Cómo puede impactar en la Argentina y en el mundo la nueva era liderada por Donald Trump
El país del norte es uno de los socios comerciales más importantes a nivel local y el principal destino de las exportaciones de servicios; el futuro oscila entre la promesa de inversiones y las medidas proteccionistas
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CÓRDOBA.- Desde siempre el presidente Javier Milei reconoció su simpatía y su buen vínculo personal con el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. Por un lado, la victoria del republicano genera especulaciones sobre un impacto positivo en la potencial llegada de inversiones y en ayudar a un desembolso del Fondo Monetario Internacional (FMI). Por el otro, hay incertidumbre respecto a que si Trump avanza, efectivamente, en medidas proteccionistas no sólo afectaría a las importaciones argentinas (Estados Unidos es el tercer mercado detrás de Brasil y China) sino que también afectaría indirectamente por lo que hagan otros países.
Antes del encuentro en Palm Beach con Trump, el Presidente argentino planteó su interés en un tratado de libre comercio con Estados Unidos. La Argentina no puede avanzar en esa firma sin tener el acuerdo de todos los otros socios del Mercosur, sino debe dejar el bloque. El mecanismo vigente es ese.
Estados Unidos es el destino más importante de las exportaciones de servicios argentinos (seguido de Brasil y Uruguay) y también el país del que la Argentina registra el mayor stock de Inversión Extranjera Directa (IED), especialmente dedicadas a minerales, manufacturas y comunicaciones. Además, es el tercer proveedor de insumos, detrás de China y Brasil.
Las estimaciones -en función de la campaña electoral- son que el republicano tenga una política fiscal expansiva sin bajar el gasto público. Como Estados Unidos tiene la particularidad de que el mundo le financia déficit comprando bonos del Tesoro, podría subir la tasa de interés y fortalecer el dólar, lo que redundaría en una depreciación de la moneda de países emergentes, entre los que está la Argentina.
Un elemento clave que introduce en el análisis el economista del Ieral de la Fundación Mediterránea, Jorge Vasconcelos, es que el contexto internacional en el que asumirá Trump es “mucho más complejo” que el de su primera gestión. Puntualiza que China registra avances en competitividad y logró que el yuan se use como moneda internacional en algunas regiones, a la vez que crece menos que entonces y es el mercado externo el que dinamiza su economía. Además, está “más expuesta porque se ha convertido en el ‘paragua protector’ de Irán y Rusia. Todo esto da más imprevisibilidad”.
El modelo de crecimiento europeo está en crisis; sostiene que el informe Draghi sobre los problemas de competitividad de la Unión Europea (UE) publicado hace pocas semanas refleja los problemas que se han venido acumulando en el último quinquenio. “Por esto, podría tener una actitud más colaborativa con Trump de lo que veníamos imaginando”, sintetiza.
Vasconcelos también apunta a una “vulnerabilidad” de Estados Unidos: “Muchas de las medidas sobre las que habló Trump implicarían una dinámica de aumento de la inflación en el largo plazo lo que pondría un piso alto a la tasa en un contexto de una deuda pública ascendente”.
También Dante Sica se refiere a que la Argentina transita un “proceso distinto” al de otras economías mucho más abiertas: “Todavía discutimos una agenda del siglo 20 cuando el mundo discute la del siglo 21. Estamos avanzando en una normalización del comercio exterior; concentrados en mejorar nuestras estructuras de producción. En paralelo a eso se deberá manejar la tensión con del corto plazo en el marco de esta nueva confrontación estratégica entre China y Estados Unidos. La Argentina, a diferencia de hace 20 años, revaloriza su posicionamiento estratégico”.
Frente a este panorama mundial, el “America first” fue uno de los ejes en el camino hacia la Casa Blanca de Trump. Abre la posibilidad de un arancel universal de entre 5% y 10%. Sobre ese punto la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina (AmCham) analiza que puede “reducir las oportunidades para proveedores argentinos de insertarse en la cadena de suministro estadounidense o dificultar su competitividad” en ese mercado.
“Tendrá un enfoque menos institucional y más transaccional en sus acuerdos, lo cual puede complicar las relaciones comerciales con los países latinoamericanos -sostiene AmCham-. La estrategia de reducir los déficits comerciales de los Estados Unidos con esos países puede impactar en los sectores exportadores argentinos que compiten en el mercado estadounidense”.
Hace unos días el economista Esteban Domecq admitió su “temor” de que pueda haber un ‘cisne negro’ en los próximos meses; estamos frente a un mundo muy complejo, que desacelera y que está convulsionado en lo político. La Argentina no está preparada para un shock externo, podemos enfrentar una brisa”.
Como economista Claudio Loser, exdirector del FMI, estudió a fondo el proteccionismo latinoamericano y el argentino en particular y siempre remarcó el “daño” que hace la instrumentación de aranceles “no solo al país que los aplica sino también al resto del mundo”. A su criterio, si Trump establece aranceles más que beneficiar al sector manufacturero local -que representa entre 13% y 14% del PIB- va “a perjudicar a muchos”.
Coincide con AmCham en que como “piensa que todo es transaccional, usará los aranceles como ‘amenaza’ no solo con China, sino con Europa, con México”. A ese país, el primer socio comercial de Estados Unidos, directamente le apuntó que si no frena a los inmigrantes lo penalizará comercialmente. A la Argentina “directamente puede afectarla, pero también porque otros países pueden poner limitaciones y porque China buscará nuevos mercados. Esa dinámica, por la competitividad argentina, puede ser perjudicial”.
Max Povse, docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Investigador del Instituto Universitario Europeo, subraya que lo que “más ruido” hace es la posibilidad de una tarifa plana a todo tipo de importaciones: “Si lo hace será un cambio drástico para el comercio. Tiene estos cuatro años y viene a terminar su trabajo, a construir su legado”. Ratifica que hay países asiáticos que si se ven complicados para ingresar a Estados Unidos profundizarán el intercambio con China, a donde tienen arancel cero. “Una movida así afectaría a la Argentina -agrega-. El objetivo es fragmentar el comercio y, así, el orden político”.
Una mirada similar es la de Enrique Szewach, quien subraya que el republicano llega con con “mayor concentración de poder y más voluntad de ejercerlo” que en 2016 y lo hace en un mundo con un riesgo geopolítico tan alto que los mercados “ni siquiera lo reconocen. Se va a empezar a valuar en la medida en que él actúe de manera diferente a lo que se venía haciendo hasta ahora”.
“Suba de aranceles, visión desglobalizadora, poca confianza en organismos multilaterales, descreimiento de la Agenda 2030 -continúa-. Todo ese ruido es un problema para la inserción argentina. Habrá que adaptar la agenda a esta realidad más amenazada”.
Para Sica, si Trump cumple “al menos la mitad” de sus dichos, las más perjudicadas serán las economías “más abiertas” como México y Chile. Ratifica que la Argentina, en términos estructurales, tiene poco comercio y producciones similares como acero, energía, y granos, por eso en algunos momentos hay tensión por defensa comercial. Ahora queda resolver el ingreso de biocombustibles locales.
Define a Estados Unidos como “importante en el stock por las inversiones, pero no en el flujo”. Reitera que la mirada local debe estar en Asia, donde ya van alrededor del 70% de las exportaciones y que es el mercado clave para los próximos años.
¿Guerra comercial?
La lectura de Vasconcelos es que el sobre arancel a China está “definido”, y para el resto “habrá negociaciones febriles hasta el 20 de enero: qué concesiones deberían hacer quedar fuera de la lista de suba de aranceles”. Indica que el sector energético y tecnológico estadounidense cobrará “nuevo impulso, por menos regulaciones y por la posible extensión de rebajas tributarias” (vencen a fines del 2025 las que aplicó Trump en 2017). En esa línea, apunta que “no habrá cómo competirle al gas licuado estadounidense. La Argentina la tendrá difícil para entrar en la Unión Europea (UE), tendrá que ir por otros mercados, más sur-sur”.
También pone la lupa sobre el efecto que tendría un eventual conflicto comercial con China. Las exportaciones de ese país representan 0,5 % del PBI de Estados Unidos, llegan al 4,4 % en el caso de Brasil, pasando por 1,3 % de la Eurozona y 1,1 % de la Argentina. Esta asimetría -insiste- condiciona la política de cada país y/o región en caso de una escalada de represalias comerciales.
Además, plantea que hay que tener en cuenta que, en el seno del Mercosur, los últimos datos muestran un verdadero quiebre del statu-quo, desencadenado por el salto de market share de los productos provenientes de China en el total de importaciones brasileñas y una serie de inversiones de ese origen que modificarán la trayectoria del comercio bilateral de Brasil con cada uno de los socios de la región. “La protección arancelaria del Mercosur está siendo perforada por China (¿a pesar de Brasil? y, con las inversiones en marcha, esa misma barrera puede hacer que las consecuencias se concentren en el seno del mercado común. Es posible que los efectos más inmediatos de este nuevo escenario se aprecien en la dinámica del mercado automotriz de la región, pero su alcance es mucho más extendido y profundo”, añade.
Los consultados por LA NACION coinciden en que se profundizará la tensión geopolítica internacional. Loser espera una “mayor desglobalización; puede que la reacción sea que cada uno endurezca sus posiciones, la UE, el Reino Unido, China y eso provocaría un achicamiento del comercio internacional”. Confía en que “las grandes empresas van a tratar de frenar esto; están muy involucradas en la economía internacional y presionarán para que se suavice”.
Una eventual retirada de Estados Unidos de Ucrania implicará -para Povse- que Rusia “se atreva a más”, que China se muestre “más activa” y la UE “más asustada”. Ratifica que “no habrá un liderazgo claro a nivel mundial”. Sostiene que, “no necesariamente” esa situación afectará el volumen del intercambio comercial mundial.
Respecto de la posición de Milei, “tendrá que ver cómo resuelve la situación; el nuevo Canciller lo tendrá que ayuda a navegar estas aguas, que requieren destreza diplomática. China sigue concibiendo la diplomacia con las ‘viejas’ formas, mientras que Milei y Trump se manejan con liderazgos personalistas”.
Comparte Sica que, seguramente, se vivirán “momentos de tensión” y que habrá una recalibración del comercio internacional. “China no puede vender en Latinoamérica lo que dejaría de vender en Estados Unidos -continúa-. La región tendrá que analizar lo que ya se debate muy fuerte en otros lugares que es el rol chino en autos eléctricos, semiconductores y paneles solares”. Explica que los países que tomaron medidas comerciales fueron sobre esos tres sectores y Estados Unidos con la suba de aranceles sobre el acero “violando” las normas de la Organización Mundial de Comercio.
Está persuadido de que ya, en materia comercial, la agenda no pasa por las “medidas tradicionales; va por la defensa de la trazabilidad, de la sustentabilidad. Hay que mantenerse en ese campo”.
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