De oveja a tigre: las cinco claves del éxito del rey del coaching
Para Fred Kofman, el mundo se divide entre ovejas y tigres. Esa es su manera "risueña", aclara, de hablar de las filosofías de las víctimas y de los protagonistas. "La oveja es un animal de rebaño que sigue a fuerzas externas. El tigre es la persona que decide por sí misma. Vos podés elegir contar la historia como alguien afectado por fuerzas que están fuera de su control o como alguien que elige qué hace con lo que se enfrenta", resume el coach y asesor de desarrollo de liderazgo en Google.
Kofman es de Buenos Aires, pero vive en Estados Unidos desde hace años. Allí da cursos de coaching y liderazgo para todas las generaciones en las oficinas. De visita por su ciudad natal para presentar su libro La revolución del sentido, dialogó con LA NACION sobre la diferencia entre un puesto de trabajo y un rol, la necesidad de encontrar un propósito empresarial para motivar a los empleados y la importancia de generar las condiciones para que en las compañías se incentive el bien común y no las individualidades.
Comenzó por la diferencia entre "puesto" y "rol". Lo explicó de este modo: "Cuando te preguntan cuál es tu trabajo, hay una ambigüedad, porque te están preguntando por tu objetivo y tu rol. Y tu objetivo individual puede ir en contra del verdadero objetivo, el grupal, porque ese es el del equipo".
Para dar más detalles, dijo, utiliza la metáfora de un equipo de fútbol. "El rol de los defensores no es parar goles, es conseguir la victoria del equipo. Si vos le preguntás a cualquier persona en una empresa, te va a poder decir su rol, pero el trabajo de ese empleado tiene que subordinarse al objetivo de la empresa", detalló.
Para ahondar más en este concepto, Kofman se inspira en teorías matemáticas. "Para optimizar todo el sistema, es necesario suboptimizar los subsistemas", aclaró. Pero en los casos en los que la compensación salarial está atada a objetivos, es probable que aquel empleado intente optimizar al máximo su propio subsistema y que no tenga una mirada más general. "Supongamos que hay una persona que trabaja en ventas. Si hay un colega que podría vender mejor que él o ella, lo más probable es que no le pase sus operaciones, porque no se llevará su comisión", resumió.
¿Y qué sucede cuando no hay suficiente conocimiento entre el equipo como para que ese espíritu de colaboración y de un objetivo mayor florezca? En esos casos, Kofman habla de una "guerra psicológica", en la que los trabajadores de otras áreas son deshumanizados para poder hablar de ellos como si fueran un enemigo. "Cuando das un espacio de diálogo y de conocimiento mutuo, se forma la mística del equipo. Es la química que se da cuando la gente se tiene la confianza suficiente como para que haya un bien común", indicó.
Ese bien común es el centro de su nuevo libro, La revolución del sentido. El coach asegura que las nuevas generaciones lo tienen claro: las empresas deben producir un cambio para dejar de poner el dinero en el centro y el sentido en la periferia e invertir la ecuación. "El sentido no es la sal para condimentar la carne, es lo central", aseguró, y añadió: "Tratar de manejar la empresa basado en el dinero no tiene solución".
Para poner el sentido en el centro, las empresas primero deben encontrarlo. "Hay que ver cuál es la necesidad humana que está satisfaciendo el producto o servicio y ver qué historia noble se puede contar a partir de ahí para inspirar a la gente y que sepa que está haciendo algo bueno", resaltó.
De ese modo, se llega a tocar una fibra más íntima del ser humano: la de la ética. "El ser humano es ético por naturaleza, a menos que sea un sociópata. Desde el principio queremos ser buenos: es por eso que cuando un chico le pega a su hermano enseguida dice: 'Él empezó'. Si se quiere incentivar a la gente a que se comprometa con un propósito superior, hay que ser ético", aclaró. En este punto, hizo un llamado para las empresas de la "vieja economía", es decir, las que tuvieron que migrar a lo digital. "No pueden darse el lujo de perder el liderazgo ético frente a las nuevas compañías, porque desde este punto de vista, lo virtual o lo físico da igual: lo que importa es el modelo de comportamiento y el impacto que puedo tener", dijo.
Y para afilar el liderazgo ético de las "viejas" firmas, añadió, es necesario hacer hincapié en la profundidad, sobre todo si se trata de una empresa que produce bienes. Explicó: "Estas organizaciones no pueden tentarte con cambiar el mundo, porque sus recursos llegan hasta un punto. Sin embargo, sí pueden cambiar la vida de la gente que toque si lo hace con amor y con cuidado. La propuesta de valor sigue siendo ética, pero se centra más en la profundidad que en la amplitud".
Para terminar, retomó su idea de "ovejas y tigres" para hablar de la coyuntura argentina. "En este momento hay una crisis. Hay algunos que pueden elegir contar el malestar que sienten por eso, que es cierto. El problema es saber cuándo parar, porque la crisis no depende de uno. El tigre se pregunta: '¿y ahora qué puedo hacer?'. La preocupación es natural, pero la historia no debe terminar ahí. En la película actuás vos, no estás en la audiencia", concluyó.