Violencia escolar
De docentes a alumnos, y viceversa, entre niños o jóvenes, en establecimientos de gestión estatal y privados, las noticias sobre hechos violentos en escuelas se repiten y parece no haber respuesta ni contención para un fenómeno en lamentable crecimiento. Días atrás, una adolescente de 16 años apuñaló a otra en una escuela de Lanús y se jactó de que le hubieran abierto una causa por "tentativa de homicidio".
En la Argentina, tres de cada diez alumnos de nivel secundario aseguran haber sufrido violencia en la escuela. Y estos números se repiten en América Latina, donde el 31,3% de los jóvenes declara ser víctima de peleas y el 25,6%, de ataques físicos. Según el informe titulado "Detrás de los números: poner fin a la violencia y el acoso escolares", elaborado por la Unesco, el 32% de los estudiantes fue intimidado por sus compañeros al menos una vez en el último mes, y una proporción similar fue afectada por violencia física.
El informe reúne datos cuantitativos y cualitativos de encuestas realizadas en 144 países. Revela que la amenaza física es la más frecuente en muchas regiones, excepto en América del Norte y Europa, donde prima la intimidación psicológica. A esto se suma que el acoso sexual es la segunda modalidad de violencia más común.
"El acoso físico es más común entre los niños, mientras que el psicológico es más frecuente entre las niñas. Aumentan también el acoso en línea y por teléfono móvil", advierte el trabajo, al poner el foco en los efectos que el mal uso de la tecnología está teniendo sobre los jóvenes.
¿Por qué es preciso contener estas expresiones de violencia? Aquellos alumnos que sufren un acoso frecuente son propensos a sentirse extraños en el colegio y son más proclives a faltar a clases. Incluso, se ha comprobado que aumenta la probabilidad de no continuar con estudios universitarios.
Los cuestionamientos al principio de autoridad, tan extendidos hoy en múltiples ámbitos, cuando se expresan hacia maestros y autoridades escolares conllevan claramente un aumento de la violencia. Para que un menor sea intolerante o exprese su frustración o su ira de un modo exacerbado, seguramente tienen que haber existido alertas previas en las que nadie reparó.
Resulta esperanzador saber que en los países en los que se aplicaron medidas preventivas contra la violencia los indicadores negativos empezaron a revertirse. Estas acciones están lejos de ser coercitivas; por el contrario, habilitan múltiples canales de diálogo con una escucha activa por parte de las autoridades además de intervenciones efectivas. Al mismo tiempo, los docentes deben sentirse debidamente respaldados por las instituciones y recibir capacitaciones para acompañar adecuadamente a sus estudiantes.
En estos días se lanzó una campaña para prevenir la violencia de género en adolescentes como parte de la Iniciativa Spotlight, una alianza global entre la Unión Europea y las Naciones Unidas, dirigida a eliminar la violencia contra mujeres y niñas en el mundo. A través de talleres, videos y piezas gráficas proponen, desde la complicidad entre amigas (www.amigadatecuenta.com.ar), aprender a detectar a tiempo la violencia y desnaturalizar algunas de sus expresiones como celos o amenazas.
Tenemos que revalorizar la importancia de fijar límites y propiciar una escucha cercana y activa hacia las nuevas generaciones. Somos los mayores los responsables a la hora de sentar las bases para el sano crecimiento de nuestros niños, una tarea indelegable que demanda una capacitación básica y una acción integrada familiar, docente y profesional.