Berlín volvió a ser una fiesta de libertad
Cientos de miles de personas se reunieron frente a la Puerta de Brandenburgo para conmemorar el aniversario.
lanacionarBERLIN.- Pese a la lluvia, cientos de miles de alemanes salieron ayer a la calle para conmemorar el décimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, un hecho que cambió profundamente la historia de Alemania, al permitir su unificación, y del mundo, al significar el fin de la Guerra Fría.
Los festejos, que se extendieron durante todo el día, con recitales, conferencias, seminarios y una sesión extraordinaria en el Parlamento que contó con la presencia de los tres protagonistas de esta "revolución pacífica" -George Bush, Mikhail Gorbachov y Helmut Kohl-, culminaron anoche con la iluminación del trazado que recorría el hoy desaparecido "muro de la infamia" y una explosión de fuegos artificiales sobre la emblemática Puerta de Brandenburgo.
Fue una ceremonia planeada hasta el último detalle y por ello el clima que se vivió fue muy distinto del de hace diez años, cuando la demolición del peor símbolo de la Guerra Fría desató una explosión de felicidad entre los alemanes, que vivían la euforia de haber logrado la libertad después de cuatro décadas de opresión.
De todos modos, hubo momentos emocionantes. Uno de ellos fue cuando la multitud congregada en Pariser Platz ovacionó a uno de los artífices de la "Wende" (vuelta), Mikhail Gorbachov. Otro, cuando el violonchelista ruso Mstislaw Rostropovich tocó junto a otros 166 músicos y, también, cuando el grupo de rock Scorpions cantó "Winds of change" ("Vientos de cambio"), un tema compuesto en honor a la caída del Muro y considerado por los alemanes como una suerte de "himno no oficial".
Documental con final comercial
Todo comenzó por la tarde, cuando, en las pantallas gigantes colocadas alrededor del escenario montado ante la Puerta de Brandenburgo, un documental hizo revivir el 9 de noviembre de 1989 minuto por minuto: las imágenes de la famosa conferencia de prensa en la cual el vocero de la República Democrática Alemana (RDA), Gnter Schabowski, anunció que "desde este momento" los alemanes orientales podían viajar libremente a Berlín occidental; la confusión de los policías fronterizos ante la gente que comenzaba a congregarse frente a los "checkpoints" (puestos de control); y, luego, las famosas escenas de pálidos alemanes orientales cruzando el Muro, y abrazándose, llorando, con sus hermanos occidentales.
El documental habría sido muy conmovedor si, a su término, en la pantalla gigante no se hubiera leído que se podía comprar el cassette, pagando tan sólo 39,99 marcos (unos 10 dólares).
"Uno de los resultados del fin del Muro y la unificación es, justamente, que ahora a todos los alemanes lo único que les interesa es el dinero -comentó a La Nación , resguardándose bajo su paraguas, Jürgen Meier, un jubilado algo nostálgico de la ex RDA que vino a ver los festejos junto a su nieto-. Claro que estamos mejor ahora, pero antes había más solidaridad."
Entre el público había alemanes de todas las edades: ancianos, jóvenes parejas con bebes y muchísimos adolescentes, muchos de ellos con peinados o vestidos extravagantes, llegados a la cita en bicicleta, al mejor estilo Berlín.
"Yo tenía cuatro años cuando pasó lo del Muro, pero vine porque no hay que olvidar a los que lucharon por la democracia, porque quiero un futuro de paz para Alemania y porque después vamos a bailar con mis amigos", dijo Christine, una chica de pelo platinado y con arito en la nariz.
Turistas
También había muchos turistas, entre ellos italianos, japoneses, brasileños y norteamericanos, que viajaron para la ocasión, así como extranjeros que viven en Berlín, una de las ciudades más cosmopolitas de Alemania. Por ejemplo, Caroline, una francesa de 24 años que estudia aquí Ciencias Políticas y que no quería "perderse un aniversario tan importante", y Héctor Ferreiro, un argentino de 32 años que está haciendo un doctorado en Filosofía en la Universidad Humboldt y que quería escuchar a Rostropovich.
Héctor, que vive aquí desde hace tres años y es de La Lucila, comentó que esperaba que la celebración fuera más concurrida: "En Año Nuevo se junta mucha más gente en la Puerta de Brandenburgo. Y en la Love Parade, todavía más", explicó.
Los festejos tuvieron también su costado comercial, ya que, al margen de que en decenas de quioscos se podían comer las famosas salchichas alemanas, champignons, hamburguesas o tomar cerveza, se vendían "souvenirs" de los más variados. Entre ellos, autitos de juguete Trabant, el auto de fabricación germano-oriental con el que la mayoría de los alemanes orientales cruzaron la frontera hace diez años, y que hoy se convirtió en un símbolo de la liberación, así como, obviamente, pedazos de muro, y otros "Ostprodukte", como por ejemplo viejas chapas de la RDA, o botellas de Vita-Cola.
Durante los festejos, si bien todos los oradores recordaron las dificultades que aún quedan por delante para los alemanes, debido principalmente a las diferencias económicas que aún separan al Este del Oeste, el espíritu general fue de gran unidad y optimismo hacia el futuro.
Ernst Ganzert, un abogado de 38 años que vive en Berlín desde 1993, lo resumió así: "La caída del Muro de Berlín demostró que es posible el cambio sin violencia y que los alemanes somos un pueblo que quiere estar unido. Aún hay diferencias entre los alemanes del Este y los del Oeste, pero creo que mejoró muchísimo la situación en estos diez años. Y esto demuestra que vamos por el buen camino".
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