La pandemia no detuvo el avance de las empresas “B”
Se trata de compañías con fines de lucro que usan el poder de los negocios para desarrollar una economía más inclusiva y sostenible; en 2020 se llegó a 128 a nivel local, 17% más que en 2019
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El año de pandemia no detuvo el avance de las empresas B en la Argentina: su número creció un 17% en 2020, respecto del 2019, con lo que ya llegan a ser 128 las compañías que cuentan con esta certificación, que avala su buen desempeño tanto social como ambiental. Esa cifra se suma a las 659 que existen en América Latina y a las 3720 que se registran en el mundo.
Las empresas B certificadas son compañías con fines de lucro que usan el poder de los negocios para desarrollar una economía más inclusiva y sostenible. Cumplen con los más altos estándares en términos de desempeño social y ambiental, transparencia y responsabilidad empresarial. Existen tres condiciones para ser empresa B: tener en los estatutos el propósito de generar un impacto social y ambiental positivo, reportar lo que se hace en ese aspecto y tomar decisiones para actuar en favor de todos los grupos de interés.
Pedro Friedrich, copresidente del directorio de la fundación Sistema B Argentina, dice que en 2020 las empresas B del país contaron con un total de 7712 empleados y lograron una facturación total acumulada de más de US$600 millones. “Las compañías que se certifican no son perfectas, pero toman un compromiso de mejora continua y ponen el propósito empresarial en el centro de su modelo de negocio”, explica.
Constanza Connolly, abogada especialista en temas de triple impacto, cuenta que, desde 2015, hubo un gran incremento a partir de la agenda 2030 de los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS), creados por las Naciones Unidas. “Esos objetivos están alineados con las cuestiones de sustentabilidad (ambiental y social). Sumado a esto, llega el concepto de un capitalismo más consciente, que dice que las empresas en su modelo de negocios tienen que mirar también a todos sus grupos de interés y que no basta solo con la rentabilidad”, señala la especialista.
Ya no alcanza con no generar un daño, sino que ahora es necesario provocar un impacto positivo que transforme el ambiente y la sociedad. “Por ejemplo, está la empresa Xinca, que fabrica zapatillas a partir de la recuperación del caucho destinado a desperdicio. Así, evita la contaminación, da trabajo a grupos vulnerables y produce calzado para comercializar”, comenta Connolly.
La Argentina está a la vanguardia en la región en lo que se refiere a empresas B, un esquema que, incluso, le da beneficios al Estado, porque, al apoyar a estas firmas y comprarles, está cumpliendo también con estándares ambientales y sociales (y con la Agenda 2030, cuyo cumplimiento también debe reportar ante las Naciones Unidas).
Una de las obligaciones que tienen las empresas B es medir y reportar su impacto, y eso ayuda a generar transparencia en el mercado y la creencia de que estas compañías están realmente haciendo lo que dicen. “Cada dos años existe la recertificación, por lo que se exige la mejora continua”,
Si bien el país está a la vanguardia en cantidad de empresas B a nivel regional, eso no quiere decir que ocupe la misma posición en cuanto a la captación de inversiones con ese destino. Al abrir el panorama, se ve que América Latina siempre fue el segundo o tercer destino. Ahí están en el podio Brasil (capta el 25% de la inversión regional), México y Colombia. Después vienen Chile y Perú. Y la Argentina entra en una tercera categoría, donde se dieron pasos importantes, pero aún faltan condiciones para que florezca la inversión.
“En la Argentina, si bien hay un impulso desde hace unos años, con actores relevantes dentro del ambiente financiero (bancos, familias, fondos), están difíciles las condiciones de mercado. El problema en este país es que la alta volatilidad macroeconómica hace que sea inviable cualquier tipo de inversión”, subraya María Laura Tinelli, directora de Acrux Partners, firma especializada en inversión de impacto. “Además, acá no hubo demasiados incentivos para que los inversores colocaran capital en empresas B”, agrega.
Según destaca Tinelli, a nivel local hay algunos casos de éxito de inversores que apuestan en distintas etapas. “Está Puerto Asís, pionero en invertir en una gama de compañías y en ayudar a desarrollar el mercado; el fondo NXTP, que invierte en tecnología; aparecen algunos bancos, y también ciertas agencias de inversión de las provincias (San Juan y Mendoza son muy interesantes)”, detalla la especialista.
Una de las empresas B en el país es Natura. Paola Nimo, gerente de Sustentabilidad de Natura Argentina, cuenta que esa certificación los “desafía a perseguir el triple impacto” y que eso sea posible e inherente al modelo de negocios, obteniendo no solo resultados económicos, sino también impacto social y ambiental al mismo tiempo.
“Pertenecer a este movimiento, es formar parte y crear una nueva economía, donde las empresas estamos al servicio de la sociedad y de la naturaleza, y no al revés. Significa promover cambios necesarios para el bienestar social e invitar a más compañías a que se sumen a este propósito de construir un mundo mejor”, concluye la ejecutiva.
Miguel Devoto, gerente general de Danone Specialized Nutrition, dice que en Nutricia Bagó se basan en la investigación científica para dar soluciones y servicios nutricionales en momentos claves de la vida de cada persona. “Ese es el propósito que nos mueve en búsqueda de generar impacto positivo en la sociedad, y desde ahí es que nos medimos y evaluamos siendo empresa B certificada”, afirma. En el mismo grupo, Agustín Mostany, gerente general de Aguas Danone, dice que desde 2017 también miden y evalúan su gestión con el propósito de mejorar día a día, conscientes de que el modo en el cual impactan es lo que los diferencia.
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