Hoy celebramos el Día del Niño en estas circunstancias tan especiales. La pandemia impuso un desafío a la imaginación y a la capacidad de adaptación infantil, tanto como a la creatividad de los padres a la hora de aliviar el estrés. Alteraciones del humor, retrocesos, irritabilidad, cambios fisiológicos, quejas y rabietas fueron subibajas frecuentes para grandes y chicos. El impacto seguramente deje huellas.
Hubo que reinventar juegos, verlos extrañar el jardín y el colegio, convertir en aulas las pantallas y en imágenes pixeladas a las maestras, ensayar nuevos y a veces frustrantes recreos, festejar los cumpleaños por Zoom, abandonar las plazas por largo tiempo, ¡y los abrazos y mimos de los abuelos! Fue tiempo de extrañar demasiado a los amigos, de aprender a ponerse incómodos barbijos que ocultaron sonrisas, de disfrutar tal vez un poco más de esos padres, tan exigidos también por demandas laborales y de todo tipo en la nueva realidad impuesta por la pandemia.
El confinamiento a espacios a veces reducidos, sin jardines ni balcones en muchos casos, hizo que limitar el uso de dispositivos se volviera difícil, aunque hubo más tiempo para supervisarlos amorosamente y para ayudar a desarrollar en los más grandes su pensamiento crítico. También fue tiempo de juego y de diálogo, abocados a la tarea de llevar tranquilidad y seguridad a nuestros pequeños para que sus dulces sueños no se convirtieran en las pesadillas que asaltaron a tantos adultos. Para muchos de nuestros niños es tiempo también de percibir la angustiante preocupación de sus padres y de experimentar hambre y carencias.
Esta transición de hoy les ha devuelto a nuestros "locos bajitos" un poco el aire. Corren, bailan, circulan velozmente con triciclos, bicis y monopatines aprovechando cada centímetro de libertad recuperada aunque sea momentánea. Y aprendieron incluso de protocolos a la hora de compartir un encuentro con otros niños.
Cuando los adultos nos preguntamos qué mundo les estamos dejando no podemos desentendernos de la enorme responsabilidad que nos cabe por haber llegado así hasta aquí. Nuestros pequeños héroes también nos enseñan a volver a la naturaleza, a cuidarla. Su felicidad está todavía en nuestras manos, porque de nosotros depende aún su futuro. El mejor regalo en este día será siempre el de renovar nuestro compromiso de trabajar para dejarles un mundo mejor. Palabras mayores.
