Para un ex asesor de Bill Clinton el sacrificio debe ser de los acreedores externos
Según la revista The Economist, Nouriel Roubini es un hombre temido en Wall Street por los tenedores de bonos de deuda argentina.
Roubini, profesor de economía en la escuela de negocios Stern de la Universidad de Nueva York, escribió un largo trabajo cuya tesis central es que, en el proceso de renegociación de la deuda que la Argentina dejó de pagar, los acreedores extranjeros deben cargar con el mayor costo del recorte.
El documento generó inquietud entre los inversores porque el pensamiento del profesor puede ser algo más que un ejercicio académico.
"Los acreedores extranjeros están alarmados porque Roubini, un ex asesor del Tesoro de los Estados Unidos, está en contacto muy estrecho con el Fondo Monetario Internacional (FMI)", dice un artículo reciente de la revista inglesa.
El Comité de Tenedores de Bonos Argentinos, grupo que se formó en Nueva York para presionar al gobierno en noviembre último, cuando la cesación de pagos ya parecía inevitable, contrató abogados en cuanto supo que podían recibir un trato diferente al que le estaban dispensando a los acreedores internos.
Con estos últimos, Domingo Cavallo completó un canje de la deuda por US$ 41 mil millones al valor nominal de los bonos, que extendió la fecha de su madurez y redujo los intereses que pagan al 7%, y los transformó en préstamos garantizados.
A partir de ese momento, la postura del comité que se había formado en Nueva York fue que ellos no aceptarían una quita de capital, porque al hacerlo estarían consintiendo un trato "discriminatorio" respecto del que habían recibido bancos, fondos de inversión y las AFJP que tienen títulos de la deuda argentina.
El trato discriminatorio es justo y necesario, según Roubini, que trabajó para el encargado de Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro e integró el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca durante la administración de Bill Clinton. Y siguió vinculado con el Tesoro hasta junio de 2001, durante el gobierno de George W. Bush.
El profesor no quiso conceder una entrevista a LA NACION. "Prefiero no hacer nuevas declaraciones de prensa en este momento. Mis opiniones están presentadas en detalle en mis trabajos", explicó en un e-mail de tono muy amable.
A fines de diciembre, Roubini publicó un documento con el título "Las razones por las cuales deberían los acreedores extranjeros de la Argentina aceptar un recorte mayor al que sufrirán los domésticos. Sobre la lógica, la eficiencia, la justicia y la legalidad de ´discriminar´ entre la deuda interna y la extranjera en los procesos de reestructuración".
Para distinguir entre los tipos de deuda, Roubini aplica el principio de la residencia. Es doméstica la que está en manos de residentes en la Argentina y extranjera la que está en manos de personas o instituciones que con residencia afuera, de manera independiente al lugar de emisión y a la moneda de la operación.
Para Roubini, los agentes internos ya sufrieron ajustes a los cuales no estuvieron expuestos los extranjeros. Más de tres años de recesión, desempleo en aumento, caída del consumo, recortes de salarios y jubilaciones, incremento de impuestos, el corralito financiero, la devaluación del peso, patacones, Lecop...
Cualquier recorte que se aplique a los tenedores internos -argumentó- es una nueva tasa que carga sobre los residentes. Aunque no lo menciona de manera específica, sería el caso de los aportantes al sistema privado de jubilación, que sufrirían una pérdida porque las AFJP tienen gran parte de su cartera en títulos de la deuda.
"Si un país es insolvente, en el sentido de que es incapaz de pagar su deuda externa a pesar de haber realizado un ajuste significativo, entonces el peso residual debe ser asumido por los inversores extranjeros. Ellos solos deben asumir el costo del recorte que hará sustentable el tamaño de la deuda", escribió.
Salvados por el blindaje
Roubini sostuvo, además, que los inversores extranjeros fueron "favorablemente discriminados" con paquetes de ayuda financiera que les dieron tiempo suficiente para huir hacia plazas menos riesgosas.
A lo largo de 2001, la Argentina y Turquía recibieron fondos de organismos internacionales por US$ 26 mil millones, y soportaron en el mismo período una pérdida de reservas que en el caso argentino superó los US$ 14 mil millones, según las cifras que tenía disponibles el profesor a mediados de diciembre último.
"Estos préstamos masivos y la pérdida de reservas financió una fuga de capitales de US$ 36 mil millones. Bancos y tenedores de bonos extranjeros redujeron su exposición a estos países por US$ 26 mil millones (casi todo el resto es la fuga de capitales domésticos)", concluyó el profesor de la Universidad de Nueva York cuyas ideas despiertan poco entusiasmo en Wall Street.
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