En Córdoba, Federico Briner alerta sobre un crecimiento de la inseguridad rural y pide medidas para frenarla; “el grado de desmotivación que tengo es muy grande”
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Es la sexta vez en el año que al productor Federico Briner le faenan un animal. Aunque siempre prefirió callarse y no visibilizar esta problemática, hoy se cansó y decidió gritar a los cuatro vientos la inseguridad rural que atraviesa la región, de todos los tipos, desde abigeato, faena de hacienda hasta robo a mano armada.
El 25 de octubre pasado, como todas las mañanas, en el Establecimiento La Casualidad, en Ballesteros, en el departamento cordobés de Unión, Briner se levantó temprano para llevar a su hijo al colegio del pueblo a dos kilómetros del campo.
Cuando iba llegando a la tranquera de entrada, le llamó la atención el revoloteo de varios caranchos en el lote. Prediciendo de antemano lo que encontraría, se acercó y al ver la cabeza y las vísceras de la vaquillona con RP 7224 desparramadas en el suelo no pudo contener la bronca y la impotencia y, en cuclillas se largó a llorar al lado del animal faenado.
“Cuando vi lo que quedó de esta vaquillona de pedigré preñada con semen sexado a la que la críe de ternera, me causó una indignación tan grande que exploté. Me harté y dije esto no da para más. Es la culminación del desastre en el que está inmersa la actividad. Entre la falta de insumos, la incertidumbre económica y política y la situación financiera que tienen los tambos, encima ahora te hacen estas cosas; el grado de desmotivación que tengo es muy grande”, contó a LA NACION.
“Es más de lo mismo. Lo que está pasando en la zona es moneda corriente. Y los productores nos enojamos mucho pero nos callamos la boca, diciendo ‘bueno me mataron una, que voy a hacer la denuncia si no se llega a nada’ y así seguimos. Pero esta vaquillona me dolió en el alma y reflexioné que estamos equivocados en quedarnos con los brazos cruzados sin hacer nada, dejando que los delincuentes se sigan riendo en nuestra cara”, añadió el productor, cuyo caso se difundió en un primer momento desde Todolechería.
La Casualidad es un establecimiento que fundó el abuelo de Briner en 1982: “Soy tercera generación. Hace más de 20 años que vivo en el campo. Hoy tenemos 300 vacas puras en ordeñe y me gustaría estar contando lo que hacemos en el tambo y los desafíos que tengo pensado para el futuro. Pero tengo que poner la energía en visibilizar este delito recurrente en la zona”, enfatizó.
Esa mañana, inmediatamente llamó a la patrulla rural y luego se acercó a la comisaría para hacer la denuncia correspondiente. “Es el mismo modus operandi siempre. Solo que antes se llevaban el animal entero para no dejar rastro y que el productor recién se de cuenta en los recuentos de hacienda. Pero ahora, tal es la impunidad que existe, tal es el desmadre que dejan las vísceras y la cabeza, total no pasa nada”, remarcó.
Describió que esa madrugada del 24 estuvieron en el campo con invitados porque festejaban el cumpleaños de una de sus hijas pero que ni los perros ladraron: “A pocos metros de donde estábamos, los delincuentes llegaron en un vehículo y se quedaron agazapados en el monte de chañares observándonos, incluso por los restos que dejaron hasta comieron en el lugar. Pero nadie vio nada; al lado hay una fábrica de quesos pero en estos casos nunca nadie ve nada de nada”.
Contó que, para prevenir los delitos, tiempo atrás se formó una comisión de la patrulla rural con productores de la zona y la policía: “No puedo culpar a la patrulla porque recorren la zona con dos vehículos que tienen, pero los hechos siguen pasando”.
En este contexto, ya cansado es que decidió ir al hueso y tratar de prevenir a otros productores para que no les pase lo mismo. Además de reclamar que tanto las entidades ruralistas como instituciones estén a la altura de las circunstancias y se pongan manos a la obra para trabajar en la prevención de los delitos rurales.
“Quiero que se visibilice para que otros productores se cuiden de lo que está pasando y se anticipen a tomar medidas de protección. Lamentablemente por nuestro lado, podremos el rodeo más cerca de la casa todas las noches. Pediremos una vez más que la patrulla rural intensifique sus recorridas pero debe haber anticipación de los hechos”, indicó.
Con 48 años, el también ingeniero agrónomo describió la situación actual de la lechería. “Hace más de 25 años que trabajo firme en el tambo familiar, también asesoro otros establecimientos. Nunca la actividad tambera tuvo un escenario semejante, ni en el 2001 atravesamos un panorama financiero tan difícil. Hoy no tenemos ni para dar balanceados y expeller. Tuve que bajar concentrados. Ahora gracias a Dios, entre tanta angustia, por lo menos llovieron 100 milímetros. Mi padre siempre me dice que tenga esperanza, pero hoy no veo ninguna luz de esperanza en el horizonte”, cerró.
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