Trump, un mal perdedor
Apenas concluidos los comicios generales en los Estados Unidos, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, felicitó rápidamente a Joe Biden, el claro ganador y, dirigiéndose al derrotado Donald Trump, le recordó acertadamente que, "en democracia, hay que saber perder con hidalguía".
Para Trump, sin embargo, la derrota sufrida en las urnas no ha sido fruto de su fracaso personal, sino de un fraude, sobre cuya existencia hasta ahora nadie ha podido dar fe. Como todo mal perdedor, tardó en felicitar a Biden. Y, también por eso, siguió insistiendo en la construcción de un relato amañado que no deja de sorprender y en el que se autoexime de cualquier tipo de responsabilidad. Pocos de sus propios abogados y colaboradores electorales, que lo conocen bien, lo acompañaron en esa tan lamentable estrategia, una evidente señal que Trump ha decidido ignorar.
La grandeza, virtud propia de los estadistas, no se vislumbra en Trump. La lamentable actitud del actual jefe del Estado opaca aún más su salida ante una marcada mayoría de ciudadanos que decidieron cambiar de rumbo político.
Biden no solo parece inspirar más confianza interna que Trump. También genera más confianza en materia de política exterior. Prueba de ello resulta el reciente mensaje de Irán, en el sentido de que cumpliría sus obligaciones en materia nuclear en el caso de que Biden deje sin efecto las actuales sanciones económicas contra ese país. No obstante, en ese mensaje hay dos serios problemas. El primero es que, como sucede con Trump, la credibilidad de los líderes iraníes es también muy baja. El segundo es que hoy el acuerdo con Irán debería incluir también a sus misiles, algo que no está dispuesto a ceder.