Empezó en la pandemia con un hobby y terminó vendiendo bordados al exterior
Hace alfombras y cuadros con una técnica que se expandió en los últimos años; sus diseños característicos son de pop art
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CÓRDOBA.- “Descubrió” la técnica del tufting para producir alfombras durante la pandemia del Covid-19; le empezó a dedicar tiempo y ahora las vende en la Argentina, pero también llega a mercados externos, como México, Estados Unidos, Brasil y Uruguay. Gonzalo Haene , tiene 28 años, es misionero pero está instalado en CABA, donde trabaja en el área de Comercio Exterior, además de hacer alfombras. “Convive mi profesión con mi lado artístico; siempre lo tuve, de chico iba a cursos, dibujaba, pintaba”, dice quien es conocido como “Zalo Atelier”.
El tufting es una técnica de producción de alfombras o telares en el que los hilos se inyectan a una tela base; el método que se utiliza es un proceso de punción con una pistola semiautomática que través de una aguja hueca, por la que se pasa el hilo, atraviesa la tela base previamente tensada. El hilo se dispara creando una puntada o bucle por el otro lado de la tela. Los diseños los define el creador, ya que la técnica permite trabajar en cualquier tipo.
Haene repasa que había puesto en “pausa” su lado artístico cuando se radicó en CABA, a donde se dedicó a estudiar y trabajar. Durante la cuarentena, con más tiempo libre, decidió recuperar alguna de sus actividades. Empezó a bordar después de comprar un kit que incluía todo lo necesario además de videos explicando cada puntada. “Me encantó, lo disfrutaba. Empecé a bordar diseños que me gustaban, hice algunos para amigos y abrí Instagram para mostrar los trabajos. Ahí empezó la oportunidad de vender”, dice.
Navegando por las redes, en octubre del 2021 encontró a una persona que hacía alfombras con una “herramienta rara, similar a una pistola”, le llamó mucho la atención y empezó a indagar. Así descubrió el tufting. Inmediatamente importó la pistola que se necesita desde Estados Unidos (en ese momento no había en la Argentina), armó un bastidor (le llevó tiempo por falta de conocimiento) y empezó a trabajar. “Al inicio fue prueba y error; mucha paciencia y muchas horas aprendiendo hasta completar el primer bastidor”, recuerda.
Las redes fueron la vía por la que empezó a recibir pedidos de afuera. “Hago los envíos por couriers, el proceso no es complejo. Se presenta la documentación necesaria y el cliente paga el costo de envío”, precisa. Dependiendo del diseño y el tamaño, los trabajos pueden llevar entre 15 y 40 horas; el costo promedio de uno de 1 metro por 1,50 metros va entre US$300 y US$500.
“Trabajo solo de principio a fin; desde la confección a la post venta -indica-. Es la estrategia que me funciona pero también es un limitante en la capacidad de producción. El diseño es elegido por el cliente o lo hacemos juntos”. Admite que cuando el comenzó la técnica era menos conocida en la Argentina, “generaba curiosidad; ahora está más generalizada”.
Los diseños que lo caracterizan son los de pop art; los dibujo de los ‘90: “Un poco ese es mi perfil, pero la técnica es muy versátil y permite hacer desde retratos a manchas. Me inclino por lo exclusivo, cada trabajo está numerado en la parte de atrás. El objetivo es no repetir el diseño, que sea único, a ninguno se lo va a encontrar dos veces”, dice.
Haene describe que le lleva tiempo elegir los “mejores materiales” para garantizar el “mejor producto posible y que tenga una larga vida útil”.
El tufting, como sostiene Haene, fue ganando presencia a punto tal que hay trabajos realizados con esta técnica en museos. Un caso de éxito es Twee Muizen, un artístico gallego formado por Cristina Barrientos y Denís Galocha, cuyos bordados están en más de una pinacoteca. Fueron evolucionando y ahora hacen también máscaras bordadas.
El caso de “Zalo Atelier” es uno de los que rompe la idea de que solo se puede exportar en volúmenes importantes. Hay chances -cada vez más con la tecnología- de que los emprendedores se internacionalicen.
En la Argentina existe, desde 2017, el Régimen de Exportación Simplificada que busca facilitar a los pequeños productores las operaciones de exportación con fines comerciales, a través de operadores logísticos (couriers) habilitados ante la Afip y Exporta Simple, buscando potenciar el incremento de la actividad exportadora.
Los beneficiarios del régimen tienen que contar con CUIT activa y clave fiscal con nivel de seguridad 3 como mínimo; tener el carácter de responsable inscripto en IVA o encontrarse adherido al Régimen Simplificado para Pequeños Contribuyentes (RS). No se requiere la inscripción del usuario como importador/exportador en los registros especiales aduaneros. Obviamente, debe emitir factura. El monto anual de facturación de estas exportaciones no podrá superar el valor FOB equivalente a U$S 600.000 por sujeto.
Los especialistas entienden que las pequeñas exportaciones facilitan el acceso a nuevos mercados sin necesidad de inversiones importantes, además de bajar los costos iniciales (no hace falta stock, por ejemplo), permite la la posibilidad de trabajar en función de la capacidad de producción que se tiene y, por supuesto, reduce la cantidad de intermediarios.
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