Así está la Argentina hoy: "Hola Mr. Trump; adiós viento de cola"
El actual escenario de incertidumbre y volatilidad a nivel internacional no resulta propicio para nuestro país. La apreciación del dólar y la recomposición de las tasas de interés real de la Reserva Federal (Fed), que debe decirse no es nuevo, sino que sucede desde 2012 y se profundizó con las políticas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump , auguran que el actual escenario de estancamiento del precio de las commodities y fin de vientos de cola, persistiría por el resto de la década. Períodos similares han generado profundas crisis económicas en nuestro país: 1975, 1982, 1989-1990, 1995, 2000-2001 y 2008-2009.
La fortaleza del dólar implica perdida de competitividad de países emergentes atados al dólar y, por lo tanto, esto genera que se deprecien sus monedas. América Latina (con excepción de Venezuela) ha generado políticas macroeconómicas consistentes: acumulación de reservas, inflación menor a un digito y sostenibilidad fiscal durante el boom de commodities que han permitido una importante resiliencia ante los shocks externos adversos.
La Argentina enfrenta esta crisis con una vulnerabilidad macroeconómica extrema. El país ha presentado tasas de inflación que mas que triplican el promedio de la región en la ultima década. Al habitual racconto de la herencia recibida se agregan los errores de diagnóstico y fallas de coordinación que dificultan la resolución efectiva de los desequilibrios heredados.
Eso hace que las depreciaciones de las monedas en América Latina sean mas exitosas que en nuestro país, donde el traslado a precios es completo y automático. El tipo de cambio termina haciendo el ajuste vía licuación de salarios y deudas; algo que una consolidación ordenada del sector público podría evitar.
El uso de la tasa de interés como única herramienta antinflacionaria, provocó una gran apreciación del peso inicial insostenible, ya que la entrada de dólares tuvo origen casi exclusivo en el financiamiento del déficit vía endeudamiento externo y en flujos de capitales externos de corto plazo.
Hoy, la Argentina es el país de mayor tasa de interés de referencia del Banco Central del mundo, superando ampliamente a Venezuela, Haití y Turquía, propiciando un escenario persistente de contracción de la actividad económica luego de la corrida cambiaria.
Para amortiguar los efectos recesivos se han propuesto políticas "heterodoxas", tales como aminorar el ajuste sobre las obras públicas, subsidiar tasa de interés, subir la imposición sobre el turismo al exterior, reactivar precios; políticas que resultan inconsistentes con el acuerdo con el FMI y con un escenario de estanflación.
La salida de un régimen inflacionario de dos dígitos no es fácil. La magnitud del desafío a largo plazo es notable. El producto bruto interno (PBI) per cápita argentino creció durante el último siglo a la mitad de lo que creció el de Australia. Según nuestros cálculos del Centro de Estudios de la Productividad, para que la Argentina crezca como Australia, necesita invertir un cuarto de su PBI durante varias décadas, triplicar el volumen físico de sus exportaciones y generar importantes ganancias de productividad.
Por lo tanto, para financiar la inversión necesaria para crecer, la Argentina enfrenta desafíos mayúsculos: aumentar en forma permanente su ahorro interno y tener una moneda que permita sostener la capacidad adquisitiva de esos ahorros, logrando por fin un mercado de capitales profundo y sostenible.
Según las series Arklems+Land, la productividad total de los factores en la Argentina se encuentra estancada, inclusive por debajo de 1974, previo al Rodrigazo. Pero el dinamismo de la productividad solo tendrá efectos sobre la competitividad en la medida que el país reduzca en forma permanente su tasa de inflación anual a un digito.
Para ello, la resolución permanente de los desequilibrios de las cuentas públicas es la variable fundamental que permitiría reducir apreciablemente la presión tributaria y los costos laborales en máximos históricos que afectan la competitividad de la industria. Es un desafío mayúsculo, dado que el gasto público social es inflexible a la baja.
Se han planteado diversas políticas de desarrollo productivo, como incentivar los sectores de servicios basados en el conocimiento, la sustentabilidad energética, el mejoramiento de la infraestructura económica y social, la innovación tecnológica y la generación de empleo de calidad. Pero no hay sectores y productos "mágicos" "únicos" que nos salven del esfuerzo de ganar competitividad, crear empleo e innovación tecnológica relevante en un marco de estabilidad macroeconómica.
Por lo tanto, deberían ponderarse las magnitudes de la herencia recibida, proponer un plan estratégico creíble que brinde certidumbre y realizarse una gestión integral y consistente de la política económica en manos de un único ministro de Economía, que tenga en su poder las decisiones de gasto, financiamiento y tributación, sin crear falsas expectativas con respecto a los desafíos que tiene que asumir no ya solo el Gobierno, sino la sociedad argentina en su conjunto, evitando una nueva crisis de solvencia que elimine de un plumazo los eventuales logros alcanzados.
El autor es director del Centro de Estudios de la Productividad y coordinador de ARKLEMS+LAND
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