Por qué no hay que temer la libre flotación del tipo de cambio
La única vía para reinsertarse en los mercados globales es mantener una moneda de cotización flexible y administrada de manera inteligente por el Banco Central
Cuando se impuso en el mundo la libertad cambiaria y la flotación de los tipos de cambio entre las monedas, los principales países restringieron sus decisiones sobre políticas monetarias, obligándose a informar previamente sus objetivos de crecimiento de la cantidad de dinero, y a cumplirlos estrictamente.
Sin embargo, el éxito en el cumplimiento de aquellos objetivos resultó desigual, porque algunos países mostraron una reputación de fiabilidad y credibilidad (en la gestión de sus políticas monetarias) especialmente en el control de la inflación, pero otros fueron más laxos. En este último caso, los fracasos se basaron en la falta de capacidad e idoneidad, y en no poder hacer frente a los inevitables costos sociales o políticos derivados de sus decisiones.
Comenzó entonces a perfilarse la necesidad de que los bancos centrales gozaran de total independencia con respecto al poder político, dependiendo de ello el éxito o el fracaso de sus políticas monetarias. Esa necesidad hoy es reconocida y asumida sin discusiones, especialmente por el alto volumen y movilidad que muestran los capitales especulativos, siendo por eso casi imposible de mantener opciones intermedias de regímenes cambiarios. Quedó así en claro que el único sistema capaz de sobrevivir, incluso en las crisis, es el de "libre flotación" de los precios de las monedas.
Al respecto, ganó espacio también en debate la necesidad de que los bancos centrales establecieran compromisos sobre tasas de inflación futura -inflation targeting- en sus políticas monetarias como mecanismo estabilizador para ser creíbles y lograr una gestión exitosa. Ejemplos son los de Brasil y Chile en 1999, y el de México en 2001.
Adaptarse libremente
Lo importante de un sistema de tipos de cambio libremente fluctuantes no es sólo que puedan variar con la oferta y la demanda, sino que puedan adaptarse libremente a las alteraciones que sufre el valor de las monedas. La capacidad de los tipos de cambio para reflejar fácil y rápidamente cualquier cambio en la situación general de los negocios, hace de ellos instrumentos muy eficaces para regular, por ejemplo, la balanza de pagos.
Aparecen así los tipos de cambio de equilibrio, que ajustan ingresos y egresos, créditos y débitos, sin necesidad de regulaciones artificiales. Entonces, no existe la sobrevaluación ni la devaluación de la moneda. Cualquiera suba y baja del valor de una moneda son hechos propios del mercado que de esa manera muestra las reacciones correspondientes de los tipos de cambio. Esta es una gran ventaja de un sistema de cambios flexibles, pero no la única. En efecto, los tipos de cambio pueden sufrir variaciones ocasionales (causadas por imprevistos), súbitas alzas y repentinas bajas, pero estos movimientos serán transitorios sólo si sus causas no se originen en los fundamentos de las economías.
Además, en el largo plazo, ese sistema permite que el desarrollo de los tipos de cambio siga una línea en la que se reflejará la justa relación de valor entre la moneda local y las monedas extranjeras, y no ejercerá influencias propias y autónomas en los precios y, por eso, en sus efectos serán neutrales.
Precisamente, una de las mayores ventajas que ofrecen los tipos flexibles consiste en su capacidad de neutralizar efectos inflacionistas o deflacionistas que provengan de factores externos, convirtiéndose así en un valioso elemento estabilizador. Pero no necesariamente por eso deberán ser inestables: si la economía del país se desarrolla en forma normal, dentro de un marco político estable, sin estar expuesta a influencias inflacionarias o deflacionistas (particularmente monetarias), los tipos de cambio se mantendrán estables mientras duren esas condiciones.
Sin embargo, hay que tener presente que si los profesionales del mercado de divisas perciben que el valor de una moneda pueda verse afectado por ciertas medidas gubernamentales o legislativas, cambios imprevistos en la situación coyuntural de la economía y de los negocios, o imprevistos de trascendencia internacional, es muy natural que traten de anticiparse a lo que pueda ocurrir consecuentemente en el futuro. Y esta acción podrá tener tanto el carácter de cobertura del riesgo como el de simple especulación. Esas son las reglas del juego y es, precisamente, la principal característica de este sistema basado en la plena libertad para evaluar, razonar y decidir.
Es hora ya de aceptar que el tipo de cambio flexible -con flotación inteligentemente administrada por el Banco Central - es el sistema que insertará a la Argentina en el mercado único y globalizado en el que operan los países que han elegido el camino de la libertad responsable, la interdependencia, el diálogo, la cooperación y el acuerdo. Así comenzaremos a transitar el fascinante camino de la incertidumbre que da la libertad, donde sólo podrán sobrevivir los mejores, los que compitan siendo profesionales creativos y los que sepan cómo cubrir los riesgos propios de este sendero por el que pasan las diversas decisiones humanas, algunas impredecibles y muchas veces insólitas.
También hay que saber que el nuevo sistema cambiario de flotación administrada que acaba de implementarse en la Argentina hace especialmente muy dificultosa la acción directa de los importadores y exportadores en el mercado, porque al no "estar" dentro del mismo resulta casi imposible obtener la información requerida para decidir una buena estrategia de negociación que permita cerrar las operaciones en los momentos oportunos para lograr su optimización.
Por otra parte, dejar en manos de los bancos la libertad absoluta para establecer un precio tan importante como es el tipo de cambio significa dejar librado al azar un resultado que es vital para que importadores y exportadores determinen el costo final de las transacciones con el exterior y un excelente nivel de productividad.
Es entonces fundamental que la gestión de los tipos de cambio la lleven a cabo profesionales especializados que las empresas pueden contratar con ese propósito o, en su defecto, decidan tercerizar esa labor en un corredor de cambio autorizado por el Banco Central.
En ese sentido, previamente a su contratación, deberán conocerse los antecedentes de idoneidad y buen nombre que puedan mostrar tales profesionales, así como también la amplitud, eficiencia y calidad de los servicios que están en condiciones de prestar. Sin embargo, sólo la experiencia, el conocimiento mutuo y los resultados servirán para evaluar la eficacia de las prestaciones en el ámbito cambiario, y ello permitirá el afianzamiento de la relación entre las partes y el surgimiento de la confianza necesaria para que se incremente, consolide y perdure en el tiempo.
Afianzar la estabilidad
Pero para que esta nueva experiencia sea exitosa y pueda mantenerse luego dentro de carriles más o menos estables, será condición ineludible que la Argentina sea capaz también de afianzar su condición de país serio, donde las normas jurídicas y los acuerdos internacionales se respeten, las cuentas públicas se manejen con prudencia, las condiciones monetarias y económicas se gestionen con firmeza, y la balanza de pagos pueda mostrar un razonable equilibrio, pero con un sostenido crecimiento del comercio exterior y los flujos de capitales.
La libre flotación de nuestro peso contra las monedas del mundo constituirá un formidable desafío. Exportadores e importadores podrán competir en igualdad de condiciones. Pero las entidades financieras y cambiarias deberán encarar profundos cambios para mejorar sensiblemente los servicios brindados a sus clientes, poniendo énfasis en el asesoramiento profesional y en lograr mayor eficiencia en sus prestaciones para favorecer el comercio exterior y su financiamiento. También, la baja de costos en el ámbito de las entidades bancarias deberá ser una realidad y su participación más activa en los mercados internacionales de divisas les permitirá brindar mejor asesoramiento, cobertura de riesgos, y recomendar decisiones que optimicen los resultados de las operaciones cambiarias que se originen en el comercio con el exterior y en el movimiento de los capitales destinados a la inversión productiva.
Es bueno que tengamos claro que si nuestra falta de experiencia de poder ejercer la libertad cambiaria nos puede llevar a temer la flotación, este sentimiento negativo sólo lo podremos superar si aprendemos a vivir en libertad, también en nuestro mercado único y libre de cambios. Si logramos todo esto nuestro país comenzará a crecer y a desarrollarse tal cual lo hemos soñado tantas veces. Que así sea.
El autor es es corredor de cambios socio de ABC Mercado de Cambios SC y ex foreign exchange manager en The Chase Manhattan Bank
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