Los inmigrantes latinos reviven las ciudades pequeñas de EE.UU.
En 2001, José Rodas se mudó con su familia a esta ciudad obrera a las orillas del río Des Moines tras conseguir un empleo en la planta de producción porcina de Cargill, después de tratar de ganarse la vida durante más de 10 años en California y Nevada.
En cuestión de un año, el inmigrante guatemalteco había ahorrado suficiente dinero como para comprarse una casa. En marzo, inauguró la primera fábrica de tortillas en la ciudad.
"Aquí es mucho mejor que en California", dice Rodas, que en la mañana trabaja en su Tortillería Los Twins y luego hace el turno de noche en la planta de Cargill. "Hay mucho trabajo, es tranquilo y el costo de vida es bajo", señala.
Rodas es parte de la nueva ola inmigratoria de latinos que se traslada desde los destinos tradicionales a lugares más remotos y al interior de Estados Unidos. Atraídos por los empleos bien remunerados, la vivienda asequible y vecindarios seguros, los hispanos se han asentado en ciudades que no habían recibido una gran cantidad de inmigrantes durante más de un siglo.
La migración hispana al interior del país tiene repercusiones políticas. Apenas 2,2% de las personas que pueden votar en Iowa son hispanos. De todos modos, el presidente Barack Obama los cortejó durante su campaña electoral y ganó en cinco de los siete condados que, en conjunto, albergan la mitad de la población latina de Iowa. En todo el país, los hispanos representaron por primera vez 10% del electorado en las últimas elecciones e impulsaron la victoria de Obama.
La "diáspora latina" está jugando un papel clave en la revitalización de ciudades pequeñas en EE.UU. que habían sido afectadas por el decrecimiento de la población y las escasas expectativas de progreso económico.
Desde principios de los años 90, los latinos se han dirigido a lugares como Dalton, en Georgia, para trabajar en las fábricas de alfombras, y la región de Piedmont, en Carolina del Norte, donde había abundantes plantas de muebles. Muchos hispanos tra-bajan en hoteles y resorts de golf en Hilton Head, en Carolina del Sur. Algunos analistas creen que este influjo podría provocar un cambio en el panorama político, al inclinar la balanza de estados tradicionalmente republicanos en favor de los demócratas.
El éxodo de los hispanos a ciudades más pequeñas del interior de EE.UU. es más reciente. Entre 2000 y 2010, la población latina en la parte central del país creció 49%, más de 12 veces la tasa general de crecimiento de la población, que ascendió a 4%.
La cantidad de latinos aumentó 82% en Iowa durante esa década y ahora representan 5% de la población. La presencia hispana se ha más que duplicado en Minnesota, Kansas y Dakota del Sur. La ciudad de Beardstown, en el estado de Illinois, ahora celebra el Cinco de Mayo, fecha que conmemora una importante de victoria del ejército mexicano sobre los franceses, en un parque con bandas de mariachi y niños que realizan bailes folclóricos mexicanos frente a un tribunal donde en su día trabajaba Abraham Lincoln.
Pero la transición no siempre ha sido fácil. Especialmente desde que la economía estadounidense comenzó a sufrir, algunas ciudades empezaron a emitir decretos para ahuyentar a los inmigrantes indocumentados.
Los votantes de Fremont, en Nebraska, aprobaron en 2010 una medida que prohibía a los arrendadores alquilar sus pro-piedades a inmigrantes indocumentados y obligaba a las empresas a utilizar un programa federal para garantizar que el personal contratado tuviera sus documentos en orden. Un juez federal derogó en febrero parte del decreto. Ambas partes han apelado la decisión.
La mayoría de los hispanos en Ottumwa provienen de otras partes de EE.UU. y las autoridades locales creen que muy pocos carecen de papeles. Aun así, el rápido crecimiento de los latinos ha creado tensiones en la comunidad.
Ottumwa, una ciudad de unos 30.000 habitantes, estaba pasando apuros antes de que llegaran los latinos. En su día un pujante núcleo ferroviario, perdió miles de puestos de trabajo conforme el sistema de ferrocarriles clausuraba muchas rutas y una gran planta procesadora de carne cerraba sus puertas.
Los latinos —principalmente de procedencia mexicana, salvadoreña y guatemalteca— representan 11% de la población de la ciudad, según el último censo. Las tiendas que estaban cerradas en la avenida principal ahora están ocupadas por negocios y restaurantes de latinoamericanos. Conforme la población crecía, Ottumwa atrajo varias grandes cadenas minoristas, como Wal-Mart y Kohl’s.
La ciudad recaudó unos US$700 millones el año pasado provenientes de impuestos a las propiedades, casi el doble que en 2000 gracias a los compradores latinos, dice Joe Helfenberger, administrador de la ciudad.
"Los hispanos están sacando a esta ciudad de una larga recesión", dice Nicole Banner, una agente de préstamos de U.S. Bank y miembro del comité de diversidad de la ciudad.
Todo comenzó en 2000, cuando Cargill decidió aumentar la producción en su planta de producción porcina en Ottumwa, lue-go de reconstruirla después de un incendio.
El gerente de planta Randy Zorn pidió ayuda al entonces alcalde Dale Uehling: "Para expandirnos, necesitaremos atraer a trabajadores de fuera, y probablemente serán hispanos", recuerda haberle dicho a Uehling. En aquel entonces, la población hispana de la ciudad era de apenas 1%.
Al principio, la planta de Cargill atrajo a latinoamericanos solteros o que habían dejado a sus familias en el oeste de EE.UU. El salario, de unos US$10 la hora, era sustancialmente más alto que el mínimo del estado y rendía mucho más que en las grandes ciudades o estados como California.
Los latinos casados no tardaron en traer a sus familias. "La ola llegó muy pronto", relata Davis Eidahl, un superintendente escolar de distrito.
"Mis amigos me dijeron que había trabajo aquí", recuerda Rodas, de 50 años, que hasta entonces había trabajado en fábricas en California y Nevada y cuenta con permiso legal para trabajar en EE.UU. desde fines de los años 90. Un día después de Navidad en 2001, el inmigrante guatemalteco empezó a trabajar en la planta de Cargill cortando intestinos y estómagos de los cerdos.
Un mes después, llegaron su esposa, Magdalena, y sus dos hijos. Para 2002, Rodas había juntado suficiente dinero para hacer el pago inicial de una vivienda para la que había conseguido un crédito hipotecario de US$70.000. "Era mi primer paso hacia el sueño americano", recuerda.
Con el tiempo, empezaron a llegar más emprendedores latinos que abrían negocios familiares, restaurantes y salones de baile. José Luis Melchor, un inmigrante mexicano que arribó desde Watsonville, California, inauguró el taller El Maestro. El salvadoreño Rigoberto Barrillas, que había trabajado en restaurantes coreanos en Los Ángeles, instaló una pupusería para pro-ducir las tortillas salvadoreñas de maíz.
La integración de la comunidad fue menos conflictiva porque los latinos se dispersaron por toda la ciudad en lugar de asen-tarse en un único enclave. Para 2008, todas las escuelas públicas en Ottumwa matricularon a estudiantes hispanos, que ahora representan en torno a 20% del cuerpo estudiantil.
Sin los latinos, el distrito habría sufrido un "retroceso drástico" en la población estudiantil y "drásticos recortes de costos", dice Eidahl, el superintendente.
El año pasado, la ciudad contrató a su primer policía hispanos para forjar mejores relaciones con la comunidad. El jefe de policía indica que la cantidad de crímenes reportados en la ciudad ha caído durante seis años consecutivos.
Para 2009, la hija de Rodas se había graduado de la secundaria, se había casado y tenido gemelos. Ahora trabaja en una clínica local en una posición administrativa. Su padre es el garante de la hipoteca de su casa. El hijo de Rodas, que todavía está en la secundaria, planea asistir a la universidad.
Rodas trabajó horas extra en la planta de Cargill y logró ahorrar US$9.000 los que quería usar para comprar una máquina de acero inoxidable para fabricar tortillas que costaba US$30.000. El banco le negó un préstamo, pero el inmigrante no se dio por vencido. Trató de lograr un microcrédito de un programa establecido por un comité de banqueros, empresarios y otros líderes de la ciudad con el objetivo de estimular el desarrollo económico.
En enero, Rodas consiguió un préstamo de US$21.000 y ordenó la máquina para fabricar tortillas. Encontró un lugar adecua-do para instalar su negocio en la calle principal de la ciudad, junto a negocios locales orientados a servir las necesidades de la comunidad hispana.
El 24 de marzo inauguró Tortillería los Twins en honor a sus dos nietos gemelos. Algunos mercados locales, un hospital y el distrito escolar ya han expresado interés en comprar las tortillas del inmigrante.
Rodas, que actualmente cobra US$1 por medio kilo de tortillas, paga el salario de dos empleados. Su negocio aún no genera ganancias pero tampoco pérdidas, dice.
Ante la pregunta de si había alcanzado sus metas, contestó: "Sigo haciendo realidad el sueño americano". Unas horas después, se preparaba para su turno de tarde en Cargill.
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