El campo significa el 60% de los ingresos de la Argentina y un tercio de los puestos de trabajo. En cinco años, podemos generar más de 1.100.000 empleos directos e indirectos, y producir alimentos para más de 680 millones de personas. Queremos hacerlo y tenemos aún una gran oportunidad: el mundo sigue demandando alimentos y nuestro país tiene todo para volver a ser competitivo.
Sin embargo, nada de esto se podrá conseguir si seguimos haciendo lo mismo. Las políticas públicas equivocadas, que se llevaron adelante desde el gobierno nacional, provocaron terribles pérdidas que resintieron el empleo y el crecimiento en todas las provincias del país.
Entre otras consecuencias, la participación en la producción mundial de trigo cayó del 10 al 1% y la producción de leche es la misma que en 1999, mientras que en todo el mundo creció 30 por ciento. La exportación de carne vacuna descendió del tercer lugar al décimo tercero.
Las producciones regionales agonizan: en Corrientes y Entre Ríos los embarques de arroz se achicaron 67%; en el Nordeste, la actividad forestal cayó 39%, la producción de pollos se achicó 34%; en Río Negro y Neuquén, el 25% de la producción de manzanas y peras no se pudo cosechar por falta de rentabilidad; en Mendoza, los vitivinicultores y productores de ajo pasaron de tener el 9% del comercio mundial a sólo el 4%; en Tucumán, la exportación de limones cayó 85% y en la Patagonia hay 1000 campos abandonados por falta de rentabilidad de la producción ovina. Éstas son sólo algunas de las actividades afectadas.
De cada 100 pesos de ingresos que tiene el campo, 93 se destinan a impuestos. Ya no hay actividad agropecuaria que sea rentable. No son sólo números, son oportunidades perdidas. Es el drama de los productores en todo el país.
En este marco nos dicen que hablamos desde la bronca cuando proponemos un cambio, cuando pedimos políticas que permitan salvar puestos de trabajo y recuperar las economías regionales. Se equivocan, no hablamos desde la bronca, hablamos desde el dolor de ver a miles de productores obligados a terminar con las empresas que crearon sus abuelos y a nuestros hijos expulsados del lugar donde nacieron porque no tienen posibilidades de progreso.
La realidad que estamos atravesando es muy grave y llegó a una situación terminal. Necesitamos que esta realidad sea prioridad de quienes conduzcan los destinos del país los próximos años. Necesitamos un plan integral para el desarrollo del campo y las agroindustrias, eliminar los impuestos que gravan las exportaciones, terminar con las restricciones y el cepo, desarrollar obras de infraestructura y caminos, crear bancos de fomento al servicio de la producción e incentivos impositivos que estimulen la inversión, y contar con una moneda estable.
Seguimos alzando la voz porque estamos convencidos de que todavía es posible superar estructuralmente la pobreza, reducir la desigualdad social y regional, generar arraigo a través de la promoción de los desarrollos locales y la creación de empleos calificados a lo largo y a lo ancho del país. Y el campo está dispuesto a trabajar denodadamente para ello.
El autor es presidente de la Sociedad Rural Argentina
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