El caballo encontró la fama en la acumulación de derrotas; su llegada a programas de TV y un proyecto con Antonio Banderas
Zippy Chippy fue una celebridad en las antípodas del exitismo. Se convirtió en una leyenda por la acumulación consecutiva de derrotas. Nadie fue tan adorado perdiendo tanto como ese caballo cuyos genes sugerían que chocaría inevitablemente con la gloria. Sin embargo, no logró ganar ninguna de sus 100 carreras en Estados Unidos.
Nacido el 20 de abril de 1991 en un campo neoyorkino, aquel potrillo que crecía al pie de su madre Listen Lady estaba en el radar de muchos por el potencial que podía tener: en su árbol genealógico se escondían un ganador de la Triple Corona norteamericana, Bold Ruler, y una de las yeguas más influyentes en la cría en el siglo XX, La Troienne. Su criador, Capritaur Farm, tenía enormes expectativas en lo que depararía el futuro competitivo. No le alcanzaron diez años peregrinando en los hipódromos de su país para llegar al disco siquiera una vez al frente de un lote.
Al momento de comenzar su entrenamiento no ilusionaba, aceleraba poco. La primera aparición en público fue en septiembre de 1994, con un octavo puesto entre 10 participantes. El entrenador Carl Domino y el propietario Charles Frysinger cruzaron miradas en una tribuna de Belmont Park que causaban más desilusión que esperanzas. En su aventura, con el correr de los meses, el dueño sumó a unos familiares a la sociedad, aunque el corcel duraba poco en manos de los cuidadores. Pronto renunciaban a esperar lo mejor de él. No lo veían deportista.
El altruismo de los Frysinger tuvo su límite tras más de un año y algunos terceros puestos como mejores resultados en más de una decena de intentos. Zippy Chippy fue a una subasta en Nueva York y lo pagaron 2500 dólares. Ya pocos lo miraban con deseo. Empezó a cambiar de propietarios y preparadores como si fuera un fierro caliente. Hasta que el portorriqueño Félix Monserrate, que era entrenador, llegó a su vida de una manera insólita. Durante 1995 lo adquirió en una permuta por una camioneta blanca de 1988. Su compatriota Luis Huertas se quedó con el vehículo a partir de la necesidad de hacer un viaje a Florida y terminó trabajando en el equipo de Félix de regreso a Rochester. Nunca más cambió de manos el caballo. Aunque no encontró jamás el camino del éxito.
"Intenté en algunas ocasiones venderlo, pero nadie lo quería porque pateaba y mordía mucho. Pero en una ocasión, mi hija Marisa, de 7 años, se fue de nuestra vista y cuando la encontramos estaba adentro del box de Zippy Chippy, acariciándolo y los dos estaban muy tranquilos. Desde ese día en adelante, el caballo se convirtió en la mascota de la familia y no intenté venderlo más, aunque seguí corriéndolo siempre con la esperanza de que ganara."
Félix Monserrate, entrenador
“Intenté en algunas ocasiones venderlo, pero nadie lo quería porque pateaba y mordía mucho. A nadie le gustaba por ser muy nervioso. Pero, en una ocasión, mi hija Marisa, que tenía 7 años, se fue de nuestra vista y cuando la encontramos estaba adentro del box de Zippy Chippy, acariciándolo y los dos estaban muy tranquilos. Desde ese día en adelante, el caballo se convirtió en la mascota de la familia y no intenté venderlo más, aunque seguí corriéndolo siempre con la esperanza de que ganara”, recordó alguna vez Monserrate a los medios especializados.
En la derrota, Zippy Chippy construyó su mito y elevó el perfil. Gracias a eso, el 17 de agosto de 2000 corrió una carrera de exhibición sobre unos 35 metros... contra José Herrera, un beisbolista que por entonces jugaba en los Rochester Red Wings. Fue como si corrieran de una base a otra, y ganó el hombre, que fue llevado en andas y se quedó con un trofeo como show previo al comienzo de un partido de la International League. Al año siguiente, en marzo, sí se impuso sobre un caballo de trote al que le había dado una ventaja de unos 20 cuerpos (algo más de 50 metros). Todo eso fue parte de campañas publicitarias.
Zippy Chippy vs. un caballo de trote
Zippy Chippy no entró en el libro Guinness, pero sí en el corazón de los fanáticos. Un caballo bautizado Thrust perdió sus 105 carreras durante la década del 50. Eran tiempos sin internet ni redes sociales y lejos de cualquier tipo de repercusión positiva para esos flojos antecedentes. Doña Chepa, una yegua, acumuló 135 salidas sin victorias desde su debut en febrero de 2001 y recibió una placa en septiembre de 2007 por batir el récord mundial de la australiana Ouroene, que compitió entre diciembre de 1976 y noviembre de 1983 en los hipódromos de Sydney. Fueron casos con menos exposición mediática.
Se le prohibió competir en varias pistas luego de negarse a largar en repetidas ocasiones. Igual, el público seguía apostando por él. Junto a su ración comía snacks, pochoclos y le gustaba la cerveza, lo que lo convertía en un espíritu afín para la mayoría de los que estaban en las tribunas animándolo derrota tras derrota.
Fred Lipki, director de publicidad del modesto hipódromo estadounidense de Penn National, describió en febrero de 2001: “Tuvimos casi 2000 espectadores, el doble de concurrencia que un día normal, y el caballo tenía apuestas de 4-1, mucho menos de lo que merece por su pobre campaña. La gente lo apostó con el corazón, no con la cabeza”. Terminó último. Ya casi no había lugar donde lo admitieran cuando su edad era tan avanzada como algunas mañas. De hecho, se le prohibió competir en varias pistas luego de negarse a largar en repetidas ocasiones. Igual, el público seguía apostando por él. “Junto a su ración comía snacks, pochoclos y le gustaba la cerveza, lo que lo convertía en un espíritu afín para la mayoría de los que estaban en las tribunas animándolo derrota tras derrota”, lo presentaban las noticias de la época.
Su última salida, la centésima, fue el 10 de septiembre de 2004 en Northampton, en Massachussetts. Fue el segundo caballo más jugado, y otra vez cerró la marcha. Los aficionados lo jugaban porque consideraban que tener un boleto suyo como recuerdo era un objeto de museo. Como si fuera un guante de Muhammad Ali, una camiseta de Diego Maradona, un anillo de Kobe Bryant o un botín de Lionel Messi. Un souvenir invalorable.
Su condición de perdedor frecuente le había dado una insólita popularidad. Monserrate visitó al reconocido y satírico conductor Jay Leno en su programa “The Tonight Show”, uno de los más vistos de los Estados Unidos, y el caballo apareció en las páginas de la revista People, en una edición que lo incluyó entre las 50 personalidades más intrigantes del país. “Es como mi hijo. Y cada vez que corre, me hace sentir bien”, decía quien falleció en 2015, mucho antes que el sangre pura de su propiedad que en toda su campaña logró solamente 30.834 dólares en premios, especialmente gracias a ocho segundos puestos y una docena de terceros.
“Digamos que tienes tres hijos. Uno es abogado y le va bien. Otro es un médico, muy, muy exitoso. Pero el tercero no es tan inteligente, y está trabajando, por ejemplo, en un local de comidas rápidas. ¿A qué te dedicas? ¿A ignorarlo? ¿Lo echas de la casa? Es al que tienes que ayudar más. Ése es Zippy Chippy”, decía el boricua. En una Navidad que pasó de regreso en su tierra luego de casi 20 años, confesó que había firmado un contrato y estaba en producción una película sobre su caballo. El español Antonio Banderas era el elegido para hacer su papel. Aquel proyecto nunca se supo que avanzara.
“De una escuela en Londres me llamaron en una ocasión para entrevistarme por teléfono y hablarles a unos estudiantes que veían al caballo como un ejemplo de perseverancia para no rendirse en la vida”, llegó a confesar el propietario. No era capaz de ganar una prueba, pero había trascendido las fronteras de la competencia. A tal punto que marcó sus cascos delanteros en una placa de cemento en un hospital, como suele suceder con las estrellas de Hollywood que dejan las huellas de sus manos y pies inmortalizadas en el Paseo de la Fama. En el hospital, cuando los enfermos mejoran les regalan una medallita con el nombre del caballo como premio en su motivación para recuperarse. Un mimo.
Tres meses después de su última carrera, se anunció que no volverían a intentarlo. Ya 100 derrotas eran suficientes. No obstante, se mantuvo en las pistas en otra función: montado por palafreneros, Zippy Chippy fue por años uno de los caballos de compañía hasta los partidores que tenían los competidores en Finger Lakes, otro hipódromo neoyorkino, en Farmington, a un puñado de millas de su campo natal.
Por tratarse de un caballo castrado y sin posibilidades de ser destinado a la reproducción, la fama le llegó en su rol de antihéroe. Sobre todo, cuando dejó definitivamente las canchas y fue llevado a una cabaña especial. En 2012 participó de una gira por el estado de Kentucky. El plan era que su imagen sirviera para concientizar sobre la necesidad de darle un lugar seguro a los caballos después de su retiro de las pistas, cuando no continúan como padrillos.
Por entonces, Michael Blowen, fundador y presidente de Old Friends, hizo públicas las negociaciones con Monserrate para darle un lugar en su granja, aunque también comentó que pocas veces necesitó de tantas charlas para cerrar un acuerdo. Se dijo que debía pagar 5000 dólares por tener allí al que era ya una celebridad, lo que significaba la primera vez que el centro de retiro gastaba dinero para contar con un nuevo habitante. “Finalmente, era una estrella”, dijo Michael.
“Fue nuestro personaje principal aquí y vivió su vida a su manera. Estaba muy contento y no hacía nada que no fuera mostrarse de buen ánimo”, describió Joann Pepper, propietaria y gerente de la cabaña. Zippy Chippy encontró su mayor éxito retirado, atrayendo a cientos de fanáticos en las visitas de cada año. Al cumplir los 30 hubo una celebración especial, con un gran cartel convocante a la vera de la ruta y una torta de zanahorias en el festejo. No sólo eso. Su historia llegó a dos libros. Uno en tono de humor, del ingenioso William Thomas. Otra, una ilustración que le permitía interactuar a los más pequeños.
Murió en abril de 2022, a cinco días de cumplir los 31 años, en aquella cabaña de retiro al norte del estado de Nueva York. La presidenta no oficial del club de fans, Rosanne Frieri, lo despidió: “Podría ser una broma para algunos, pero las personas que conocen la verdadera historia de Zippy están desconsoladas. En un deporte en el que ganar puede parecerlo todo, el caballo nos enseñó que perder es algo natural”. Su imagen llegó a los estampados en remeras o las tazas de café, con una leyenda: “Los ganadores no siempre terminan primero”.
Más notas de Cracks deportivos
"Les tapamos la boca". El 'Barón' que sorteó la muerte y tuvo más de 20 años un récord olímpico que sólo Lange pudo quebrar
"La gente te odia". La leyenda Popovich: cómo armó la dinastía Spurs, lo que veía en Ginóbili y la mujer que lo ponía "en caja"
"Son los botines nacionales". El campeón de África tiene su secreto: jugar con sandalias de 1,50 dólares que hasta Gucci quiere copiar
Más leídas de Deportes
Se acerca. Copa América 2024: fixture, grupos, sedes y todo lo que hay que saber
Día y sede definidos. Cuándo se juega la final de la Copa de la Liga 2024
La TV de hoy. La semifinal de la Champions entre Real Madrid y Bayern Munich, el partidazo Estudiantes-Boca y el mejor tenis en Madrid
Impacto en Madrid. Cerúndolo jugó uno de sus mejores partidos, sacó al 5 del mundo y logró un hito que no ocurría desde 2012 con Del Potro