Videos, trampa y Martín Fierro
Sorprendida, la prensa polaca tituló que el experimentado entrenador argentino de voleibol, Julio Velasco, había hecho "el gesto de Kozakiewcz". Wladislaw Kozakiewicz tenía 26 años cuando en 1980 unos 70 mil soviéticos silbaban cada uno de sus saltos en el Estadio Lenin. Eran los Juegos Olímpicos de Moscú, boicoteados por la invasión de la URSS a Afganistán. Ya había Papa polaco. Y, semanas después de los Juegos, Lech Walesa lideraría nuevas protestas del sindicato "Solidaridad" que forzaron al gobierno prosoviético de Wojcjech Jaruzelsky a declarar Ley Marcial y prisiones masivas. Aquel 30 de julio de 1980, en medio de los abucheos, Kozakiewicz, campeón europeo de garrocha, enterró las aspiraciones del crédito local Konstantin Volkov. Marcó su récord de 5,78 metros, se levantó y, repleto de felicidad, ensayó el "tomá de acá" más célebre de la historia polaca.
"El gesto de Kozakiewicz", televisado a todo el mundo, fue protestado por la URSS. El embajador en Polonia pidió que el atleta fuera despojado de su medalla por su "insulto al pueblo soviético". Se reunió un Comité en Moscú. Pero Kozakiewicz ya era un ídolo. Su gesto, que sería copiado por los obreros de Solidaridad, pasó a ser reconocido como un acto de rebeldía a la opresión soviética. Trybuna Ludu, principal periódico estatal polaco, y el deportivo Prezglad Sportowy, disimularon o directamente omitieron el corte de mangas. El gesto, buscaron suavizar las autoridades polacas, se debió (textual) "a un espasmo muscular involuntario causado por el esfuerzo".
Campeón polaco con 19 años, habitualmente rebelde, Kozakiewicz terminó huyendo en 1984 a la República Federal Alemana. "Hice el gesto –intentó explicar siempre– porque me sentía la única persona en el mundo que era silbada por romper el récord mundial". Se lo repetía a cualquiera que se lo preguntaba por la calle. Pero la gente le guiñaba el ojo y le decía: "OK, sabemos que tenés que decir eso, pero todos sabemos por qué lo hiciste". Contra su voluntad, Kozakiewicz fue algo así como un Alí polaco.
¿Y Velasco, humano al fin? Sabio y galardonado, su explosión ante Polonia por lo que sintió como una injusticia flagrante, pudo sorprender porque, más de una vez, Velasco dio cátedra al cuestionar cierta tendencia –muy nuestra– a victimizarnos. Otro técnico nacional, Mario Ledesma, contó días atrás en TyC Sports cómo mejoraron los Jaguares desde que dejaron de pensar en complots y de qué modo árbitros, entrenadores y jugadores dialogan para mejorar el juego del rugby. Cómo intercambian mails, videos y hasta se reúnen antes y después de un partido para aclarar jugadas dudosas con los árbitros. "Esto lo tienen que trabajar", le dice el árbitro. "Esto del rival me hace ruido", responde el entrenador. ¿O no vemos al árbitro de rugby avisándole al jugador en pleno partido que, si no corrige, le cobrará infracción? Eliminada la victimización, Jaguares, más disciplinado, logró mejores resultados. Aún así, con VAR, TMO o el videoarbitraje que fuere, parece que siempre habrá interpretación humana que genere sospechas.
"El fútbol argentino –dijo tiempo atrás el Tata Martino– es histérico, tramposo, ventajero". Llorar, es cierto, parece un deporte nacional. Aún hoy muchos apelan al Martín Fierro como argumento supuesto de una "mala argentinidad". Al relato del gaucho matrero y desertor, omitiendo que Fierro fue obligado a dejar a su familia, reclutado por un Ejército que le hizo sufrir hambre, impago y estaca y que, con su familia perdida, cayó en el alcohol, mató y se fue a vivir con los indios. Omitiendo además al segundo poema de José Hernández, La Vuelta, en el que Fierro cambia y, conciliador, aconseja al gaucho a adaptarse a la civilización. La reunión con el segundo hijo, que le habla de su tutor, el Viejo Vizcacha, avaro, bandido, ladino y él sí ventajero, que le dice que desconfíe del llanto de la mujer y del perro que renguea, pero que se haga "amigo del juez". Es el viejo que escupía asados y que al morir sufre vandalismo vecinal de supuesta gente de bien. "Y en tan tremendo entrevero/ apareció hasta un tintero/ que se perdió en el juzgao".
¿Seremos como el Martín Fierro? ¿No son también argentinos José Pekerman, Marcelo Bielsa, Manu Ginóbili, Gaby Sabatini, Peque Paretto y hasta Roberto De Vicenzo? ¿Acaso el espíritu ventajero y victimista que predomina entre nosotros existe solo en el deporte? ¿O el deporte simplemente expone conductas que otros hacen a escondidas y en salones más decorados?
"Siempre el amigo más fiel/ Es una conducta honrada", aconseja a sus hijos el Martín Fierro de La Vuelta. Les habla de astucia, experiencia, prudencia y picardía. "Picardía" se llama también otro de los personajes, huérfano, vago y tramposo, aunque busca enmendarse. "Todo consiguió olvidar/ pero el nombre de Picardía no se lo podía sacar". Como el Martín Fierro de la Ida. El que se preguntaba cómo podía el pobre saber qué es lo bueno si los que mandan predican lo malo con sus actos.
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