¿Último capítulo para el Brexit?
La contundente victoria de Boris Johnson y del Partido Conservador en las recientes elecciones en el Reino Unido pone fin a una larga y controvertida novela iniciada en junio de 2016, cuando los británicos decidieron, a través de un referéndum, la salida de la Unión Europea (UE). Tras marchas y contramarchas, a lo largo de estos años el primer ministro Johnson, con mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes -con una ventaja de 78 escaños sobre sus opositores laboristas, finalmente podrá ejecutar su plan de salida de la UE.
Se prevé ahora sí un Brexit rápido. Se estima que la retirada de la UE ocurra antes del 31 de enero próximo. Lo que sigue es un período de 11 meses en el que las partes deberán negociar los términos del nuevo vínculo y en el que seguramente no faltarán desafíos. En el plano interno, los problemas derivados del Brexit no serán menores ni de fácil gestión.
En Escocia, el Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés) consiguió en ese territorio 48 de los 59 escaños. Su líder, Nicola Sturgeon, advirtió a Johnson que los escoceses rechazan el Brexit y que van a llevar a cabo un nuevo referéndum para definir su independencia, ya que la única salida que tienen para seguir en Europa es independizarse de Londres.
El otro problema lo presenta Irlanda del Norte, donde los partidos nacionalistas consiguieron por primera vez más escaños que los unionistas. Al salir de la UE, ese territorio tendrá una frontera dura con su hermana, la República de Irlanda, que forma parte de la UE. Esa frontera viola el acuerdo de paz que acabó con 30 años de guerra en Irlanda.
Los efectos económicos que pueden derivarse del Brexit no son menores: el hecho de que muchas empresas financieras, ante la incertidumbre económica que provoca esta situación, estén moviendo activos a otros países hará que el Reino Unido vea mermada la importante influencia que hasta ahora tenía en sectores como la banca y las finanzas europeas.
A esta situación habría que añadir también el efecto negativo que se puede producir en su déficit comercial, al disminuir el volumen de sus operaciones comerciales con el resto de la UE debido fundamentalmente a los cambios regulatorios que se van a producir, que generarán un mayor número de barreras tanto a la hora de exportar como de importar. El Reino Unido va a perder el acceso sin aranceles al enorme y rico mercado al otro lado del Canal de la Mancha.
Es de esperar que el proceso de la salida del Reino Unido de la UE ocurra en los mejores términos y que sus efectos no perjudiquen aún más a la economía británica ni la de los países que conforman el bloque europeo, ya que cualquier desequilibrio en los acuerdos por celebrarse puede indirectamente impactar en la economía mundial.