La iniciaron hoy criadores de la raza equina Criollos en Jujuy; se trata de una reunión anual donde se busca estrechar lazos de amistad y destacar al caballo como “medio de unión”
Unos 240 jinetes de distintas provincias partieron este lunes desde la Posta de Hornillos -unos tres kilómetros al sur de Maimará, en Jujuy- para llegar, el viernes, a Tiraxi, a 150 kilómetros. Es la edición 31 de la Marcha de Criadores de Caballos Criollos “Fernando Font Estrugamou” y es la segunda vez que se realiza en tierras jujeñas.
No se trata de una competencia, sino del modo en que los criadores de estos caballos eligen reunirse cada año. Los caballos criollos originalmente eran netamente de trabajo, aunque desde hace unos años se los usa para el tiempo libre y para marchas de resistencia.
El criador Mariano Andrade, de la cabaña Santa Celia, los define como un animal “muy rústico, de estructura de mediana a chica, de bajo costo de mantenimiento y muy versátil”. Un animal castrado -para uso y no para reproducción- cuesta entre $150.000 y $300.000.
La presidenta de la Fundación de Equinoterapia del Azul, Elena Cataldi, organizó el recorrido, que hizo varias veces para reducir el riesgo. Serán entre 20 y 30 kilómetros diarios, unas ocho horas de cabalgata. Participan jinetes de más de 80 años y también niños.
Este lunes pasarán por Purmamarca y harán noche en Tumbaya Grande; mañana terminarán en El Rincón del Tata; el miércoles realizarán un recorrido en herradura por esa zona para seguir el jueves hacia León y descansar en la escuela de Tiraxi, emplazamiento de la comunidad de pueblos originarios de Ocloya. Cerrarán con una cabalgata por esa misma zona.
“Utilizamos al caballo como un medio de unión y para estrechar los lazos de amistad, compartiendo en familia, conocer diferentes destinos del país, su gente, su cultura y sus tradiciones”, cuenta Cataldi.
Guillermo Manfredi cría caballos criollos desde 1983. Empezó en Buenos Aires y ahora está en La Paz (Entre Ríos). “Es una pasión”, sintetiza; participa de la cabalgata con su esposa y dos de sus hijos, mientras que el tercero participa de una muestra en Junín de los Andes.
“La primera semana de febrero siempre la hacemos; empezó con diez personas y fue evolucionando -agrega-. Viene gente de todo el país. Se ha hecho en Buenos Aires, Neuquén, la costa, Sierra de la Ventana, Mendoza, en estancias antiguas, en Córdoba, por todos lados”.
Cada jornada los criadores y sus familias comparten fogones, música e historias. Además de quienes van en los caballos, hay acompañantes que se encargan de trasladar los equipamientos para el acampe.
Andrade empezó a criar hace 54 años, es uno de los más antiguos del país. Insiste en que es muy “dúctil” y permite actividades en las que puede participar toda la familia pero, a la vez, es de “gran resistencia”. Esa característica se puede apreciar en las marchas que se realizan en Pehuajó, donde se recorren 700 kilómetros en 14 días. “Los caballos pueden seguir con lo que comen en el campo”, apunta.
La raza es ideal para la equinoterapia, que utiliza al animal como herramienta para alcanzar objetivos de rehabilitación, integración y desarrollo tanto físico como psicosocial de personas con discapacidades. El tamaño (la alzada media es de 1,45 metros y pesan unos 450 kilos) y movimientos del criollo lo hace muy adaptable. El que sea manso y dócil también es clave.
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