Los alimentos y el neoproteccionismo
Los crecientes precios de los alimentos, consecuencia de los aumentos de la demanda -nuevos consumidores de los países emergentes- y de un dólar débil que torna atractivo el refugio financiero en diversas commodities , unido a una producción que ahora se destina no sólo a éstas, sino a los biocombustibles, han llevado, en los últimos meses, a un número cada vez mayor de países a poner en práctica medidas tendientes a prohibir o desalentar exportaciones.
La FAO viene alertando sobre las consecuencias de estas políticas -mayores alzas- para aquellos países que no poseen alimentos suficientes y se encuentran cada vez en peores condiciones para abastecerse y a costos impensables un año atrás.
En la Asamblea Anual del FMI y del Banco Mundial, el presidente de este último organismo, Robert Zoellick, señaló que deberían tomarse medidas urgentes para paliar esta situación que puede provocar graves conmociones sociales y políticas en diversos países del mundo.
Crisis segura
Estas formas de protección tendientes a asegurar el abastecimiento dentro de las fronteras de los países productores y moderar al mismo tiempo el impacto de los mayores precios internacionales conducirán inevitablemente a una grave crisis.
Es además indudable que el desarrollo del programa de etanol norteamericano basado en el maíz (que está cerca de absorber 90 millones de toneladas, es decir, alrededor del 25% de su producción y el 10% de la oferta mundial) sumado, en menor medida, a otros planes de desarrollo de biocombustibles basados en cereales y oleaginosas han tensado la relación oferta/demanda de productos básicos para la alimentación humana y animal, y reducido peligrosamente los stocks disponibles.
Incongruente
Al mismo tiempo, resulta cada vez más incongruente, la postura de los países desarrollados que protegen su agro, pues a las alturas que han llegado los precios en el mercado mundial no se requieren ayudas internas, subsidios a la exportación y menos aun barreras de acceso a sus mercados.
Por el contrario, se debería actuar en el sentido inverso al liberar fondos de los programas de subsidios europeos, norteamericanos y japoneses para ayudar a sufragar la alimentación de aquellos países de baja renta que lo necesitan.
La Ronda Doha de la OMC debería ser el sitio indicado para proceder a un cambio en la negociación que siempre tuvo como objetivo el desarrollo -se entendía de los menos favorecidos- y, a su vez, colocar a la agricultura en el mismo plano de liberalización que habían ya alcanzado el resto de los bienes; si esto fue considerado necesario en el momento de su lanzamiento en 2000, ahora es indispensable y, al mismo tiempo, urgente.
Es indudable que estamos en un mundo globalizado, pero justamente por este motivo no hay soluciones individuales que salven situaciones de crisis de este tipo; las negociaciones internacionales siempre fueron trascendentes y la apertura comercial multilateral fue una adecuada herramienta para el desarrollo de una cantidad de países. El proteccionismo alimentario, sea cual fuere su justificativo, será, de mantenerse, causa segura de graves conflictos en un futuro cercano.
Todavía se está a tiempo.
El autor es docente del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard Bank. Más información en www.raulochoa.com.ar . E-mail: raulochoa@fibertel.com.ar
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