Elon Musk: un CEO llega a la Casa Blanca
La apuesta del dueño de Tesla y SpaceX por el candidato republicano dio resultado y seguramente redunde en beneficios para sus empresas, pero el gran interrogante es cuán duradera será esa relación
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Hay que reconocerle algo a Elon Musk. El hombre que utilizó la fortuna que había ganado en PayPal para lanzar SpaceX, una compañía privada de cohetes, y que soportó el “infierno de la producción” para hacer los primeros vehículos eléctricos de mercado masivo de Tesla acaba de dar otro golpe maestro. El principal patrocinador financiero y defensor más ruidoso de Donald Trump se posicionó más cerca de las palancas del poder presidencial que cualquier otro CEO en la historia estadounidense.
No cabe duda de lo que el triunfo electoral de Trump significará para el imperio empresarial de Musk. Las acciones de Tesla subieron casi un 15% el 6 de noviembre, convirtiéndola en una de las mayores ganadoras en el índice S&P 500, lo que hizo que la fortuna de Musk aumentara en US$20,000 millones, alcanzando los US$285,000 millones. Los analistas rápidamente se preguntaron si el hombre más rico del mundo está en camino de convertirse en el primer billonario.
Lo que la relación entre los dos hombres significa para Estados Unidos es un asunto más ambiguo. Musk podría ser el soplo de aire fresco que el gobierno necesita. Pero el camino está lleno de peligros. La fusión de un poder y riqueza sin igual entre dos ególatras sin vergüenza, con un inmenso ego y poco respeto por las reglas y regulaciones, podría salir mal... si no terminan odiándose primero.
Como ha hecho tantas veces a lo largo de su carrera, el volátil Musk apostó todo por su instinto. Era Trump o nada. Si Kamala Harris, la actual vicepresidenta, hubiera ganado las elecciones, es muy posible que el frío trato que Musk recibió de parte del presidente Joe Biden se hubiera convertido en un estrangulamiento regulatorio. La recompensa de Trump fue inmediata. “Nace una estrella: ¡Elon!”, declaró el presidente electo en su discurso de victoria.
Musk tiene mucho que ganar en varios frentes con la simpatía de Trump. El presidente electo no es un fanático de los vehículos eléctricos; sus aliados han hablado de revertir o eliminar los estándares de emisiones para los autos y Trump podría recortar los créditos fiscales a los compradores de EV. Sin embargo, en lugar de perjudicar a Tesla, estas medidas le darían una ventaja sobre los fabricantes de automóviles tradicionales, como General Motors y Ford, cuyos vehículos eléctricos aún no son rentables. La intención de Trump de aumentar los aranceles a las importaciones de China también reduce el riesgo de que los autos de Tesla enfrenten una mayor competencia en EE.UU. por parte de modelos chinos baratos.
SpaceX podría beneficiarse aún más de la relación con la Casa Blanca. En su discurso de victoria, Trump elogió el “hermoso y brillante” cohete lanzado recientemente por la empresa de Musk, y señaló que cuando el huracán Helene golpeó Carolina del Norte, los satélites Starlink de SpaceX acudieron rápidamente al rescate de la gente. Muchos republicanos esperan que Trump respalde sistemas satelitales similares a Starlink y deseche el proyecto de US$42.500 millones de Biden para desplegar banda ancha en áreas rurales, el cual ha sido un costoso fracaso. Sin embargo, los satélites son solo un peldaño en una escalera mucho más larga para SpaceX. El objetivo de Musk es enviar personas a Marte. Eso sería más fácil sin disputas regulatorias con la Administración Federal de Aviación, que supervisa los vuelos espaciales comerciales. Es difícil imaginar que Trump no sea partidario de este tipo de emprendimientos. Seguro le encantaría presumir que ayudó a enviar a un estadounidense al planeta rojo.
Usar la influencia política para asegurar un alivio regulatorio para Tesla, SpaceX y otros negocios de Musk Inc. no sería algo sin precedentes; ¿por qué otra razón los CEO apoyarían las campañas presidenciales? Las consecuencias para X, la plataforma de redes sociales que posee Musk, podrían ser aún mayores. X ha sido un desastre comercial desde que Musk compró y renombró Twitter hace dos años. Pero su potencial como altavoz para la nueva pareja de poder de EE.UU. le ha dado otro tipo de valor. Como dice Tevi Troy, autor de un libro reciente sobre la relación entre CEO y presidentes, muchos exmandatarios han utilizado tecnologías para promover sus ideologías, desde Franklin Roosevelt con la radio hasta Barack Obama con Facebook. X, posiblemente con intervenciones en vivo de Trump, podría convertirse en el siguiente ejemplo. Ya circulan rumores de que podría fusionarse con la empresa matriz de Truth Social, la propia fábrica de diatribas del presidente electo.
Mientras tanto, Musk espera reducir la burocracia federal de EE.UU. Antes de las elecciones, Trump le prometió un cargo como jefe de una comisión para hacer más eficiente al gobierno. El 6 de noviembre, el empresario tuiteó una imagen editada de sí mismo en el salón oval de la Casa Blanca cargando un lavabo de cocina, el mismo meme que utilizó cuando tomó el control de Twitter en 2022. La pregunta, sin embargo, es qué tan fácilmente se puede transferir su enfoque al gobierno. En su feudo privado, Musk es libre de ser implacable, dentro de ciertos límites. Como recortador de costos es brutal; llegó al extremo de despedir al personal de limpieza de Twitter, lo que significaba que los empleados tenían que llevar su propio papel higiénico al trabajo. Despide a las personas que le responden y destruye cosas por capricho. En el gobierno, Musk encontrará trabajadores sindicalizados y demandas interminables.
En una reciente entrevista con el portal Politico, Fiona Hill, exasesora de seguridad nacional de Trump, expuso el mayor peligro de la futura administración: la oligarquía. Ella argumentó que la relación de Musk con Trump, así como con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y algunos líderes de China, serviría a un grupo de intereses poderosos y fortalecería la autocracia en todo el mundo. Ese es un riesgo. Pero no es el único resultado plausible. Una y otra vez, los éxitos de Musk han asombrado a los escépticos. No se puede descartar la posibilidad de que su presencia en un gobierno de Trump termine impactando favorablemente. Y hay otra posibilidad. Otros empresarios que han trabajado con Trump, como Rex Tillerson, el ex-CEO de ExxonMobil, se arrepintieron de hacerlo. Tanto Musk como Trump creen que son los mejores, lo cual difícilmente sea la base de una amistad duradera. El “romance” que surgió de manera rápida y brillante, podría apagarse con la misma velocidad.
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