Cómo se construye y gestiona el talento
Andrés Hatum analiza la historia de un eterno debate: la “lotería del ADN” o el esfuerzo y la formación
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“Parte de la razón por la que Colapinto está en el auto es su capacidad para enfrentar la inmensa cantidad de carga a la que se somete un piloto novato en su primera experiencia. Eso es una virtud innata, además de tener la capacidad natural para ser un piloto rápido. Parece que nada lo pone nervioso”. La declaración sobre el piloto argentino corresponde a James Vowles, jefe de la escudería Williams, y actuó como disparador de debate durante el capítulo 5 del ciclo “Empresas en acción”, organizado por LA NACION.
Por supuesto que Colapinto no “cae de un árbol”, explicó Andrés Hatum, PhD de Warwick Business School y profesor de la escuela de negocios de la Universidad Torcuato Di Tella, en diálogo con José Del Rio, secretario general de Redacción de LA NACION. El corredor llega por muchos años de esfuerzo y determinación para lograr un objetivo, ¿pero qué termina siendo más determinante, las horas de práctica o los impulsos naturales de un piloto?
Los investigadores sobre este tema presentaron posturas variadas a lo largo de la historia. Por ejemplo, Anders Ericsson, uno de los mayores expertos en el desarrollo de habilidades, en la década del noventa se instaló en la Academia de Música de Berlín y dividió a los violinistas en niveles. Para su sorpresa, no encontró “talentos naturales”: descubrió que la gran diferencia se encuentra en la práctica deliberada de más de 10.000 horas.
En esta misma línea, Malcolm Gladwell, reconocido sociólogo canadiense, difundió que cuando uno llega a ese número de horas de prácticas es que uno se convierte en un especialista. “Para este investigador, es posible sembrar el talento, si le ponés garra llegás”, dijo Hatum.
László Polgár, húngaro pedagogo de la década del 60, dijo que “los genios se hacen, no nacen”. Y buscó estudiar cómo producir chicos con habilidades world class. Puso a prueba sus teorías con su propia familia. Tuvo tres hijas -Sofía, Susan y Judith- con Clara, su mujer, una ucraniana traductora de húngaro, y les enseñó a jugar al ajedrez, por la técnica y precisión propios de este deporte. Las tres lograron llegar al Gran Masters y Judith, la más chica, se convirtió en una de las mujeres más famosas de la historia del ajedrez. Para Polgár, el talento se logra con la práctica con propósito.
“Pero no todos los investigadores se encolumnaron bajo esta línea de pensamiento”, aclaró Hatum. En la discusión apareció Daniel Coyle, que estudiaba las neuronas y la sinapsis para explicar casi todos los fenómenos mentales: memoria, emoción y percepción sensorial. El investigador desarrolló sus estudios sobre el rol clave de la mielina, que “crece” cuando uno hace practica de manera deliberada y suma horas en una actividad.
Si bien la idea de que con esfuerzo uno puede llegar a todo lo que se proponga y cumplir sus objetivos suena muy atractiva, los neurocientíficos dicen que hay un 50% que recae en la “lotería del ADN”. El otro 50%, por supuesto, corresponde al esfuerzo de la persona.
Otro tema interesante es el que planteó Jeff Immelt, exCEO de General Electric. Immelt descubrió que los mejores managers tienen lo que se llama un “domain Expertise”, que es un conocimiento profundo de lo que pasa en las compañías. Por eso, empezó a contratar gente con mucho conocimiento de la industria. Y en ese punto surgió una pregunta: ¿es mejor tener un conjunto de especialistas y talentos o un equipo con miembros no tan talentosos pero que actúe como equipo? Es decir: ¿los mejores talentos juntos o el mejor equipo?
“Lo mejor es formar un equipo antes que priorizar las individualidades. Cuando tenés un equipo con los mejores del área, uno toma el rol o lugar de jefe y se revienta el equipo cada vez, mientras que los equipos que no tienen a los mejores talentos pero tienen mejor capacidad de coordinación, logran mejores resultados”, dijo Hatum.
Hatum enfatizó que esto no quiere decir que el talento no sea relevante, porque por supuesto es importante. En la Argentina, con el cambio radical en la matriz económica que se está dando, se vuelve cada vez más trascendente la obtención y conservación del talento: “Hay que pensar dónde vamos a encontrar el talento, se fueron muchos del país estos últimos años y muchos trabajan para países de afuera desde Argentina”.
Hatum también investigó el caso de generación de talentos en La Masía, la escuela de formación de jugadores del F.C Barcelona, cuna de cracks como Lionel Messi, Andrés Iniesta o Xavi Hernández. Para el autor, en este caso se da algo muy interesante, que permite poner a prueba todas las teorías. Los chicos tienen una temprana exposición a la actividad -las 10.000 horas-, pero también tienen un contexto que busca protegerlos -no solo del entorno de los fans, sino también de las familias y sus apuros e inmediatez por el éxito-, un entrenador que los empuja a ser alguien y una exigencia de parte del club de continuar con sus estudios. Todo esto suma como organización a ayudar las características innatas. No se puede negar la relación del ADN, pero si no pulimos esas condiciones, no pasa nada.
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