El contagio menos pensado: el FMI no pudo aislar la crisis argentina
Casi ningún otro país había acusado el golpe de la catástrofe argentina hasta la semana última, cuando todo pareció cambiar de manera brusca Uruguay fue arrastrado por el colapso argentino En Brasil hay incertidumbre por las elecciones y la catástrofe del vecino y socio no ayuda Chile no se salvaría de una convulsión regional
Seguro de que la Argentina no exportaría su crisis más que al Uruguay, el FMI decidió soltarle la mano en diciembre y abrió el camino para que finalmente se produjera la catástrofe que había ayudado a generar, pero de la que se desentendería.
Seis meses después, la catástrofe argentina, y tampoco cambió la actitud del FMI. Esto generó en Uruguay una profundización de los problemas. El desastre argentino ahora sirve para ayudar a agravar problemas propios de otros vecinos, como Brasil. O para complicar a quienes estaban en una situación más cómoda, como Chile.
También el ejemplo argentino puede ser agitado en Perú. Quienes se oponen firmemente a las privatizaciones en ese país, forzaron el cambio de política del presidente Alejandro Toledo, pueden agitar el fantasma argentino, que en su visión "hizo todas las reformas en favor del mercado y terminó en una catástrofe" ¿Existirá el "contagio ideológico"?
En todo caso, por culpa de la Argentina o no, en la región son cada vez menos los países que pueden mirar y compadecerse desde la comodidad de la propia estabilidad al país que abandonó la convertibilidad.
En Uruguay, el más golpeado por la crisis que bulle del otro lado del Río de la Plata la pregunta es "¿y ahora qué más viene?"
Aunque el país tiene problemas propios, los golpes generados por los del vecindario son vistos como la causa de la recesión más larga de la historia nacional, la inseguridad laboral, la pérdida de poder adquisitivo, el aumento de la pobreza y la sensación de que todavía se puede estar peor.
Desde la restauración democrática, en 1985, Uruguay había logrado un crecimiento promedio de 3,3% anual de su economía. El último año fuertemente recesivo había sido el de la despedida del régimen militar, que había sentido el fracaso de su proyecto cuando en 1982 se vio obligado a quebrar su plan de estabilidad (la "tablita" del dólar) y aceptó una fuerte devaluación. Aquella crisis se tradujo en tres años de recesión.
En los dos primeros períodos -con las administraciones de Julio Sanguinetti y Luis Lacalle- hubo una importante mejora en el bienestar social y abatimiento de la pobreza, pero 1994 cerró con la sorpresa de la crisis mexicana y la propagación a América del Sur.
Uruguay no quedó tan afectado como otros países, pero en medio de inestabilidad financiera, ante la contracción de la demanda externa y con un ajuste fiscal para evitar un descalabro, sufrió su primera recesión de la nueva era democrática. El PBI bajó 1,5 por ciento.
Superada la crisis, muchos vieron aquel año como un tropiezo y que la curva seguiría su camino ascendente. Pero otra vez al final de un período, el segundo de Sanguinetti, otra crisis externa golpeaba a Uruguay. En enero de 1999 Brasil rompió su banda cambiaria y la devaluación del real dejó a las exportaciones locales fuera de competencia. Como la Argentina también sufrió el impacto, su demanda de bienes y servicios (turismo) uruguayos se contrajo. La caída del PBI fue del 2,9 por ciento.
La elección presidencial de 1999 entre Jorge Batlle y el socialista Tabaré Vázquez coincidió con la argentina y todos apostaban a que un triunfo de la Alianza generara un shock de confianza en ese país, justo antes de la temporada turística. No fue así.
Comenzaba una época dura. Mientras la economía se achicaba, la recaudación de impuestos bajaba y se ampliaba el déficit fiscal, el desempleo aumentó hasta el 16 por ciento.
La expectativa sobre información argentina, con la esperanza de un cambio favorable, aumentó el consumo de los uruguayos de TV y prensa de Buenos Aires. Y la jerga sobre asuntos económicos generada en la Argentina, como blindaje, corralito, pesificación, se incorporó a las conversaciones montevideanas.
La crisis argentina se hizo sentir con baja de exportaciones y caída brusca de turismo. Pero el contagio no fue sólo eso. También llegó la aftosa.
El PBI bajó el 2,9% en 1999, el 1,45% en 2000 y el 3,14% en 2001. Mientras que en Uruguay el riesgo país se mantenía en torno de los 200 puntos, el colapso del sistema financiero argentino con el corralito no sólo mató la temporada turística 2002, cerró el mercado a las exportaciones uruguayas y dejó en dificultades a los que tenían que cobrar cuentas en ese país.
Además llevó a que los argentinos acudieran a sus ahorros depositados en Uruguay en busca de liquidez y a que los propios uruguayos temieran que eso llevara a un corralito. Y también a que sacaran sus ahorros, dejando a varios bancos en dificultades.
Y en medio de esto, la ruptura de la convertibilidad y el default argentinos: explosivo cóctel para Uruguay, tan ligado a ese país.
Entre enero y marzo el PBI cayó el 10 por ciento.
Sin los sellos de investment grade y libre de aftosa, con un riesgo país que llegó a 1250 puntos en estos días, Uruguay quedó a la espera de la ayuda internacional y diseñó un plan para mantener la estabilidad en su mercado financiero.
El FMI entendió que el gobierno de Batlle hacía el esfuerzo esperado y merecía un respaldo. A fines de mayo, junto al BID y al Banco Mundial le anunciaron un apoyo crediticio de unos US$ 3000 millones. Mañana el FMI lo aprobará.
Lamento brasileño
"La Argentina y Brasil están enfermos, pero no podemos hablar de contagio porque ambos tienen enfermedades diferentes." Con este diagnóstico, el economista y profesor Luiz Carlos Prado, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, rechazó la idea de un contagio financiero para explicar las turbulencias de los últimos días en la economía brasileña.
Para Prado, "el problema no es la Argentina, porque Brasil tiene sus propios problemas, como por ejemplo la gran preocupación que hay debido a las dificultades con el déficit en la cuenta de transacciones corrientes". Según el economista, Brasil precisa captar en el exterior US$ 45.000 millones por año para cubrir ese déficit. Además de los 74.000 millones de deuda pública interna que es necesario renovar año tras año.
"Además, hay una anticipación de los inversores a las elecciones, debido a que perciben que no habrá una continuidad en la política económica, explicó Prado durante una entrevista con LA NACION. Claro que José Serra, el candidato oficialista, destaca que los cambios son peligrosos. Pero yo conozco el equipo económico de Serra y el de Luiz Inacio "Lula" da Silva, y sé que no hay demasiadas diferencias entre ellos. Y los inversores se preocupan porque se dan cuenta de que, gane quien gane, alguna cosa va a cambiar."
Como Lula aún mantiene casi 20 puntos porcentuales de diferencia con relación a Serra, las probabilidades de victoria del candidato del Partido de los Trabajadores generaron preocupación entre los que se preguntan si un gobierno de izquierda va a mantener los mismos compromisos fiscales que el gobierno de Fernando Henrique Cardoso o si va a lidiar de la misma forma con la deuda.
Para Octavio de Barros, jefe de analistas económicos del Banco BBV en Brasil, "tratar de explicar la crisis en Brasil como efecto de un contagio argentino es ridículo. No tiene el menor sentido. El efecto de la crisis argentina en Brasil es meramente comercial y despreciable".
De Barros señala que si Brasil no estuviera en un año electoral, "la crisis argentina no tendría ninguna relevancia, como ocurrió durante 2001, cuando la Argentina estaba en medio del caos financiero, económico y político y Brasil mantenía su riesgo país en 720 puntos".
Según el economista, si no fuera por el "riesgo Lula", el mercado ya habría hecho la diferencia entre la Argentina.
Para el jefe de Estrategia del banco inglés HSBC, Dawber Gontijo, hay parecidos entre la Argentina y Brasil, pero no son suficientes para que exista un contagio. "Son dos países de América latina, pero si Brasil va a tener o está teniendo algún problema, la razón es más local que importada."
Gontijo expresó que "lo que se teme son los cambios. Quien está a miles de kilómetros y quizás perdió dinero en la Argentina tiene una actitud que puede ser comprensible en relación con Brasil".
Calma chilena
En tanto, en Chile evalúan las cosas con similar tranquilidad. Sólo vaivenes en el mercado cambiario y, por cierto, una fuerte reducción en las exportaciones han provocado fundamentalmente hasta ahora la crisis económica argentina.
El débil contagio es atribuido por las autoridades al blindaje que ha adquirido la economía chilena por su moderado crecimiento y a los favorables indicadores macroeconómicos.
Pero el economista Patricio Escobar, del independiente centro de investigación Programa de Economía del Trabajo (PET), no comparte esa visión tan optimista del presidente Ricardo Lagos y de su ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre.
Ambos han procurado dar un mensaje tranquilizador. Pero no han podido ocultar totalmente su preocupación por la crisis argentina y, en los últimos días, por las turbulencias en Brasil. La recuperación de la economía chilena tras su recesión en 1999 ha sido lenta y a sus positivos indicadores se opone una persistente desocupación, que está en torno del 8,8% y afecta a más de medio millón de trabajadores.
Patricio Escobar rechaza la existencia de un blindaje y señala que sólo se trata de un eufemismo inventado en la Argentina, que las autoridades chilenas recogieron para infundir tranquilidad.
"Chile no tiene un blindaje para nada", sentencia. Y precisa que si cae un país, Chile no estaría ajeno, por el efecto cascada.
Tampoco cree en el blindaje el presidente de la asociación de exportadores de manufacturas, Roberto Fantuzzi, quien mencionó a LA NACION un informe del Banco Central, que estimó los efectos de la crisis en un 0,5% del producto bruto chileno, que este año -se estima- crecerá alrededor del 3 por ciento. El sector de Fantuzzi fue uno de los más afectados por la disminución de las exportaciones a la Argentina. "Era uno de los países más importantes para nosotros en productos manufacturados y hoy casi se ha ido a cero", manifestó.
Escobar apunta que si bien la crisis argentina afectó temporalmente el tipo de cambio y ha reducido las exportaciones chilenas, lo más importante han sido los impactos en otros países.
"Lo que deviene la crisis argentina es que se desata una escalada sistémica en la región y eso sí afecta a Chile directamente", afirma Escobar.
Agrega que "si bien podría Chile tener algún tipo de resguardo de lo que hoy día está ocurriendo en la Argentina, no puede resguardarse de la crisis en la Argentina, en Brasil, en Uruguay, en el resto de la región".