Los férreos colores de Aerolíneas impregnan el sector
Alguna vez, uno de los presidentes de Aerolíneas Argentina se quejaba: "Este es el único país del mundo en el cual los pasajeros insultan al gerente general a su Twitter cuando un vuelo sale tarde". Es un ejemplo, pequeño, por cierto, de la exposición que tiene cada cosa que suceda en el mercado aerocomercial criollo.
La explicación siempre inicia en un vértice: la empresa estatal que rige la oferta y la regulación. El punto es que por más intentos que se hicieron desde hace décadas, nunca pudo manejar la demanda. Como se dijo, domina la oferta y la regulación, pero no logró la tercer pata del trípode.
Más allá de la retórica con la que se patina cada uno de los movimientos del líder del mercado, los pasajeros reclaman desde hace décadas algo más que lo que ofrece la compañía. Durante los últimos años se hizo cuerpo el sueño de pasajes baratos, más ciudades comunicadas, algo más de federalismo aéreo. Los gobernadores no lo dicen en voz alta, pero aplauden la llegada de vuelos y, en confianza, se reconocen algo daltónicos a la hora de vivar solo los colores celeste y blanco en el fuselaje. Les importan los aterrizajes y los despegues desde su provincia.
El peso de la empresa estatal es tan grande que nada termina en el sector, todo se amplifica. Por caso, un viaje a China para traer carga entre asiento y asiento es una epopeya en pleno siglo XXI sin importar que un carguero, vacío y acondicionado, es más barato y eficiente.
Durante la gestión de Mariano Recalde, ahora senador porteño, la regulación se disponía en las oficinas de la empresa. Esa práctica incómoda para la competencia menguó algo en los últimos cuatro años, pero el regreso de los lineamientos de aquella gestión trajo de vuelta esas prácticas.
De ahí que cualquier regulación es leída en "código Aerolíneas". La prohibición de vender pasajes, por ejemplo, inmediatamente fue decodificada como el aviso fúnebre a la competencia. ¿Quién podría sostener una operación en tierra sin poder vender pasajes aunque sea con fecha abierta a confirmar cuando todo pase? Los argumentos de la norma de la ANAC que prohíbe la venta hasta el 1° de septiembre tienen demasiado pocos argumentos. Qué razón podría esgrimir el Gobierno para que este cronista le compre una pizza al bar de la esquina con la condición de que la entregue cuando pueda abrir el negocio. O que cualquiera aproveche alguna promoción que tiene como condición la espera para después de la cuarentena. En términos jurídicos, un ticket de avión es un contrato de transporte en el que uno paga y el otro tiene la obligación de llevarlo un determinado día del origen pactado al destino. Con más detalle, el viajero le entrega un crédito a la empresa que, a su vez, contrae una deuda que se salda cuando se vuele. Pero claro, nadie volará entonces, al menos si durante tanto tiempo no se puede vender.