Presupuesto 2017: hacia la zona de imprudencia
El enorme gasto obliga a prestar atención al proyecto de ley oficial
Por primera vez en años, el proyecto del presupuesto para 2017 tiene proyecciones más creíbles. Eso, el enorme peso del sector público y el rol de la ley de gastos para orientar expectativas obligan a prestar seria atención a la iniciativa.
En un contexto de 3,5 % de crecimiento, una inflación de 12 a 17 % y un dólar promedio de $ 17,9, la recaudación crecería 26,7% y subiría a 26 % del PBI. Se prevé que el gasto primario crezca 21,7%, pero aumentaría 1,3 % en términos reales. El déficit primario alcanzaría 4,2% del PBI y el déficit total sería de 6,8% del PBI o US$ 36.800 millones.
Así, el déficit no será mucho menor al de 2016, y junto con lo que demanda atender los vencimientos, implica necesidades de financiamiento preocupantes. Aun netas de las "rentas" de la Anses y del Banco Central, de un agobiante financiamiento intra sector público y de fondos de organismos internacionales, y sin considerar aplicaciones financieras, se requiere el equivalente a US$ 42.800 millones. Si se agregan las aplicaciones financieras, la necesidad es US$ 54.600 millones.
En el caso del Banco Central, los aportes previstos -$ 90.000 millones de adelantos transitorios y $ 57.000 millones por "utilidades"--se agregan a intereses de Lebac por $ 150.000 millones, y se tensiona la política monetaria, que se complica adicionalmente porque el proyecto anticipa que la mayor parte de la deuda se colocará en moneda extranjera, agravando la apreciación del peso.
El presupuesto 2017 lleva la economía a la zona de imprudencia financiera. No importa que la relación entre la deuda pública con el mercado y el PBI sea baja; importa cuánta deuda hay que colocar en 2017. Tampoco importa que haya liquidez internacional. Un cisne negro, o gris -tasas de la Fed, contagios del Brexit- puede cambiar el sentimiento del mercado, que empezará a preguntarse si la exitosa baja de la inflación puede consolidarse con un panorama fiscal fuertemente desequilibrado e incierto.
Hacienda debe abandonar una actitud perceptible de complacencia con lo fiscal, mostrar preocupación por las necesidades financieras y anunciar un programa de convergencia plurianual al equilibro fiscal, perdido tras el desfase previsto para 2017 (y en realidad del ocurrido en 2016, ya que el déficit primario sólo mide 4,8 % porque el PBI nominal fue mayor debido a la más alta inflación). Debe informar periódicamente el avance y perspectivas del plan. Y Macri debería nombrar veedores externos del plan fiscal.
Y es conveniente comenzar a prefinanciar la necesidad de fondos de 2017, rebalancear el plan de emisiones hacia mayores colocaciones en pesos y usar la ley de mercado de capitales para dar a los inversores en deuda interna iguales seguridades que a los de deuda externa -cross default, aceleración y otras-. Votamos este gobierno para transformar el Estado y la economía. No podemos dilapidar el endeudamiento sin cumplir ese mandato ¿Qué quedaría después?
El autor es economista y ex gerente general del Banco Central