La historia de la mayor exportadora de transformadores eléctricos de la Argentina
Es una empresa familiar; estuvo al borde de la quiebra cuando la compraron sus actuales dueños
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CÓRDOBA.- La empresa Tubos Trans Electric (TTE), instalada en Córdoba, invirtió US$30 millones para ampliar su planta productiva, aumentar los volúmenes de producción y profundizar su inserción en el mercado internacional. La familia Tizado compró esta industria que produce transformadores de alta potencia hace 20 años, cuando estaba en una situación muy complicada; la situación fue mejorando hasta consolidarse y proyectar una facturación de unos US$100 millones.
Javier Tizado, accionista principal de la compañía -fue directivo del grupo Techint por años y también secretario de Industria de la Nación-, y Trinidad Tizado, presidenta, explican a LA NACION que por las condiciones de la demanda internacional hay posibilidades de crecer en exportaciones fuertemente. Incluso tienen cerradas operaciones para entregar en 2027. Con la ampliación se duplicó la capacidad de producción, pasó de 1.920 MVA ahora 4.000 MVA.
La empresa nació hace 60 años; la fundó la familia Fortuna, y exportó por primera vez en 1989; nació dedicada a la fabricación de caños para instalaciones eléctricas y transformadores de distribución y rurales y en 1963 comenzó a producir transformadores de mayor potencia. Nueve años después hizo el primero de potencia, clase 145 kV con tecnología propia y en 1974, con la incorporación de tecnologías avaladas por licencias internacionales, empezó a despegar en calidad de producción de grandes equipos.
En el medio de la crisis del arranque del 2000 la compañía pasó a manos del grupo Pérez Companc y luego a la de Montich, una autopartista. Con la adquisición por parte de los hermanos Jorge y Javier Tizado se reordenó y comenzó una senda de crecimiento. La adquirieron en 2004.
Javier Tizado indica que fue una tarea “muy sostenida de un grupo de profesionales; de ir introduciendo de nuevas estructuras de funcionamiento, de tecnología, de personal. Hacer análisis muy pormenorizados del mercado e instrumentar un plan de trabajo que se siguió en forma sistemática con inversiones que se respaldaron, básicamente, con el capital familiar”. El empresario subraya que “no fue un camino fácil” aunque la compañía siempre sostuvo su “marca asociada con la calidad”.
TTE inauguró hace unos días un nuevo sector de bobinado con sistema de presión positiva que asegura un muy bajo nivel de partículas, sumaron dos bobinadoras y nuevos moldes expansibles. Además, incorporaron dos hornos con sistema de secado bajo presión y vacío, cada uno con una capacidad de 316 kW de potencia. También se invirtió en cuatro puentes grúa, dos de 80 toneladas y otros dos de 20 toneladas, lo que permitió duplicar la capacidad de elevación hasta 160 toneladas y se triplicó el área de montaje.
Explican que la ampliación de la planta no solo aumenta la capacidad productiva, sino que también aumenta la productividad, mejorando así la competitividad de la empresa al poder “ofrecer productos más rápidamente y con mayor eficiencia, hecho crucial en un mercado global donde la capacidad de respuesta y la calidad del producto final son determinantes para el éxito”.
Entienden que es “sólo un primer gran paso en el plan de expansión y desarrollo de la empresa, que actualmente ya está operando con sus instalaciones a capacidad plena, destinando el 80% de su fabricación al mercado del exterior, principalmente a Estados Unidos”.
La empresa emplea a 220 personas y en el período que lleva la familia Tizado exportó “exitosamente” durante unos años, incluso le vendieron a agencias del gobierno de Estados Unidos, que “repitieron” las compras por los buenos resultados. “Pero, por los manejos poco virtuosos en la macro se abrió un período complicado que hizo que en 2014 no dieran los costos y las exportaciones cayeran a cero”, dice Javier Tizado.
Trinidad Tizado añade que, desde 1989, se exportó a Brasil, Paraguay y Centroamérica, en 2009 desembarcaron en Estados Unidos y ratifica que la competitividad del sector “depende mucho del tipo de cambio”. “Desde el 2020 retomamos con mucha más decisión y una estrategia para posicionarnos fuertemente en el mercado mundial, para abordarlo de manera más eficiente”, puntualiza.
Los transformadores eléctricos de potencia cuestan entre US$1 millón y US$2 millones -en el país hay tres fábricas, TTE es la con mayor capacidad exportadora-, mientras que los transformadores de distribución cuestan entre US$10.000 y US$15.000. “Son diferentes, requieren un nivel de sofisticación distinto en la producción”, describe Trinidad Tizado.
El aumento fuerte de la demanda internacional se explica por varios factores, entre los que destacan la transición energética fundamentada en el cambio climático en la que se avanza en el reemplazo de los hidrocarburos y en el mayor uso de energía eléctrica, fundamentalmente de origen renovable.
Por el otro, en el caso particular de Estados Unidos, la red está “frágil” y hay un consumo horario más parejo (se redujo al mínimo el valle nocturno) y eso estresa más al sistema, lo que se traduce en mayor requerimiento de transformadores. También influye el reordenamiento de las cadenas de valor, la expansión de la tendencia al nearshoring, por lo que México creció en producción y venta.
La velocidad de respuesta a la demanda es clave. En general las entregas se pactan a dos años que es lo que insume el diseño y producción de un transformador, además de la logística de transporte de un equipo que pesa unas cien toneladas.
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