El ascenso y la caída de Eliot Spitzer
MIAMI.- ¿Fue la casualidad la que provocó la caída del ahora ex gobernador del estado de Nueva York Eliot Spitzer? ¿Un episodio de rutina bancaria, una alarma electrónica que se disparó cuando nadie lo esperaba? ¿O fue, en cambio, una operación deliberada, la obstinada búsqueda, con propósitos de venganza, del punto vulnerable en el hombre al que llamaban Mr. Clean" (El limpio) o "El sheriff de Wall Street"?
La pura casualidad parece tan improbable en el caso de alguien que acumuló enemigos poderosos como Eliot Spitzer, que es sospechoso no sospechar. Aun descartando la inexplicable imprudencia de quien, como él, conocía a la perfección el sistema y sus subterfugios, la sucesión de episodios que culminaron con su renuncia parece sólo remotamente, accidental.
Entre 2001 y 2005, durante sus investigaciones de algunas de las más poderosas firmas de Wall Street como fiscal general del estado de Nueva York, Spitzer cosechó tal odio y resentimiento, que la Cámara de Comercio de los Estados Unidos dedicó una serie de conferencias a debatir cómo deshacerse de él.
Las víctimas de su cruzada incluyen plantas eléctricas, fabricantes de armas, bancos de inversión y firmas superpoderosas como Merrill Lynch. Todos ellos tenían algo que cobrarle y probablemente sabían que quien busca, eventualmente, encuentra.
Y lo que encontraron fue un tesoro que superaba las expectativas. El mismo Spitzer que en 2004 desarticuló una red de prostitución, el gobernador impoluto que había llegado a Albany prometiendo terminar con la corrupción, aparecía ahora como "Cliente N° 9" en una organización llamada Emperors Club VIP, que operaba desde Internet y proveía mujeres por hora a clientes de alto poder adquisitivo.
Interrogantes
La explicación oficial de cómo el gobernador terminó expuesto, deshonrado y forzado a renunciar, presenta serios interrogantes.
Por lo que se sabe, la investigación comenzó cuando agentes federales fueron informados de una serie de operaciones sospechosas de Spitzer, con dinero efectivo, destinado a una cuenta que resultó pertenecer a una red de prostitución.
Los bancos están obligados a enviar a la dirección impositiva lo que se denomina un "Informe de Actividades Sospechosas" cuando aparecen indicios de posible comisión de un crimen. ¿Pero qué había de sospechoso en que el gobernador de Nueva York, cuya fortuna personal es considerable, realizara operaciones con sumas de alrededor de 4000 dólares y por un total de 80.000 dólares?
La explicación del banco, el North Fork Bank, ahora llamado Capital One, fue según trascendidos, que la reiteración de depósitos en cuentas desconocidas hizo sonar las alarmas. ¿Alarmas de qué? Si el movimiento hubiera sido en el sentido opuesto, es decir, que el dinero estaba siendo depositado en la cuenta del gobernador, se podría haber inferido que alguien estaba pagándole coimas. Pero 4000 dólares para un hombre de fortuna parece más bien cambio chico.
El delito del que podría acusarse a Spitzer está contenido en una vieja ley llamada el Acta Mann sobre Tráfico de Blancas, que sanciona, entre otras cosas, el transporte de mujeres de un estado a otro con "propósitos inmorales". Lo cierto es que Spitzer no transportó a la famosa Kristen sino que ella viajó por su cuenta, aunque él pagó su pasaje.
Pero, más allá de estos detalles, cuando los investigadores comenzaron a indagar sobre el destino de los fondos de Spitzer, podían asumir que uno de sus posibles destinos era pagar servicios sexuales, pero no podían ni imaginar que había una cuestión de tráfico interestatal. ¿Por qué insistieron en investigar?
Pero aún si toda la operación no fue otra cosa que una refinada vendetta , nada excusa la responsabilidad del gobernador. Para comprender los motivos que lo llevaron a concebir este suicido político, familiar y profesional, es preciso indagar en la psicología del poder. Existe, como se propuso demostrarlo Calígula, una correspondencia entre el poder, el sexo y la impunidad. O sucede, tal vez, que quienes se posicionan en la cima de la pirámide, llegan a pensar que el poder es la impunidad.
Admitamos que hay crímenes más graves que el que cometió Spitzer y hay políticos que sobrevivieron al escándalo sexual. Lo que nadie le perdona a Spitzer es la estupidez. Tan enorme y tan flagrante, que hasta ofende a los pecadores.
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