La pobre dinámica de la economía argentina
La trayectoria de las tasas de inversión nos aleja de otros países
Una vez más, la Argentina se encamina a un proceso electoral con alto grado de incertidumbre, fundamentalmente en cuanto a la capacidad y voluntad de la próxima gestión para avanzar en los consensos necesarios para que sea posible romper el ciclo de retroceso relativo que atraviesa desde hace más de cinco décadas y que se agudizó en la segunda "década perdida" de 2010 a 2019.
Una forma de observar el pobre dinamismo de la economía consiste en comparar la evolución del PBI per cápita con el de países que en un momento fueron similares al nuestro y que hoy tienen niveles significativamente superiores, incluso sin estar embarcados en modelos de desarrollo y convergencia acelerada con las economías avanzadas (como las del sudeste asiático desde los 70).
Puntualmente, en 1981 el PBI per cápita de Chile y Turquía equivalía a 54% del argentino, en tanto en 2019 ese indicador apunta a ubicarse en 132% y 134%, respectivamente. ¿Qué pasó en estos casi 40 años para explicar esta dinámica? Hay una clara diferencia entre la Argentina y los dos países mencionados en cuanto a la trayectoria de la tasa de inversión. Entre 1981 y 2019, nuestro país promedió una tasa de inversión de 16,8% del PBI, frente a 23,2% de Chile y 25% de Turquía. En la última década, los índices fueron de 18%, 23,7% y 28,7%, en cada caso.
Aun sin entrar en complejidades de los modelos de crecimiento y desarrollo, un hecho parece seguro: la tasa de inversión es muy baja y no es suficiente, ni para aspirar a una convergencia con las economías avanzadas, ni para lograr sostener ciclos de crecimiento que se extiendan más allá de algunos años. La escasa inversión en sectores transables pone un freno al crecimiento de la competitividad y lleva a otro hecho de la Argentina desde hace más de 70 años: el pobre dinamismo y la poca diversificación de las exportaciones. Sin un crecimiento sostenido en la capacidad de generación de divisas en la cuenta corriente, todo ciclo expansivo está condenado a agotarse cuando se detienen los ingresos por la cuenta financiera. Y se termina en control de capitales o en crisis de balanza de pagos.
La inversión se financia con tres ahorros: privado, público y externo (este último, la contracara del déficit de cuenta corriente). Descartada la posibilidad de descansar solo en el ahorro externo como mecanismo para financiar en forma sostenible una suba de la tasa de inversión en equipo durable e infraestructura vinculada con la productividad, las fuentes posibles son el ahorro privado y el público (superávit fiscal).
No solo es condición sostener reglas de juego y construir una moneda que permita contratos de largo plazo. También es necesario un consenso que permita administrar el conflicto distributivo de la sociedad argentina.
El autor es economista y director de EcoGo
Martín Vauthier
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