Violencia escolar, trabajar o sobrevivir
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Todo parece indicar que un docente que quiera preservar su integridad deberá responder a la consigna de “nunca contradecir a un alumno” propia de estos tiempos. En numerosas ocasiones hemos reseñado en este espacio diversas situaciones de violencia en las escuelas, otro síntoma preocupante que pone en vilo al sistema educativo.
Las noticias reflejaron la reacción de unos 115 alumnos mendocinos de quinto año el pasado 27 de noviembre luego de que las autoridades del colegio Santa María de Godoy Cruz se opusieran a la celebración del UUD (último/último día de clases) dentro del establecimiento para lo cual anunciaron que el 28 de noviembre no habría clases. La medida surgió para evitar lo que asomaba como una incontrolable despedida, una atribución más que propia de quienes dirigen el colegio y que nunca debió desatar ningún desmadre. Sin embargo, un aula y los pasillos del establecimiento quedaron destrozados, entre insultos e inconductas de los jóvenes que el Reglamento de Convivencia del colegio califica de “faltas graves”.
Los estudiantes recibieron masivamente 20 amonestaciones. Además, deberán llevar adelante en los próximos días los trabajos de reparación de los daños –cuyo costo afrontarán los padres- en un marco de reflexión y aprendizaje significativo que podrá eventualmente beneficiarlos con la reducción de las amonestaciones.
La locura y la gravedad de lo acontecido se expresa también el hecho de que los padres repudiaron las medidas disciplinarias fijadas para sus hijos y pidieron morigerar las sanciones para que solo recayeran en los cabecillas. Si quienes confían la educación de sus hijos a un cuerpo docente son precisamente los primeros en cuestionar una sanción más que justificada y razonable, estamos perdidos.
Un grupo de mujeres irrumpió en la Escuela N° 29 de Grand Bourg, provincia de Buenos Aires, luego de romper la puerta principal. La situación se habría originado en una fuerte pelea, cuyas imágenes se difundieron, entre alumnas de secundario por un asunto amoroso. La familia de una de ellas fue la que ingresó pretendiendo ubicar a la menor y destrozó el salón comedor y sus mesas, atacando a los docentes que allí estaban. Les arrojaron tazas de bebidas calientes que aguardaban a los alumnos provocándoles quemaduras a las auxiliares. El revuelo fue mayúsculo al punto que se recomendó a los docentes protegerse encerrándose en las aulas con los chicos. Debieron intervenir patrulleros y ambulancias en un caos que se extendió a una plaza cercana.
En Córdoba, un joven de 26 años murió apuñalado en la fiesta de fin de ciclo de su hermano. Otros festejos similares registraron heridos de bala. En los boliches también escala la agresión entre egresados con una violencia que se ritualizó incluso como forma de lealtad al grupo. El rol de los padres que financian o permiten el descontrol y la ingestión de alcohol en exceso también debe revisarse.
No se trata de episodios aislados puesto que se repiten cada vez con mayor frecuencia. Autoridades, docentes y auxiliares denuncian desprotección ante una situación que se ha vuelto “insostenible” y que vinculan con la ausencia de un sistema de amonestaciones o sanciones ejemplares, particularmente en las escuelas bonaerenses. Solo una decisión conjunta de directivos y autoridades puede motivar una expulsión siendo condición que haya vacante para derivar en otro establecimiento.
Volvemos a expresar nuestro más firme rechazo al hipergarantismo y la demagogia escolar que por años se adueñaron de las aulas. Tanto los alumnos como los padres deben recibir efectivamente los castigos que a sus comportamientos correspondan. Retomar la senda de instauración del sano principio de autoridad y del respeto a las normas entre jóvenes desafiantes que no saben de límites llevará su tiempo, pero urge dotar al docente de las herramientas necesarias para controlar al alumnado. Mientras tanto, las agrupaciones que los nuclean anuncian eventuales paros y exigen tanto medidas de resguardo como mayor presencia policial en horarios de ingreso y egreso, control de accesos, refuerzo de equipos de orientación escolar y aplicación de protocolos de actuación especialmente diseñados en coordinación con entes municipales y provinciales. Educar para la convivencia social es tan importante como enseñar a sumar o a leer.







