¿Cuáles serán las profesiones del futuro?
Los interrogantes en torno al trabajo del futuro -qué vamos a estar haciendo, qué profesiones morirán, cómo nos distribuiremos las tareas y si en definitiva los 10.000 millones de almas que se presume habitaremos la tierra en 2050 tendremos o no un empleo- desvela por igual a jóvenes y adultos, a Estados y empresas, a todo tipo de instituciones y por supuesto también a las universidades, en parte responsables de contener, formar y empujar al mercado de trabajo a unas camadas de graduados algo perplejos ante la perspectiva de un horizonte laboral incierto, cambiante y para nada lineal. Pero las casas de altos estudios tienen a la vez la capacidad de transformarse en las intérpretes privilegiadas del devenir del mundo del trabajo. Y más aún: hasta cierto margen para modelarlo.
"Habrá trabajos nuevos y otros quedarán en el camino. Pero hay profesiones que ya están viviendo una profunda reconfiguración, y es en ese sentido que dentro del vínculo que la universidad tiene con el mundo productivo estamos apostando al aprendizaje por competencias, que básicamente pasa por sentarse con decisores del ámbito público y privado y preguntarles acerca de qué conocimientos y qué habilidades debería tener un graduado para ser contratado". Quien habla es María Belén Mendé, licenciada en ciencia política, magister en comunicación política y actual rectora de la Universidad Siglo 21, la universidad privada más grande del país con un campus en Córdoba y 350 centros de aprendizaje distribuidos en toda la Argentina.
En la línea de las profesiones actuales que se reconfiguran Mendé cita a la abogacía, una de las carreras con más convocatoria del país y que los alumnos siguen eligiendo. "Lo que venimos identificando es que ya no podrá haber abogados que no estén empapados de una cultura de paz, que no sean capaces de desplegar una escucha activa o no dispongan de las habilidades llamadas ‘blandas’, porque en ese caso no van a ser competitivos", expresa marcando que esa reconversión tiene que ver con cierto "volver al origen". "A veces se habla de habilidades blandas en términos peyorativos, y sin embargo es ahí donde el profesional del futuro va a poder agregar valor, el terreno en el que la automatización no será capaz de reemplazarlo. Me refiero, por ejemplo, a la empatía, pero no solo una empatía de ‘te entiendo’, sino a la que tiene que ver con encontrar nuevos mecanismos para llegar a acuerdos, mantener conversaciones activas y ser capaces de atar la reflexión a la acción", sostiene la especialista.
La docencia es otra de las actividades que según la rectora continuará vigente, aunque fuertemente rediseñada hacia un cuerpo de profesores capaces de ser tutores y plantear buenas preguntas más que de dar grandes discursos teóricos, ya que el conocimiento se construye hoy de una forma mucho más horizontal. "Y en Siglo 21 tenemos elementos para contribuir a ese mecanismo -agrega- como es el caso de unas aulas sin frente y en las que los docentes no se ponen en un pedestal para ser mirados, sino en el lugar de acompañar. También el aula tiene que ir rompiendo su vieja estructura, tal vez mutando hacia algo más parecido a un centro de co working".
Desde la universidad apuntan también fuertemente a disciplinas como la psicología y las ciencias de la salud, puestas éstas últimas de frente al enorme desafío del aumento de la esperanza de vida, como problemática pero también como potencial. "De ahí que estamos diseñando una nueva carrera de Gerontología", adelanta la rectora. "Todas las carreras de la creación están muy fuertes: las de software, los diseños industriales, las ingenierías. Tenemos ya una licenciatura en ambiente y energías renovables, y el año que viene estaremos lanzando una ingeniería en transporte y caminos y otra en ciudades inteligentes", revela y señala que una de las matrículas que últimamente han explotado es la diplomatura en criminalística y criminología, sin duda vinculada con el contexto de necesidad de seguridad.
"Una carrera que también estamos desarrollando en este momento -dice- es la licenciatura en matemática, base de la big data, la inteligencia artificial y los algoritmos, al tiempo que apostamos por todo lo que tenga que ver con la gestión de las emociones, el coaching y el mindfulness, presentes en diferentes disciplinas".
Abiertos al cambio
"Entre esos dos mundos, el de la aparición de nuevas tareas y el de la reconversión de las existentes, las instituciones educativas tenemos mucho para hacer y las claves son la flexibilidad y la capacidad de adaptación, además de trabajar junto a los Estados para formar profesionales acompañando un proyecto de país", sostiene la rectora, convencida de que el que viene es un aprendizaje personalizado, cada vez más autodidacta y orientado al desarrollo de la creatividad.
"Creo en los tramos -concluye-, no podemos pretender que todos los universitarios se gradúen de la misma forma en cuatro años. Los programas técnicos tienen valor, la especialización tiene valor y la fragmentación también tiene valor. Ahí está la inteligencia del sistema educativo para, a partir de estas transformaciones, generar un producto sólido y con un sentido".