Los Pumas, un ejemplo para imitar
El resultado adverso de la semifinal del campeonato mundial de rugby que ayer jugó el seleccionado argentino, los Pumas, apenas ha sido un alternativa que no desmerece el desempeño ejemplar de nuestro conjunto. Trabajo, entereza y solidario espíritu de equipo han sido recursos esenciales de ese grupo que sigue en trance de escribir una de las páginas más brillantes de la historia del deporte argentino.
¿Cuáles fueron las aptitudes y los méritos para llegar a estas instancias decisivas que lo han puesto ante los ojos de cuantos están vinculados con este deporte, aquí y en el resto del mundo? Han sido analizadas y desmenuzadas desde que los Pumas hicieron su presentación en el certamen, batiendo a Francia en el partido inaugural, pero no está de más y será muy útil repasarlas.
De inmediato saltan a la vista la humildad y la modestia de un grupo de jugadores, entrenadores y auxiliares que demostraron estar perfectamente ubicados respecto de sus posibilidades y de qué debían hacer para reforzar sus sustentos e incrementarlas. Luego, hay que subrayar la solidez de su trabajo dentro de un equipo en el que nadie se supuso más que sus compañeros y en el cual todos, sin excepción, "tiraron para el mismo lado" en pos de alcanzar la meta que se habían fijado.
No menos importante fue el amor propio que los llevó a superar, desde mucho antes de esta competencia en particular, cuantos obstáculos se interpusieron, por una causa o por otra, entre ellos y el objetivo que se habían fijado. Por si hacía falta, los Pumas han demostrado de sobras que el éxito no llega por vía del azar o la buena fortuna y que, en cambio, es menester buscarlo con absoluta entereza y franca convicción.
Tampoco es ni será intrascendente ese ejemplo de contracción al trabajo que los Pumas le están planteando a una sociedad en la cual hay sectores que todavía no se han convencido de que es urgente corregir esa nociva tendencia.
Habría mucho por decir y mucho por señalar. No obstante, uno de los atributos que seguirán siendo imborrables en la memoria colectiva es la franqueza exenta de exhibicionismos con que estos Pumas demostraron abiertamente su amor, rayano en la pasión, por el país en que nacieron, crecieron y se hicieron adultos. Gesto de por sí enaltecedor porque no se lo ocultó a los ojos de una sociedad que, más de una vez, parecería avergonzarse de mostrar actitudes de esa clase.
Incluso más allá de algún esporádico gesto de intemperancia, previsible por la frustración pasajera que en ese momento los Pumas estaban viviendo, la conducta de esta representación argentina ha sido irreprochable y ha dejado muy bien parado al deporte que representa.
Teniendo en cuenta que falta una instancia decisiva -jugar con Francia por el tercer puesto-, prevista para el viernes próximo, este puñado de compatriotas puede sentirse muy satisfecho de cuanto ha logrado hasta el momento. Ya se trata, sin dudas, de un valioso ejemplo que tendría que alentar a todo el rugby local a dedicarse a captar adeptos, imbuirlos de ese espíritu del juego que no es otra cosa que el expuesto por los Pumas y formarlos en los preceptos de la sana vida del deportista.
Pero hay más: las virtudes aquí señaladas deberían movilizar a muchísimos argentinos que no juegan rugby y sólo ahora han comenzado a conocerlo, a empezar a meditar acerca de que si un grupo pequeño llegó a donde jamás había llegado con sólo decidirse a aplicarlas al pie de la letra y sin declinaciones, cuáles serían las empresas que podría encarar nuestra sociedad si se decidiese a adoptar y aplicar tales pautas de conducta.
Todavía con la mente y el corazón impregnados por la dolorosa sensación del revés, algunos jugadores argentinos dijeron que se había "terminado el sueño". Ojalá una vez serenados se den cuenta de que no tienen por qué dejar de soñar, pues en modo alguno han fracasado y, por el contrario, están señalando un rumbo y abriendo una senda que ojalá comience a ser recorrida por todos quienes deben ofrendarle cuerpo, mente y espíritu a la impostergable y dura tarea de ponerles remedios eficientes a nuestros persistentes males.