condición de que los atacantes ofrecieran una mayor movilidad para generarse los espacios, duró quince minutos. Ese arranque furioso con el remate de Di María al palo y el zurdazo de Messi que infló la red. Y algo más. Pero después faltaron ideas, cambio de ritmo. La Argentina tuvo paciencia para mover la pelota, pero por momentos demasiada en esa primera etapa, porque tuvo tanta pausa que lo único que conseguía era que Nigeria se reagrupara. Agüero se lesionó, pero hasta ese momento había participado muy poco. Higuaín está demasiado bajo para todas sus funciones; el pivoteo, la descarga, los remates a la carrera. Dos veces Messi lo dejó de frente al arco con pases filtrados, pero no resolvió bien.
El pase a Di María en el 1-0 surgió de Mascherano, pero una cosa que frenó el avance de la selección fue que el nacimiento de los ataques, desde el círculo central y lanzando largo, salía casi siempre desde Messi o Di María, cuando así perdía una referencia de descarga ofensiva, salteaba una línea y achicaba otra, porque anulaba desde el ataque la participación de Gago y Mascherano.
En defensa no hubo rendimientos positivos desde lo individual, salvo algunas intervenciones de Rojo; Mascherano alternó buenas y malas, Gago se mostró vulnerable; Ricky Álvarez y Lavezzi (cuando ingresaron) tuvieron más sacrificio defensivo que Agüero y Di María.
Otra vez Messi fue más confiable que la selección. Es cierto que, en la comparación, cualquiera que trate de medirse con el mejor del mundo saldrá perdiendo. Pero Sabella sabe que para ganar un Mundial se necesitarán otras referencias fubolísticas que respalden su magia. Sobre todo cuando se enfrente con rivales de mayor fuste.
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