
Lamentable incendio en Chubut
Este trágico suceso, agravado por la negligencia de las autoridades, debe llamar a la reflexión sobre las responsabilidades que corresponden por la falta de prevención
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Chubut sufre hoy el incendio forestal más grande de su historia. Probablemente sea el incendio más destructivo del que se tenga memoria en la Argentina. En 15 días ya se consumieron más de 30.000 hectáreas de bosque en Cholila. Las pérdidas aún son difíciles de precisar, pero son inmensas. Y el fuego continúa.
Muchas familias han perdido sus medios de vida y cuantiosos bienes materiales. Ha desaparecido, en pocos días, una gran parte del bosque nativo local, integrado por alerces, ñires, lengas, coihués y cañas colihue, y muchos ejemplares de la fauna autóctona integrada, entre otras especies frágiles, por huemules y pudús. Resulta doloroso ver el bello paisaje de bosques transformado en una ruina de árboles quemados y cenizas. Lo lamentable es que el incendio pudo haber sido detenido mucho antes si las autoridades hubieran atendido los mensajes de varios pobladores que, desde el domingo 15 de febrero, mencionaban que había fuego en el oeste del lago Cholila.
Los incendios no son una novedad. Ocurren casi anualmente por diversos motivos: causas naturales en algunos casos y también por vandalismo o imprudencia; incluso con el interés de hacer fraccionamiento de tierras. Sin embargo, teniendo en cuenta que estos incendios son reiterados, por las razones que fueran, y considerando que era bien conocido que las condiciones del área eran proclives a generar un incendio de gran magnitud (existía abundante caña colihue seca este año, lo que constituye un combustible muy peligroso, y el área estaba bajo una pronunciada sequía), no se comprenden los motivos de la tardanza en iniciar un procedimiento inmediato y eficaz. Este retraso permitió que el fuego creciera en los casi tres días de demora y se perdiera el control. Tampoco hubo equipos disponibles en los primeros días de la lucha contra el fuego.
El lunes 16, el fuego afectaba apenas una hectárea; el martes 17 alcanzaba diez hectáreas, y sólo el miércoles 18 de febrero comenzó una tibia reacción de las autoridades para lo que ya era difícil detener: una intervención de los bomberos con una dotación de 15 hombres sin los aviones hidrantes que aparentemente se encontraban en Chile. Cuando se inició una participación activa contra el fuego poco se podía hacer frente a un incendio que tenía 30 kilómetros de largo por unos 15 de ancho.
Luego llegaron los aviones hidrantes, un helicóptero de la provincia de Neuquén, que resultó muy eficaz, y máquinas pesadas junto al esfuerzo de cientos de brigadistas y más de 40 vecinos que pusieron todo su empeño para evitar lo que ya era un imposible. El esfuerzo de muchos brigadistas y de las autoridades ambientales de Chubut no puede soslayarse. Sin embargo, el fuego consumió más de 30.000 hectáreas de bosque nativo y aún no se ha podido con él.
En estas circunstancias, en las cuales lo que ha faltado es una reacción inmediata frente al llamado de los pobladores, poco importa si las autoridades inician una investigación para saber si el fuego se inició por un rayo, situación probable debido a la escasa accesibilidad del sitio donde se ha generado, o fue causado intencionalmente, con una motivación inmobiliaria, o incluso por estupidez. En cualquiera de los casos, el hecho se conoció cuando aún podía ser dominado y lo lamentable es que nada de eso ocurrió y ahora debemos lamentar esta pérdida irreparable. Lo curioso es que ni siquiera esto invita a reflexionar acerca de las responsabilidades de quienes tienen a su cargo la prevención de estos hechos y las consecuencias de una reacción tardía, y de la falta de equipos adecuados en el momento en que resultan imprescindibles. Se busca un culpable.
Sería deseable que de este lamentable suceso, ocurrido por negligencia de quienes deberían actuar a tiempo, no se pretenda sacar algún rédito político. Mucho más acertado sería que hubiera un mea culpa por parte de las autoridades y una reflexión profunda sobre lo que pudo no haber sido, pero ocurrió. Errar es humano, pero es más fácil echarle la culpa a alguien que olvidar que éste es un año de elecciones y que cualquier motivo, incluso un desastre como el que sufre la provincia de Chubut, puede ser una ocasión para hacer política y sumar votos.



