
Crecer: definir bien los roles y tener números claros son los pilares que llevan a lograr una empresa familiar de éxito.
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Sobre Guillermo Ducos pesan muchas generaciones dedicadas a la agricultura. Franceses, españoles, algún italiano y muchos argentinos, convergen en este hombre de Pigüé -sudoeste bonaerense-, que, según dicen, aprendió a ser empresario rural a partir de un pensamiento organizado y pragmático, "calificación con la que me siento representado y pienso que tiene algo que ver con mi formación como ingeniero industrial, disciplina que, aunque nunca ejercí, dejó en mí su impronta". Padre de cuatro hijos -que le han dado ya ocho nietos-, está casado con Ivonne Meiller, y a los sesenta y seis años reparte su tiempo entre la empresa que encabeza -Guillermo Ducos e Hijos S. de H.- y su afición por la paleontología y el turismo de aventura. Hace pocos meses, nos comentó, acompañando a investigadores del Museo de Ciencias Naturales de Zapala, "participé en el hallazgo de distintos fósiles, entre ellos de un cocodrilo, cuyo origen se remonta a los tiempos en que la Patagonia estuvo cubierta por el mar". Recordar estas aventuras, en las que lo acompaña Ivonne, apasiona a Guillermo casi tanto como planear, junto con sus hijos, el crecimiento de la empresa, "en la cual trato de delegar, pero sin dejar de ser cabeza de un equipo en el que cada uno tiene un rol bien definido".
Algo distinto
Guillermo, cuya experiencia en empresas familiares se remonta a la que su padre formó con él y sus hermanos -"la que duró diez años"-, aprovechó la práctica adquirida cuando decidió asociar a sus cuatro hijos. El paso previo había sido unificar los campos heredados de Jorge Ducos y Elena Frayssinet, y también algún lote comprado. "Armamos con mis hermanos algo así como un gran panel, en el que fuimos moviendo fracciones, ubicadas a bastante distancia unas de otras; así conseguimos concentrar, alrededor del lugar básico elegido por cada uno, propiedades dispersas. Estaba convencido de que esa concentración simplificaría el manejo de la empresa que proyectaba formar."
Nuevos integrantes
El punto de partida fue una sociedad de hecho, a la que incorporaba con un 15% a cada uno de sus hijos cuando cumplían dieciocho años; esto se complementó con el ofrecimiento de trabajar part time en la empresa cuando terminaran sus estudios universitarios. Dicha condición es lo que diferencia a ésta de otras asociaciones familiares. Tres de ellos aceptaron, mientras que la menor, cuya profesión nada tiene que ver con el campo, prefirió participar de la empresa sólo como socia. Ducos sostiene que, si bien la tecnología de producción y manejo amplió las posibilidades de las empresas agropecuarias, éstas no son de goma. Campos que eran el sostén de una sola familia pudieron serlo de tres en la generación siguiente, a condición de estar bien manejados y tener margen de crecimiento. "Yo fui uno de esos tres, y aunque me preocupé por aumentar la superficie heredada, siento que mis hijos deberán aportar a esa base el producto de su propia actividad, si quieren mantenerse más o menos en la misma franja económica." Cuando menciona crecimiento, Guillermo Ducos se remonta a más de treinta años. "Mi padre ingresó en el CREA Pigüé, algo que significó una verdadera «revolución productiva». En muy poco tiempo supimos que debíamos dejar lo que hasta entonces había sido un muy buen manejo mixto -trigo y ganadería en campo natural o pastoreando rastrojos- por la implantación de praderas, con el consiguiente plan de rotaciones, y agricultura mucho más rendidora, basada en un paquete tecnológico que incluyó el manejo del suelo según sus condiciones, la utilización de mejores semillas en una siembra muy cuidada y la incorporación del girasol, que permitió aprovechar mucho mejor la tierra agrícola. A esta transformación productiva, que nos llevó en realidad cuatro o cinco años, se agregó algo por entonces poco utilizado: el análisis económico, que nos fue mostrando en qué áreas la empresa iba bien y en cuáles era necesario ajustar manejo, tanto técnico como económico-financiero." Fue precisamente esa experiencia adquirida en aquella empresa con su padre la que sirvió de base a la actual.
No son consejos, pero ayudan...
Algunas reflexiones de Guillermo Ducos -que no quiere llamar consejos- muestran cómo se maneja la empresa integrada con sus hijos. "La experiencia dice que las asociaciones familiares rara vez se prolongan por varias generaciones. Algo que puede ayudar a su permanencia es tener números y roles bien claros y analizar a fondo cada decisión, lo cual significa trabajar en equipo y discutir todo lo necesario, teniendo en cuenta que es muy difícil el consenso total. Estas dos condiciones las defendemos a ultranza en Guillermo Ducos e Hijos, ya que de algún modo pueden significar el reaseguro de permanencia en el tiempo. "Toda empresa debe manejarse de modo tal que en cualquier momento sea posible determinar qué se puede esperar de la misma, o sea, cuánto se retirará, cuál será el honorario o la participación de los socios, qué deberá amortizarse y qué se destinará a crecimiento; otro dato que debe estar disponible en las reuniones informativas es cuánto se ha crecido -o retrocedido- en determinado período y cuáles son los planes de expansión. "Las próximas generaciones deberán mantenerse en una escala eficiente, para lo cual las asociaciones -familiares o no- son una buena herramienta. Esto no excluye que cada uno de los socios tenga además un nicho propio y lo potencie de acuerdo con sus propias circunstancias."




