La violencia recrudece en Chile
Transcurridos más de 40 interminables jornadas de violencia, los hechos vandálicos, los incendios y una ola de constantes saqueos continúan apoderándose de Chile, aun a pesar de las importantes concesiones del gobierno de Sebastián Piñera frente a los reclamos sociales. Las calles y plazas son cruentos escenarios de los disturbios que enfrentan desde hace semanas las indiscutiblemente democráticas autoridades del país hermano, no solo en la ciudad capital, sino también en distintas regiones del país andino en las que se desplegaron escenas de inenarrable vandalismo.
Las fuerzas de seguridad, presumiblemente agotadas por tener que actuar sin pausa y esforzadamente ante los constantes enfrentamientos y desmadradas protestas, están siendo objeto de críticas, entre ellas, de la organización no gubernamental Human Rights Watch (HRW).
Como era de suponer, el clima de encendida violencia impacta sobre la economía chilena y el dólar se ha venido apreciando velozmente respecto del peso chileno, que ha perdido aquella atractiva fortaleza que lo caracterizaba. Chile, de ser aparentemente una nación que se modernizaba muy rápidamente, es hoy objeto de extendida y comprensible preocupación, dentro y fuera de sus fronteras.
Por todo esto, el presidente Piñera ha reconocido que "es momento de decir basta", sugiriendo que la paciencia de su gobierno está llegando a su fin. Compenetrado con su mandato específico de mantener la paz social, el primer mandatario presiona al Congreso para que endurezca las leyes antiencapuchados, antisaqueo, antibarricadas y de resguardo de infraestructura crítica, de modo de reforzar la capacidad de las fuerzas del orden para asegurar la paz. Desde la semana próxima se sumarán refuerzos adicionales de Carabineros y de Policía de Investigaciones.
Ante la gravedad de la situación social, resulta imprescindible contar con el concurso activo de todo el arco político democrático para intentar detener un proceso que amenaza con ocasionar más conflictos si no se logra una rápida pacificación nacional.
No hay espacio para que las fuerzas políticas sean meras observadoras. La hora es ciertamente dramática y deben participar en el diálogo convocado por el gobierno con sinceridad y honestidad. Solo así se evitará el derrumbe colectivo que algunos, lamentablemente, pusieron en marcha.
El diálogo es, por cierto, el camino irreemplazable que deben transitar todos los chilenos, sin demoras y con la dosis indispensable de buena fe y tolerancia por parte de quienes finalmente sean sus participantes. Sin olvidar que es cierto que quienes alimentan el terrorismo no actúan como generales en un ejército sino, más bien, como productores de una interesada pieza teatral dramática o de un proyecto cinematográfico de similar naturaleza.
Ante lo que sucede del otro lado de los Andes, nuestro país debe extender sin retaceos su mano a toda iniciativa pacificadora. Entre ellas, la de denunciar enérgicamente cualquier intromisión externa que pueda estar alimentando destructivos activismos. En este momento particularmente difícil de su historia contemporánea, confiamos en que los ánimos se serenen prontamente en la nación hermana.