Jorge Piedrahita: “El FMI no convalidará las ideas disparatadas de Guzmán”
Estudió Administración de Empresas en la UBA e hizo un máster en Finanzas en la Universidad de Pensilvania. Fue Head Sovereign Trading en Citibank y director de Securitización en Ford. Lideró Torino Capital durante seis años, hasta que ingresó como consultor en Macrosynergy. Desde 2018 es CEO de Gear Capital Partners
Jorge Piedrahita vive en Nueva York desde 1994. Allí se especializó en el análisis de la sostenibilidad de las deudas soberanas y en el posicionamiento estratégico en los procesos de reestructuración. La situaciones que más analizó fueron las de la Argentina, Venezuela y Ecuador.
–¿Cómo ve a la Argentina?
–La economía lleva un estancamiento de 10 años si miramos las últimas mediciones del PBI en términos reales. Eso es claramente un problema. El origen es múltiple. Por un lado, la Argentina tradicionalmente ha sido un país con un nivel bajo de inversión. Para crecer, hace falta inversión. En los últimos 10 años ha habido varios ciclos, el fin del kirchnerismo, la euforia de los dos años iniciales de Macri (en los que la que la falta de reformas llevó a una pérdida de confianza) y los últimos dos años, en los cuales, además de haber tenido un gobierno que en temas económicos tiene ideas equivocadas, se sufrió la pandemia.
–¿Qué hace falta?
–Hace falta una reinstitucionalización del país, que aparezcan nuevos liderazgos, que haya una serie de cambios profundos, como los que se hicieron en la época de Carlos Menem, que fueron exitosos. Ese gobierno comenzó con graves problemas, con cambio de ministro y alta inflación, pero en 1991 comenzó a cambiar el curso. Fue exitoso por un largo período. Allí hubo un cambio muy profundo de la relación del Estado con el sector privado. En los últimos 20 años tuvimos un grave retroceso. Nos encontramos en una situación en la cual a la coalición gobernante le será muy difícil tener una situación relativamente lógica en los próximos dos años.
–¿Está dado el contexto para que ocurra, como en 1991, un proceso de reformas profundas?
–Ahora, con el gobierno de Alberto Fernández lo veo prácticamente imposible. Tenemos una coalición gobernante que se debilitó tremendamente. Está centrada en ciertas personas que tienen una ideología equivocada, del tipo populista e intervencionista en el sector privado; creen en controles de precios, cepo, nacionalización, subsidios. El primer elemento que hace tener una serie de cambios profundos como los que se vivió en 1990 comienza con un fuerte liderazgo político, que en esos momentos lo tuvo Menem quien, además, y no es por idealizarlo, creo que tenía una serie de cualidades personales que fueron muy importante. Era una persona que escuchaba, estaba dispuesta a aprender e intentaba entender las situaciones que ocurrían en otros países del mundo. Además, quien fue su ministro de economía [Domingo Cavallo] había sido previamente su canciller, lo cual le permitió realizar una serie de relaciones a nivel internacional.
–¿No ve liderazgos fuertes en la actualidad?
–El liderazgo político surge con un mandato, por parte de los votantes, de hacer cambios profundos. En estos momentos, cuando se ve el fenómeno Milei o Espert, con mensajes de querer eliminar el Banco Central (que no creo que lo piensen en términos prácticos), hay una creencia de querer finalizar con el financiamiento monetario del Banco Central, que ha alcanzado niveles muy elevados. Es parte de las razones que justifican los niveles de inflación que ha tenido la Argentina en los últimos dos años. En 2021, la emisión monetaria superó el 4% del PBI.
–El oficialismo perdió las últimas elecciones y, sin embargo, el mercado financiero no reaccionó de manera alcista. ¿Qué análisis hace?
–Si bien el Congreso tiene su importancia dentro del proceso democrático, la Argentina es un país que se denomina hiperpresidencialista. El presidente puede legislar básicamente a través de DNU. El otro tema es que en los próximos dos años pueden suceder muchas cosas. Además, dentro de la oposición no identificamos un líder claro que será el candidato. La oposición también es una coalición en la cual no queda claro cómo se repartirían los espacios de poder. Adicionalmente al tema político, tenemos una economía muy desorganizada.
–¿Qué ve preocupante?
–Hay una economía con un alto intervencionismo del Estado, con idas y vueltas, sin un plan económico claro y coherente. Hay que llegar a los próximos dos años sin una hiperinflación o un estallido social. Ese es otro nivel de incertidumbre. La Argentina ha perdido relevancia en el mundo, es un país marginal y los inversores tienen memoria de las fuertes pérdidas que sufrieron en el mercado financiero, pero también en el sector real. También está el arreglo con el FMI que es necesario, pero nadie vislumbra un acuerdo que lleve a reformas estructurales que mejoren la situación argentina. Tanto el país como el Fondo están en una situación complicada y van a tratar de hacer un safe face [salvar la cara], como dicen los americanos.
–¿Le sorprende que se haya llegado a esta altura del mandato sin un plan económico?
–No me sorprende nada de este Gobierno. Hay una disfuncionalidad muy grande de la coalición gobernante. La Argentina, en su intento de cambiar las relaciones con el Fondo, le puso muchos elementos políticos. En cierta medida, algunos de esos comentarios apuntaban al público interno, pero también hay algunos con cierto desconocimiento de cómo funcionan las finanzas internacionales. El FMI no cambiará su modus operandi por la Argentina. Aun con el cobro de la sobretasa, que el Gobierno pidió reducir, el costo del fondeo del FMI es el más barato que tiene el país. Desde la Argentina, además, se dice que Estados Unidos es realmente el que define todo en el Fondo. Ese es otro error conceptual. La Argentina perdió su foco y no hace su parte, no tiene un programa económico coherente. El FMI puede estar dispuesto a hacer un acuerdo con la Argentina sin pedir reformas estructurales, en tanto detrás de eso haya un plan económico con cierta lógica que apruebe el staff del Fondo. En este caso, creo que los americanos no tendrían ninguna objeción. Pero el staff del Fondo no convalidará estas ideas disparatadas que trae Guzmán. Académicamente, el ministro está bien entrenado, pero enfrenta limitaciones políticas cuando vemos la relación entre la Argentina y el Fondo. No me sorprendería que la Argentina no realice el pago de marzo.
–¿Qué ocurriría en ese caso?
–Tal vez lo haga más tarde. Al final del día se llegará a un acuerdo con el Fondo, pero no se generará confianza en los inversores. Vamos a financiar los vencimientos con un nuevo acuerdo, de forma tal que no sea culpa del Fondo que la Argentina tenga una crisis de deuda en los próximos años, y luego se esperará que un nuevo gobierno en 2024 tenga una orientación diferente y otro tipo de lógica. Esa es la hipótesis de máxima del Fondo. Pero primero le van a pedir que el plan económico lo haga la Argentina. El Fondo no se lo hará. También pedirá que los diferentes actores políticos lo apoyen vía el Congreso, porque le están prestando a esta administración, pero cuando se tengan que realizar los pagos de capital habrá otra. Por otro lado, desde el punto de vista geopolítico, la Argentina no ha estado dando los pasos correctos. Cuando apoya a Nicaragua o a Venezuela, la gente en Estados Unidos se horroriza. Cuando se acerca a China, también causa preocupación. La urgencia de ocuparse del tema argentino sube porque Estados Unidos no quiere una influencia excesiva de China en la región.
–¿Qué pasa con el Club de París si la Argentina no arregla en marzo un acuerdo con el FMI?
–No pagar al Club de París es menos relevante; suele haber ciertas demoras. La punta del ovillo es el Fondo, porque además tiene un efecto dominó sobre el resto de las multilaterales. Si la Argentina está en default con el FMI, el Banco Mundial no realizará los desembolsos prometidos y no otorgará nuevos préstamos. Hay pocas probabilidades de que la Argentina pague los vencimientos de US$4000 millones que hay en el primer trimestre, y que logre un acuerdo con el Fondo en este tiempo. Del lado del FMI, esta semana asumió el economista brasileño Ilan Goldfajn [como director del Departamento del Hemisferio Occidental], que es un ortodoxo y no creo que tenga el espíritu de ayudar a la Argentina simplemente porque es vecina de Brasil. Tomará una posición dura, no muy dura como para frenar un acuerdo, pero tal vez hubiera sido mejor que Guzmán lograra un acuerdo antes de que llegara este señor. Tuvo un error táctico importante.
–Si la Argentina logra acordar con el FMI, ¿cree que bajará el riesgo país para que las empresas puedan acceder al mercado internacional o pueda haber nuevas desembolsos de los organismos multilaterales?
–El Banco Mundial, la CAF y el BID van a otorgar préstamos para propósitos determinados, son inversiones para temas sociales o de infraestructura. No veo al sector privado haciendo inversiones en la Argentina como consecuencia de que se hizo un acuerdo con el Fondo. Todos esperan un acuerdo light para comprar tiempo; no significará un cambio radical. Puede ser que baje un poco el riesgo país, de 1700 a 1200 puntos básicos. Si bien es un cambio importante, no significa que la Argentina vuelva a ganar acceso voluntario a los mercados de crédito. Por consiguiente, no es relevante para las compañías en la Argentina, donde si bien el costo de financiamiento es mucho más bajo que el del Estado, aun así sigue siendo alto en los estándares mundiales. No veo una ola de emisiones de bonos del sector privado con posterioridad al acuerdo con el Fondo. Cerrar un acuerdo con el FMI es necesario, pero no significa que vaya a haber un cambio importante de expectativa por parte de los agentes económicos.
–¿Cómo ve los niveles de pobreza en el país?
–Es un tema que me preocupa mucho, porque estamos hablando de que el 40% de los individuos en la Argentina es pobre. El 10% es indigente. Los porcentajes a veces son muy fríos, pero cuando hablamos de indigencia son más de 4 millones de personas que no cubren ni siquiera sus necesidades alimentarias. El 40% de pobreza es 18 millones de personas. Son números muy grandes. La Argentina está con un nivel de inflación superior al 50%, lleva 10 años de estancamiento, se han gastado los ahorros públicos en diferentes esquemas de subsidios, es una economía muy intervenida por el Estado, con altos niveles de injerencia, regulaciones y leyes que no hacen mucho sentido. La Argentina pasó los últimos 20 años a una situación en la cual tiene una de las cargas impositivas más altas del mundo, con 40 puntos del PBI financiado por un sector privado. Son 8 millones de personas en el sector privado, mientras que el sector público –entre empleados nacionales, provinciales, municipales, de empresas públicas y beneficiarios de planes sociales– son 20 millones de personas. Esta situación no es sostenible a lo largo del tiempo.