Otro violento soldado K
- 4 minutos de lectura'
Los argentinos hemos aprendido a fuerza de golpes que quienes llegan a posiciones de poder no siempre son los más idóneos ni los más honestos. Y la realidad nos confirma que, muchas veces, sí pueden ser los más violentos.
Mario Secco es intendente del partido bonaerense de Ensenada desde 2003. Lleva cinco mandatos consecutivos. En la última elección, como candidato del Frente de Todos, obtuvo más del 70% de los votos. Se identifica con el kirchnerismo duro y se le reconoce haber concretado obras estructurales importantes en el distrito.
Funcionarios opositores y trabajadores municipales describen sus métodos como agresivos. Lo acusan incluso de utilizar las herramientas comunales para lograr sus objetivos políticos, sembrando el temor y aprovechándose de las necesidades económicas de muchos. Insultos, agresiones físicas, actitudes soberbias y prepotentes que lo han llevado incluso a agredir a dos concejalas. Mientras estaría dedicando un presupuesto estimado de 800 millones de pesos a la reforma y ampliación del Palacio Municipal, las unidades sanitarias han debido reducir horarios de atención por falta de pago de servicios adicionales, los jubilados municipales sufren penurias y la seguridad se ha visto recortada.
Este violento jefe comunal se ha convertido en propulsor del llamado operativo clamor que apoya una nueva postulación de Cristina Kirchner.
Al igual que algunos otros que ven amenazado su futuro en la función pública y sus prebendas, él también aspira a escuchar que su lideresa vuelve a competir electoralmente. Revela cómo el fanatismo conduce a percepciones tan falsas como distorsionadas de la realidad. No se entiende de otra manera que, como muchos otros, él también busque separar a su mentora de un presente doloroso, con índices históricos de pobreza e indigencia.
Cuando días atrás la Corte Suprema suspendió las elecciones tucumanas y sanjuaninas, Secco habló de “una mamarrachada, una decisión política que no tiene nada que ver con la Justicia”. No podía ser de otra forma para quien abreva en el falaz relato kirchnerista sobre proscripción de quien no tiene aún condena firme. Acostumbrado a no medir sus palabras ni sus acciones, amenazó también sin ambages a la Corte Suprema: “Si a Cristina le quieren hacer lo mismo que a Lula en Brasil, van a tener una reacción popular que no se la van a poder bancar, vuelan todos en pedacitos”, retó desafiante. Se sumó así a las huestes de agoreros que insisten con sembrar el terror en un año electoral en medio de la desesperación frente a una derrota cada vez más cercana.
Poco sorprenden hoy sus modos cuando, en diciembre de 2017, este soldado de Cristina Kirchner irrumpió por la fuerza en una sesión de la Legislatura bonaerense que trataba la reforma del régimen jubilatorio de empleados del Banco Provincia en un intento frustrado por impedirla. Junto a otros militantes con los que protagonizó enfrentamientos afuera, subió al estrado de la presidencia denunciando represión policial, portando piedras y cartuchos de gas lacrimógeno. Luego de una indagatoria, quedó procesado por “coacción agravada, resistencia a la autoridad y perturbación al ejercicio de funciones públicas” y la causa fue elevada a juicio oral, sin fecha aún.
Cuando las ideas no alcanzan y el respeto falta, solo queda caer en la descalificación del otro. Violento y autoritario, su incontinencia verbal lo llevó también en 2021 a parafrasear a Leopoldo Fortunato Galtieri –”si quieren venir que vengan”, afirmó– en un prepotente desafío a la oposición que tuvo a la vicepresidenta como testigo dilecta.
No pocos analistas señalan que la verdadera grieta es la que divide a los demócratas de los autócratas. No hay dudas respecto de dónde se ubican personajes como Secco. Es tiempo de que una ciudadanía reflexiva llegue a las urnas con un mensaje claro y contundente para todos aquellos que sigan proponiendo dividirnos para llevarse puesta a la República. De nosotros depende que sigan teniendo protagonismo en la construcción del futuro de todos.