Una reforma china
Las 400 páginas de propuesta tributaria que presentó el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne muestran que, en materia de reformas, el Gobierno es más seguidor de Sun Tzu que de Maquiavelo. Mientras el último recomendaba al Príncipe que “el mal se hace todo junto, y el bien se administra de a poco”, el célebre estratega chino aconsejaba “evitar lo que es fuerte para atacar lo que es débil”. Al evitar un ataque más frontal sobre el núcleo del problema fiscal argentino, el elevado gasto público y nuestro quebrado sistema de pensiones y, en su lugar, optar por ajustar las clavijas con las que se grava al dócil sector privado, el Gobierno de Cambiemos parece seguir una estrategia más oblicua que frontal.
Una baja de impuestos de apenas 1,5% del PBI en cinco años, como estima la propuesta, y cambios solo marginales sobre los incentivos económicos nos dejan sabor a poco comparado con el esfuerzo político que representa aprobar una reforma impositiva. Pero, dado que esta es la estrategia elegida, nos queda entender si la reforma planteada permitirá acelerar el crecimiento para ganar fuerza para las batallas políticas más decisivas.
La reforma impositiva es, a primera vista, positiva, ya que apunta a reducir los impuestos sobre las empresas y a facilitar la creación de empleo formal, y por lo tanto permitirá acelerar el crecimiento económico, aunque solo en forma marginal.
Los sistemas impositivos alteran la vida económica en muchos sentidos, entre ellos nuestras decisiones de consumo y ahorro, y nuestras decisiones de trabajo, inversión y contratación. El sistema impositivo actual espanta las inversiones, ya que el impuesto a las ganancias empresariales es más bajo en otros países y el capital es móvil internacionalmente. Así, al gravar fuertemente a las empresas, estas invierten en otros países y se terminan perjudicando los trabajadores, ya que tienen menos empleos. Esta reforma permitirá, entonces, aumentar la inversión y con ello la remuneración de los trabajadores.
El punto más débil de la reforma es que, en lugar de compensar la baja de impuestos a las empresas con un menor gasto público, aumenta los impuestos sobre las familias. La suba de algunos impuestos específicos como el de las bebidas alcohólicas es debatible (mi médico me recomendó, por ejemplo, tomar algo de vino tinto para subir mi colesterol bueno…) y puede generar un impacto negativo sobre la confianza del consumidor. En años recientes, México, Chile y Colombia emprendieron reformas que incluían aumentos de impuestos a las bebidas azucaradas, con impactos negativos sobre el sentimiento. En la Argentina, estas subas se dan en el contexto de aumentos en el impuesto inmobiliario, de la quita del tope para los aportes jubilatorios personales y de correcciones muy necesarias pero costosas como la realineación de tarifas de energía y transporte y el pago para ver fútbol por TV.
La equidad horizontal y vertical de nuestro sistema impositivo mejorará al gravar la renta financiera percibida por las familias. Por equidad horizontal se entiende que quienes tienen la misma capacidad de pago contribuyan lo mismo, cualquiera sea la fuente de sus ingresos, y por equidad vertical se entiende que quienes tienen mayor capacidad de pago contribuyan más. Este cambio no está exento de controversias, por dos razones. En primer lugar, tendrá algún impacto sobre el costo de financiamiento del gobierno, sobre todo en aquellos instrumentos donde los mayores demandantes sean los argentinos, ya que los inversores miran sus rendimientos netos de impuestos. Segundo, en un entorno inflacionario el impuesto debería cobrarse sobre los rendimientos netos de la tasa de inflación.
La reforma tampoco cambia radicalmente un gran defecto de nuestro sistema impositivo, que es el alto costo de cumplimiento. Existen más vencimientos impositivos que días hábiles en la Argentina. En síntesis, la reforma impositiva planteada por el Gobierno es un paso en la dirección correcta, pero parece que tendrá un beneficio económico bastante limitado comparado con el esfuerzo político que insumirá su aprobación.
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