El adiós a Roger Federer
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![Un caballero del deporte que convirtió al tenis en una expresión artística](https://www.lanacion.com.ar/resizer/v2/un-caballero-del-deporte-que-convirtio-al-tenis-OK5DULKVPFBALJESZBNRCAIYYM.jpg?auth=005eae0595af676d6d836601b6d08543ed1d31a1c8e1d2be67ee4df242e994e9&width=420&height=280&quality=70&smart=true)
Aunque se sabía que llegaría el momento, la noticia no deja de conmover. La participación del tenista suizo Roger Federer en la Copa Laver, disputada en Londres días atrás, significó su última función en una cancha de tenis, a los 41 años de edad. Para que el cierre estuviera a la altura del acontecimiento, compartió el dobles con Rafael Nadal, su amigo e histórico rival, con quien protagonizó enfrentamientos épicos que marcaron la historia del tenis. Su lesión en la rodilla derecha que derivó en tres operaciones dijo basta, y se bajó el telón de las hazañas deportivas de uno de los atletas más grandes de todos los tiempos. El retiro de los courts lo convierte en una leyenda viviente.
Como sucede con aquellos deportistas con un aura especial, sus impresionantes números no alcanzan para dimensionarlo. Sus 20 torneos de Grand Slam, con 8 trofeos en Wimbledon, 103 campeonatos en singles y más de 1200 partidos ganados son parte del inmenso legado.
El debate sobre si fue el mejor o el más grande tenista de la historia pasa a un segundo plano, porque aunque la discusión es apasionante tiene un alto grado de subjetividad.
Pero existe consenso en que Federer fue único e inigualable en varios aspectos. Sin dudas, el jugador nacido en Basilea transformó al tenis en una expresión artística. Su revés a una mano con top spin o sus voleas en la red, por nombrar ejemplos, son manifestaciones propias de funciones teatrales. Despertó nuestros sentidos y movilizó las fibras íntimas y emociones de sus millones de seguidores.
Fue un tiempista excepcional, con facilidad para ubicarse en el lugar de la cancha que exige el punto, y un gran sentido de anticipación. Un maestro del tiempo y el espacio. El manejo exquisito de los efectos y su capacidad para conseguir ángulos imposibles en sus tiros hicieron delirar a los mortales.
Se deslizaba por la cancha con total naturalidad, en balance, siempre en armonía con su cuerpo. Todo en su juego fluía de tal manera que hizo parecer sencillo lo complejo y posible lo imposible. Logró que palabras propias del mundo del deporte como cansancio, apuro o ansiedad no formen parte de su repertorio.
Hizo vibrar a las multitudes, generó tanto cariño y fanatismo que lo ubicaron en el máximo pedestal de la idolatría. Embelleció al deporte en general como lo hizo Michael Jordan en una cancha de básquet o Tiger Woods con un palo de golf.
Cuesta aceptar que nos deja un caballero del deporte, un señor con mayúsculas, un ejemplo para todos. Los amantes del deporte lo extrañaremos. Pero nos consuela saber que su legado no se apagará jamás, y que su magia seguirá inspirando a miles de deportistas en todo el mundo.
LA NACION