
La constelación Hellinger en Chascomús
Para resolver y graficar conflictos, el especialista Bert Hellinger utiliza figuras estelares formadas por personas
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La estancia la Alameda fue creada en 1789 como dice el cartel. Su magnolia es centenaria y anterior al casco, que va por más del siglo y que con la remodelación quedó a nuevo. Los pájaros ya estaban, lo mismo que la enorme laguna de Chascomús. Sin embargo, hay cosas nuevas que me sorprenden y que no sólo agotaron la capacidad de alojamiento, sino que conmocionaron a la ciudad de don Raúl.
En un quincho grande, con parrilla a los costados, como les gusta a los descendientes de Martín Fierro, están reunidas una seiscientas personas en torno de dos carteles de Hellinger Sciencia. En el escenario, un señor con saco de corte austríaco y la sonrisa de un abuelo pícaro, la misma que tienen algunas monjas y los seguidores del Dalai Lama, invita a pasar a un voluntario para formular su consulta.
A su lado, una traductora constante, porque sólo se expresa en alemán. Un recién casado por segunda vez pregunta por qué está inquieto si se siente feliz con su nueva mujer. Bert Hellinger propone a un desconocido, elegido al azar, para que lo represente. Luego va sumando de la misma forma a otras personas para los distintos roles. Así, se forma una constelación sobre el tablado que puede tener varios participantes, porque las familias son un gran río lleno de afluentes.
El público, lo mismo que los representantes sobre el escenario, poco o nada sabe de la historia y el conductor apenas habla aunque no deja de observar lo que ocurre, como si estuviera al acecho.
Y aquí viene la gran sorpresa porque esos hombres y esas mujeres puestos en papeles de padres y madres, hijos y abuelos, vivos y muertos, en un sinfín generacional, comienzan a moverse, a mirar hacia arriba o abajo, envueltos en una danza sin música ni palabras, donde se aproximan y alejan con afecto, indiferencia o rechazo.
Nada que ver con lo que se describe como un trance, porque es una experiencia de ojos y conciencia abiertos. Uno, desde la platea, no sabe qué pasa, pero está a punto de quebrarse emocionalmente. La trama profunda del sistema familiar emerge y rompe el molde de lo que podemos permitirnos sentir y decir.
Y eso ocurre con el consultante, los participantes de la constelación y el público, que ha seguido todo en completo silencio, hasta llegar a las escuetas conclusiones de Hellinger, que, como él advierte, pueden ser provisionales porque ahí se ha dado lo que se ha dado, y punto. Es una coreografía del alma o de la dimensión del espíritu.
Lo mismo sucede después con una madre que no logra entenderse con su hijo y piensa que el responsable es el padre. En otra consulta, una mujer pregunta por qué rompe continuamente relaciones en un círculo vicioso de frustración. Observando el desarrollo de estas constelaciones nos sentimos conmovidos como en el teatro griego o cerca de Shakespeare. Nada humano nos resulta ajeno, ni el dolor ni la alegría, porque comprendemos que la felicidad es posible en la tragicomedia cotidiana.
A propósito, en un momento de ese clima espeso y trascendente, Bert (su cordialidad contagiosa invita al uso del nombre) propuso revelar el secreto de la felicidad. Allí nos anotamos todos y si a uno se le escapara un murmullo en ese instante se quedaría más callado que en misa.
El secreto de la felicidad, explica, es tomar a los padres tal como son. Honrarlos porque nos dieron la vida, que de eso se trata. Lo dice casi en forma de oración. Cuando un sistema se ordena según los Ordenes del Amor no se excluye a nadie, se balancea el dar y el recibir, se respetan las jerarquías de los que llegaron antes, desde abuelos y más allá hasta nuestros hermanos mayores.
En nuestras conversaciones, sin embargo, caemos frecuentemente en el uso del tercero excluido, del otro. Sería mejor usar la fórmula y para sumar a todos, sin olvidar a nuestros ancestros, comenzando por papá y mamá. Basta de responsabilizarlos una y otra vez por los desatinos que sólo nosotros cometemos o podemos enmendar.
En su larga trayectoria de 82 años fue misionero católico entre los zulúes en Sudáfrica y después, aunque dejó el sacerdocio, nunca abandonó la meditación ni la contemplación, que lo aproxima a los místicos.
Estudió el psicoanálisis de Freud en Viena, el grito primario con Arthur Janov en Estados Unidos, terapia gestáltica con Ruth Cohn, análisis transaccional con Eric Berne, incluida la hipnoterapia de Milton Erickson y su influencia sobre la programación neurolingüística.
Hoy describe su trabajo como una terapia fenomenológica, con las Nuevas Constelaciones Familiares que se desarrollan en lo que llama El Nivel del Espíritu, donde lo que percibimos como opuesto llega a integrarse.
Este currículum sucinto es la única referencia tomada de los libros, porque lo demás es tan personal como los posibles aciertos y seguramente errores de mi testimonio. Sentimos la orfandad contemporánea, las ganas de salir del blindaje del yo, de disolver barreras individuales de la forma que se da en una manifestación colectiva donde uno somos todos. Muchas de las personas que comparten esta jornada proceden de estas distintas disciplinas en busca de integrarse mejor (médicos, psicoanalistas, psiquiatras, coaches, psicólogos, terapeutas, etcétera.) Bert dice que estamos incompletos y por eso nos movemos en busca de lo que nos falta.
Hellinger tuvo la amabilidad de recibirme para un reportaje. Y como todo periodista, me venció la curiosidad para saber qué me podía contar de su experiencia entre las tribus africanas y compararlas con su tarea actual en Europa, Estados Unidos, China o Japón. Me habló de Nelson Mandela y del milagro cotidiano de la convivencia después del apartheid. Y subrayó que entre los zulúes nunca encontró a nadie que le hablara mal de sus padres...
Llegué virgen de lecturas a esta nota. Me expuse en vivo y en directo porque Hellinger no es libresco aunque ahora me parezca imprescindible comenzar a leer uno de sus textos básicos: El manantial no necesita preguntar por el camino y sus últimos aportes Mística cotidiana y La verdad en movimiento
Y no olvido lo que me dijo al despedirnos: "La verdad está siempre en movimiento porque es incompleta..."
Metodología
El método de las constelaciones consiste en una terapia grupal donde la persona expone un conflicto y diferentes pares son elegidos para formar imágenes estelares. ¿El resultado? Los individuos forman figuras que ayudan a identificar y graficar problemas en las relaciones humanas. Según Bert Hellinger, las constelaciones son de utilidad para diagnosticar y solucionar problemas. En el país funciona el Centro Bert Hellinger de Argentina. Más información en www.hellingerargentina.com.ar




