Calcaterra volvió a la habitación de los sospechados de corrupción después de pasear por el patio de los “distraídos”
La misma Sala de Casación que había dicho que lo suyo era una mera falta electoral por no haber pedido recibo por los aportes de campaña volvió sobre sus pasos y anuló la resolución
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Ángelo Calcaterra, empresario, exconstructor, arrepentido en la causa cuadernos y distraído, volvió al lugar de donde jamás debió haber salido: la habitación donde esperan casi 150 personas para ser juzgados por corrupción. Por un tiempo, gracias a las aberraciones jurídicas en las que caen algunos magistrados por desconocimiento o interés, se paseó en el patio de los distraídos que aportaron a la democracia mediante el pago de dólares en sótanos pero que olvidaron pedir recibo al que recaudaba. Como se dijo alguna vez, pasar por estúpido que no pidió el ticket pero no por corrupto.
Lo paradójico del asunto es que los mismos jueces que le habían dado la llave de la puerta de salida le pidieron que regresara. Y para colmo, cambiaron la cerradura. Sólo en la Argentina a la que le resulta cada vez más difícil juzgar al poder puede permitirse semejante dislate. Mientras tanto, pasaron dos años de planteos. El tiempo transcurre en estos juicios. Pero claro, las robustas billeteras de los procesados sostienen cualquier laberinto temporal con tal de no llegar nunca a discutir los hechos.
Para que se entienda, a modo de ejemplo y sólo con un fin didáctico, lo que pasó es que Calcaterra estacionó en un semáforo y un policía que andaba por ahí le pidió la documentación del vehículo. El empresario no tenía sus papeles y le entregó al funcionario un monto importante de dinero. “Vaya nomás”, podría haber dicho aquel policía con una sonrisa.
Resulta que esa escena fue registrada, denunciada y la Justicia lo fue a buscar. Efectivamente, reconoció Calcaterra, había entregado dinero. Contó como fue, cuánto, dónde y a quién. Cuatro años después, ante la jueza Maria Romilda Servini de Cubría –verdadera iniciadora de este desatino judicial que empezó a quedar atrás–, alegó que el pago había sido porque se percató que ese día hacía calor y le dio dinero al policía para que se compre un refresco. La jueza le creyó, el fiscal electoral Ramiro Gonzalez también, una sala de Casación hizo lo propio –Diego Barroetaveña, Daniel Petrone y Carlos Mahiques– y finalmente, a juzgarlo porque no pidió recibo al policía.
Por unos meses, esa puerta que abrieron estos tres jueces, especialistas caminar para atrás con ojotas o, en lunfardo, “recular en chancletas”, estuvo a disposición de 150 procesados entre funcionarios, empresarios, testaferros y cómplices varios acusados desde 2018 de haber pagado y cobrado coimas. Pero resulta que gracias a estos magistrados, los que pagaban eran hombres de la democracia que financiaban a los partidos políticos y los recaudadores, apenas voluntarios de los engranajes de la política que olvidaron llevar el talonario de recibos.
Fue el vilipendiado periodismo, una parte, claro; la opinión pública; varias organizaciones de la sociedad civil y los millones de mensajes en las redes sociales quienes dieron a conocer la colosal maniobra de impunidad de la resolución cocinada en el calor de los escritorios de robles de poderosos empresarios, políticos, jueces y abogados defensores. El descontento se sintió fuerte. Todo fue receptado por un fiscal, Raúl Pleé quien se ocupó de encontrar el molde para receptar ese enorme malestar, que hasta se sintió entre los colegas de Comodoro Py, y redactar una pieza jurídica que permita a los jueces arremangarse la camisa, colocarse una buena goma en el codo y borrar lo que habían escrito ellos mismos hace poco tiempo. Uno de ellos, Mahiques, fue el único que mantuvo su opinión. Al fin y al cabo, la receta para devolver a Calcaterra al lugar de los sospechados de corrupción fue la nulidad por no haber convocado a una de las partes, la Unidad de Información Financiera (UIF), también querellante en la causa. Es decir, acá no ha pasado nada; aquella resolución no causó efecto alguno.
Si Servini de Cubría mantiene su postura de quedarse con el caso Calcaterra porque considera que aportó para la campaña, pues habrá una disputa de competencia y la cosa irá a la Corte. Un par de años más habrá ganado el primo de Mauricio Macri. Y con él, gran parte de los procesados se ilusionarán con el tiempo. Habrán triunfado, una vez más, los procesados, dueños de billeteras llenas de ceros que antes eran del Estado, pueden pagar defensas largas e intrincadas. Porque en el mundo de los poderosos, la dilación es la defensa. Total, en la Argentina sin culpables ni inocentes, una sospecha no se le niega nadie.
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