La prevención de los incendios como política de Estado
No alcanza con reaccionar ante la emergencia; hace falta construir un sistema eficiente que priorice la prevención y una fuerte coordinación pública y privada
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Los incendios forestales que se desataron este verano en Neuquén, Río Negro y Chubut llevan arrasadas decenas de miles de hectáreas. Con varios focos activos en los Parques Nacionales Lanín y Nahuel Huapi, y en El Bolsón, la falta de prevención y de manejo adecuados pone en evidencia la fragilidad del sistema para enfrentar estos desastres.
Fuentes municipales del área protegida informaron que los dos focos ígneos originados simultáneamente en cercanías del arroyo Cascada se unieron y conformaron “un único frente de avance con rumbo sur”. El fuego se desarrolló en un lugar que se conoce como Población Bustamante, en el centro del parque nacional.
Los brigadistas continúan trabajando, en medio de pocas lluvias y vientos que muchas veces complican la tarea, con recursos limitados, dependiendo de aviones y helicópteros privados contratados solo para la temporada de incendios. Incluso debieron acudir a la generosidad del sector privado que se organizó para poder enviar guantes, gafas de seguridad, borceguíes, pilas para linternas y hasta protectores solares. Está claro que el combate del fuego no es una prioridad de seguridad nacional, con flotas de aeronaves especializadas y brigadistas que trabajan todo el año en prevención y mitigación. El incendio existe y una vez que el fuego ya arrancó se reacciona sin una planificación integral a largo plazo. Se sabe, después de varias horas, que el incendio comienza a tornarse incontrolable. Peor aún, se transforma en una tragedia en cadena. Hace apenas unos pocos días, cuando la situación empezaba a ser controlada en El Bolsón, otro incendio forestal se desató en la zona centro del Parque Nacional Los Alerces, en Chubut.
El nuevo subsecretario de Ambiente de la Nación, Fernando Brom, reconoció la falta de políticas preventivas efectivas: “Hay que trabajar mucho y lo que hay que hacer es tratar de prevenir; no lo hemos hecho bien”, dijo.
La declaración generó tensiones en el Gobierno, al punto de que el vocero presidencial descalificó la afirmaciones de la nueva autoridad ambiental. Lo que no salió a la luz es que toda esa cartera se encuentra abandonada. No hay política específica alguna, no hay gestión. Para el Gobierno, toda esta cuestión resulta un estorbo a la producción, una postura que los países desarrollados dejaron atrás hace años dando a las inversiones “verdes” un espacio gigantesco. Es por eso que no hay nadie más desorientado que aquellos que trabajan en esa subsecretaría.
En nuestro país, el 95% de los incendios forestales son provocados por el hombre, ya sea por negligencia o con intención. Factores como el mal mantenimiento de los tendidos eléctricos en la Comarca Andina, el crecimiento desordenado de las poblaciones en zonas de riesgo y la falta de campañas de concientización agravan el panorama. Además, el aumento de tormentas eléctricas añade una amenaza natural que profundiza la crisis.
Mientras la Argentina enfrenta cada temporada de incendios con medios limitados, países como Chile han logrado avanzar significativamente en la prevención y combate del fuego. La estrategia chilena combina investigación científica, mapas de riesgo actualizados y una fuerte coordinación entre los sectores público y privado.
El régimen de fuego se vincula con la acumulación de biomasa de los ambientes, algo que resultaba visible fácilmente. A eso hace falta sumarle la sequía y apenas un fósforo. O un rayo como en el caso del Área Natural Protegida Río Azul-Lago Escondido. Llega un punto en que determinado ambiente tiene tal acumulación de biomasa que una chispa desata incendios incontenibles.
Expertos advierten que el cambio climático multiplicará la frecuencia e intensidad de los incendios y que para la mitad del siglo XXI se espera un incremento de dos o tres veces en las probabilidades de incendios. Hacia fines de siglo se prevé que será de seis veces. La Patagonia, con su ecosistema altamente sensible, enfrentará condiciones cada vez más favorables para la propagación del fuego.
Frente a este escenario, es necesario contar con una política nacional de prevención seria y sostenida. La protección de los bosques debe ser tratada como un servicio esencial. Sin una inversión adecuada y sin acciones preventivas efectivas, los incendios forestales seguirán devastando el país, con pérdidas irreparables para el ambiente y las comunidades.
Hasta ahora, se lamenta la pérdida de una sola vida humana, pero puede ser peor. El desafío de prevenir y mitigar los incendios forestales en nuestro país requiere un cambio de paradigma. No se trata solo de reaccionar ante la emergencia, sino de construir un sistema sólido y eficiente que priorice la prevención, la inversión en infraestructura y la capacitación de brigadistas. La interacción entre el sector público y los propietarios de superficies boscosas resulta esencial.
La experiencia demuestra que es posible reducir el impacto del fuego con estrategias integrales y sostenidas. La pregunta es si el país está dispuesto a asumir ese compromiso antes de que lamentemos más perdidas de vidas humanas, de bienes y del ecosistema.
