A propósito del Foro de San Pablo
Las sociedades atrapadas por la manipulación del pobrismo y la corrupción debemos, con más razón, defender los valores que el capitalismo representa
En una de sus últimas columnas en El Mundo, el diario liberal español donde escribe desde hace tiempo, Luis María Anson denunció un programa de actuaciones políticas radicalizadas del Foro de San Pablo para este año y los dos siguientes. Anson es uno de los más veteranos periodistas de España. Dirigió en los años de la transición la agencia EFE y después ABC, la centenaria hoja monárquica de Madrid, además de integrar como miembro de número la Real Academia Española.
En breve, lo que ha dicho Anson es que las previsiones del conglomerado de fuerzas reunido desde 1990 por Fidel Castro y Luiz Inacio Lula da Silva pasarían por acentuar, en 2020, la influencia de las izquierdas en el manejo de los medios de comunicación, controlar aún más la educación y perseverar en la relativización en marcha de los valores sociales y culturales establecidos desde antiguo en Occidente. Para 2021-22, pretenden acceder al control de las redes sociales, magnificar casos de corrupción en administraciones "neoliberales", perseguir a grandes empresarios a fin de que terminen huyendo de sus países y tomar el control de bancos y otras cuestiones financieras. Y, con vistas a 2022-23, ya en el apogeo destructivo propuesto de las bases democráticas y republicanas todavía mayoritarias en la región, impulsar la expropiación de empresas, las reformas constitucionales que garanticen la reelección de gobernantes afines y la confiscación a manos del Estado de los bienes de producción.
La reproducción resumida del artículo, firmado por uno de los periodistas de mayor renombre de España y en uno de los diarios de relevancia en nuestra lengua, no significa legitimar lo que allí se desbroza como anticipo de un plan meticulosamente preparado. Tampoco desmentirlo. Sabemos bien que aquel agrupamiento fue inspirado por Castro y compartido por un Lula más fogoso y menos corrompido entonces que el que hoy paga una dura condena judicial. Como otros aquí, Lula pretende levantar ese castigo con el relato sobre el lawfare y una imaginaria Justicia amañada para perseguir a gobernantes populistas en un discurso común con la izquierda latinoamericana.
Los Castro han hundido a Cuba por más de 60 años en una tiranía inepta, que ha provocado el colapso del potencial productivo de la isla. Han fracasado en todo aquello desde lo que se puede juzgar la evolución de un régimen político. Ese comunismo caribeño perdura con los tristes y vanos aires triunfalistas de una vedette decadente; ni tan siquiera la sombra de aquellas esperanzas democráticas que había abierto en América la irrupción de Castro, en 1959, al derrocar la dictadura de Batista. Lo que no se le pudo negar nunca a Castro fue su fervor revolucionario. Por delirantes que hayan sido desde el primer momento sus objetivos, pensaba cómo rearmar al marxismo revolucionario en América al día siguiente de que la Unión Soviética y sus títeres de Europa se hincaran de impotencia ante un mundo perplejo. Cayeron sin que nadie les disparara un solo tiro.
La última reunión del Foro de San Pablo tuvo lugar en enero, en Caracas. Como era natural, el dictador Nicolás Maduro y sus cortesanos celebraron ver caras amigas en medio de la soledad, y de las decisiones adversas con las que le responden a su política los Estados Unidos y las potencias centrales de Europa, con excepción de Rusia. Alguna vez la actual vicepresidenta de la Argentina, comulgando con una izquierda que ha procurado reorganizarse desde la caída del Muro de Berlín y la debacle soviética de 1990, se sumó a dichos encuentros.
Las ideas tienen su correlato en la realidad y poco pueden exhibir de bueno al mundo quienes solo propician el cercenamiento de las libertades y los derechos individuales
Son otros tiempos, pero esto del Foro de San Pablo recuerda de modo irremediable la funesta acción que la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), inspirada por Castro y presidida en la segunda parte de los sesenta por el entonces senador Salvador Allende, tuvo para la seguridad interna de los países de América Latina.
Son otros tiempos, claro, y la representación argentina se halla concentrada en cuatro o cinco grupúsculos, con nombre de partidos o movimientos. Su identidad no tiene más relevancia que la de integrar alguno de sus dirigentes los cuadros del actual gobierno argentino.
A la luz del proyecto de expropiación por parte del Poder Ejecutivo de la empresa Vicentin , es inevitable recordar que el Foro de San Pablo congrega a enemigos del sistema capitalista, entendido como el orden económico y social fundado en la propiedad privada de los medios de producción y en la asignación de los recursos a través del mercado, o sea, a través de la participación de todos los ciudadanos.
Hemos utilizado en principio una definición tan difundida como incompleta. Olvida incluir lo que desde el siglo XIX, con John Stuart Mill, se ha sostenido como fundamento central del rechazo al comunismo: la superioridad del capitalismo es de naturaleza moral; tiene que ver con la preservación de la libertad y dignidad humanas. ¿Con qué cara pueden decir los castristas que han logrado un "hombre nuevo" si los ciudadanos de Cuba, aparte de las penurias económicas que padecen desde hace largas décadas, han tenido sobre sus cabezas la presión de las botas de un régimen militarizado? Esa presión se ha prolongado por bastante más que los 8 minutos 46 segundos del dramático "I can’t breath" ("No puedo respirar") de George Floyd . Como decía Mill, el capitalismo se configura no por la coerción y la violencia, sino por los méritos individuales y por el trabajo. Deberían retomar esa senda que enaltece la dignidad de los hombres los profetas y cultores del pobrismo por mera conveniencia política.
Ha sido una ironía de dimensión histórica que el imperio soviético haya caído por un mero acto de implosión. Marx predecía que el capitalismo se destruiría por el peso de las propias contradicciones. Qué lejos la teoría marxista ha estado de imaginar que el desarrollo económico más vertiginoso de la historia lo produciría un país comunista. Sin abandonar desde 1949 una política constante de negación de las libertades públicas de sus ciudadanos, China ha avanzado en lo material de un modo extraordinario a partir de las reformas económicas de Deng Xiaoping, en 1978. Pero si las libertades públicas que lejos está de reconocer China carecieran de importancia, tal vez el mundo estaría hoy libre de los padecimientos que sufre por una pandemia que se originó en una de sus provincias, mientras el silenciamiento del autoritario régimen de partido único impedía advertir a tiempo al pueblo chino y al mundo que debían prepararse para el mal extraordinario que tenemos ahora encima.
El capitalismo está robusto y en pie en los países que han sabido respetar sus reglas. Y en tiempos de globalización, ha puesto a prueba sus bondades más notables al haber sacado desde 1990 a mil millones de personas de la más extrema pobreza. El capitalismo es el eje de la riqueza social y económica de los países dinámicos. Aun las sociedades que han quedado atrapadas por la manipulación del pobrismo, la intervención estatal indebida y la corrupción pública en riesgo de caer una vez más en la impunidad, como en la Argentina, debemos con más razón defender los valores que el capitalismo representa.
Eso implica contrastar nuestras ideas con las que implícita o explícitamente provengan de organizaciones del tipo de la que lleva el nombre de una gran ciudad brasileña, San Pablo. Las ideas tienen su correlato en la realidad y poco pueden exhibir de bueno al mundo quienes solo propician el cercenamiento de las libertades y los derechos individuales.